Tiresias, elecciones del sexo: YO NO SOY HOMOSEXUAL ¡SOY UNA NIÑA!

 

Las cosas no son como son

‘Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!’ Escrita, dirigida, e interpretada por Guillaume Gallienne, fue estrenada en 2013 en Francia y recientemente en nuestro país. Se trata de una película autobiográfica: “El primer recuerdo que tengo de mi madre es de cuando tenía cuatro o cinco años: nos llamaba a mis dos hermanos y a mi a la mesa diciendo: «Niños, Guillaume, ¡a cenar!» y la última vez que hablé con ella por teléfono, colgó diciendo: «Cuídate, mi niña grande», Y, bueno, entre estos dos momentos hubo un buen número de malentendidos…”, dice Gallienne.

El autor dice sirviéndose de elementos y registros diversos: además del guión, la puesta en escena, etc. encontramos por ejemplo que el protagonista, un adolescente, es representado por un hombre más bien mayor; la madre -personaje central – está representada por un hombre –el mismo actor que hace el papel de Guillaume… es decir que desde el primer minuto rompe con cualquier posibilidad de sostener la ilusión de que las cosas “son como son”, que la naturaleza nos da la pauta.

Edad, sexo, género… la frase misma del título mostrará finalmente la eficacia del equívoco “Guillaume –y  los chicos…” ¿entonces, qué es Guillaume?

Guillaume][ los chicos…

Sin pretensiones de caso clínico esta película nos ofrece algunos elementos para pensar lo que Lacan afirma cuando dice que “no hay relación sexual [es decir] que el sexo no define ninguna relación en el ser hablante”[1].

Siguiendo el título, que pareciera ser lacaniano, encontramos que esa relación se lee en los dichos del Otro.

En el Seminario 19, Lacan nos pone directamente en relación al texto, es decir que nos empuja más allá del sentido, que define como opacidad. Dirá que es la referencia a lo textual la que permite salir del sentido y orientarse con el vacío, “único modo de decir con ayuda del lenguaje…”.

Guillaume y los chicos… se apoya en el texto, en los dichos del Otro para indicar que en el lugar del vacío, el sujeto hizo su interpretación: “soy una niña”.

La película borda con fineza las determinaciones que el deseo destila en la lengua,

cuestión ésta tratada a partir de las ensoñaciones: ser Sissi, los dobles por el que el actor representa el papel de su madre, siendo dos hombres haciendo de mujer: un hombre que hace de mujer, un hombre que hace de hombre que hace de mujer!

Pero como indica Lacan, el lenguaje, está lejos de poder ser tomado como una máquina, reducido a su lógica formal en tanto está embargado por “lo real que por él pasa”[2].

La orientación del psicoanálisis es más bien “ir al agujero del sistema, el lugar donde lo real pasa por ustedes…”

Lacan opone lo que parecería responder a una diferencia notable de entrada entre el niño y la niña, por la que los sexos se repartirían, a lo que en el parlêtre se ordena a partir de una lógica que no es de la naturaleza: “Ellos no se reconocen como seres más que al rechazar esa distinción por medio de toda clase de identificaciones (…) Se los distingue, no son ellos quienes se distinguen”. Y más tarde dice: “Huelga agregar que la pequeña diferencia -hurra- ya estaba allí para los padres desde mucho antes, y que pudo ya tener efectos sobre la manera en que fueron tratados como hombrecito y mujercita”. [3] Es decir que ese reconocimiento pasa por criterios formados bajo la dependencia del lenguaje.

Yo no soy homosexual!

Siguiendo las elaboraciones de Lacan en el Seminario 5 Guillaume parecería responder bien al tipo homosexual: aquel en el que el padre, en el momento decisivo del Edipo, no interviene suficientemente para separar al hijo de su identificación con el falo, ¡Je suis une fille! Pero, curiosamente en la película es la nominación como “homosexual”, cierto empuje a identificarse allí que produce la separación, abriendo una brecha entre el “ser homosexual” y el “ser una hija/ ser una niña”.

En este punto encontraríamos algún indicio de ese real que embarga al lenguaje y que indica algo más de la relación del sujeto con su propio cuerpo, más allá de la imagen… hipótesis que retomaremos al final.

Después de una decepción amorosa su madre lo empuja a la normalización: “No pasa nada, muchos terminan siendo felices…” ¿Muchos qué?, pregunta Guillaume, – “homosexuales”, dice su madre.

Esta secuencia hace estallar la supuesta correspondencia entre identificación sexual y elección de objeto – ¿Pero qué dice? ¡Si yo soy una niña! Momento de desconcierto total.

Su respuesta denota que algo se ha descolocado, la imagen del espejo estalla, se desintegra, cae la identificación. La peculiaridad en interpretar personajes femeninos, no parece remitir al enigma que conlleva la mujer sino más bien a la cuestión de la“fille” comointerpretación del deseo materno, ser la fille/ hija –niña que desearía la madre.

El equívoco nos indica, por la vía de la letra dónde la identificación hace carne: “soy una hija”/ “soy una niña” como índice del deseo de la madre que había orientando al hijo a una identificación como niña.

El embrague de lo real

Lacan en el Seminario 19 se refiere a la sexuación como la manera por la que el parlêtre accede a una posición sexuada, es decir que ésta no le es “natural”. Establece tres tiempos en este pasaje y ubica el tercero como aquel que alude a la elección del sujeto, que debe decidir si acepta o no la manera en que la pequeña diferencia fue nombrada por el Otro: “un niño” o  “una niña”.

Propongo que es en este punto donde podemos ubicar la elección –forzada – por la que “solo será verdad si experimenta el goce correspondiente, un goce todo fálico, es decir, de órgano, o un goce no todo fálico (goce fálico y no fálico), y acepta inscribirse él mismo en la función fálica”[4].

Así, la identificación que se anudaba al “fille” como hija-niña, interpretándose niña en el deseo de su madre se suelta definitivamente ante el significante “homosexual”: allí la elección del sujeto dice no, revelando que no se trata de eso. Es decir que la elección se jugaría en el punto en el que el significante encuentra un eco en una determinada modalidad de goce.

La última enseñanza de Lacan nos enseña a considerar el significante no tanto a partir de sus efectos sobre el significado, o por sus efectos de verdad, sino a partir del efecto de goce a nivel del cuerpo.

Esta película nos invita a pensar que no hay saber relativo al sexo sino en la medida en que cada uno produce un síntoma como respuesta al mismo tiempo que más allá de la tendencia contemporánea a la comunitarización del síntoma por la vía de la identificación con la práctica de goce – en este caso bajo el “reconocerse como homosexual” – lo que está en juego es la contingencia del acontecimiento del cuerpo, el modo de goce que en cada uno escribe su singularidad.

Leonora Troianovsky. Miembro ELP y AMP. Barcelona

[1] J. Lacan Seminario O peor, pag 13

[2] Idem p 14.

[3] JAM El ultimísimo Lacan. Paidos 2013. Pag. 16

[4] M. Álvarez en Blog, La pasión transexual: convicción o certeza. Inédito

 

Vía Jornadas ELP