Acción Lacaniana – Foros de la ELP: EL MALESTAR EN LA DEMOCRACIA. EFECTOS POLÍTICOS Y SUBJETIVOS. Especial Entrevistas a participantes del FORO. Manuel Cruz, José I. Ibáñez, Luciana Cadahia, Manuel M. Peregrín, Carlos F. Liria, Laura Suárez.

ENTREVISTA A MANUEL CRUZ, PARTICIPANTE EN LA 3ª MESA DEL FORO: EL MALESTAR EN LA DEMOCRACIA
Manuel Cruz. Filósofo, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona.

¿Cree usted que hay un malestar en la democracia? En tal caso: ¿Qué tipo de acción política le correspondería a este malestar?

No tengo la menor duda de la existencia de dicho malestar. En todo caso, en la medida en que uno de los motivos del mismo es la percepción que tiene la ciudadanía de que tanto las formaciones políticas tradicionales (los partidos clásicos) como los mecanismos de representación no cumplen con la función para la que fueron diseñados, se impone buscar y profundizar en nuevas formas de acción y participación política que recojan toda esa energía que no alcanza a encontrar la forma adecuada para ser suficientemente efectiva.

Con todo, no quisiera que se desprendiera de lo anterior una interpretación según la cual me sumo a una descalificación completa y absoluta de lo que tantas veces se ha denominado, con notoria impropiedad, la clase política. No creo que tenga el menor sentido una consigna del tipo "que se vayan todos". No solo porque no tenemos una clase política de recambio, sino porque sería manifiestamente injusto con quienes, dentro de ella, han llevado a cabo una tarea honesta y esforzada.

¿Cree que la actual situación política puede tener efectos sobre la subjetividad? Y, si fuera así, ¿cuáles serían para usted los más destacables?

No me resulta fácil destacar un efecto por encima de otro. En todo caso, parece claro que la actual situación política y, sobre todo, la crisis económica de la que ésta es de alguna manera expresión, está dañando severísimamente la subjetividad. En un mundo troquelado en las últimas décadas con el paradigma darwinista de la competitividad más extrema, del neoliberalismo salvaje que todo lo cifra en el éxito económico y la rentabilidad, la derrota personal de tantos y tantos solo se puede contabilizar en términos de fracasos individuales, de ruina de proyectos vitales que no tienen discurso ni valores alternativos (suficientemente vigentes) a los que acogerse, en los que refugiarse. No es casual que la depresión se haya convertido en la más potente metáfora de la situación de la subjetividad en el mundo contemporáneo. Al derrotado no le queda en este mundo otra opción que la de hacerse a un lado, apartarse en la cuneta, asumiendo ese yo vencido como una pesada carga, como un lastre insoportable del que ni siquiera tiene opción de olvidarse.

¿Qué singulariza hoy a la retórica del poder?

Supongo que muchas cosas, aunque a mí en los últimos tiempos me llama la atención su tendencia a identificarse con un no-poder, o con un poder de muy baja intensidad. Cuando un presidente del gobierno no tiene el menor rubor en manifestar que no hace lo que quiere, sino lo que puede, o que está absolutamente a merced de sus acreedores, o de sus prestamistas, algo sustancial respecto a los planteamientos más tradicionales parece estar cambiando.

Con todo, he de manifestar mi recelo ante unas manifestaciones de debilidad que se me antojan exageradas. En primer lugar, porque nunca se formulan en campaña electoral, esto es, cuando más expresamente se declaran las ganas de ocupar el poder. Entonces nadie dice: "quiero gobernar, pero no creo que pueda hacer gran cosa" o "cuando gobierne, cumpliré al pie de la letra las órdenes que me lleguen de Bruselas (o Berlín) aunque me desagraden". Más bien al contrario, se persevera en la conocida actitud de intentar engatusar al electorado con promesas que caducan en el instante mismo en el que se alcanza el objetivo electoral.

Pero es que, en segundo lugar, en muchos casos la supuesta debilidad tiene más de excusa de mal pagador por el incumplimiento de las promesas que otra cosa. No es en absoluto banal, pongamos por caso, que una ley de costas, que un gobierno puede modificar libremente, prohiba construir a cien metros de la orilla del mar o que autorice a hacerlo a veinte. Proporciono este ejemplo, bien reciente, para intentar mostrar hasta qué punto una cierta retórica tipo “obedezco órdenes de Europa” cumple una función decididamente desresponsabilizadora. Si el litoral mediterráneo, por seguir con el ejemplo, ha sido destruido no es debido a ninguna normativa europea que obligara a ello, sino a la codicia de un sistema que no encontró en las autoridades políticas (locales, autonómicas y estatales) ningún tipo de freno.

¿Cómo piensa la articulación entre política y psicoanálisis?

Como particularmente necesaria en este momento para pensar en las profundísimas transformaciones que se están produciendo, tanto en el plano colectivo como en el individual. Lo que parece claro es que las viejas formas sociales de subjetivación han entrado en una irreversible crisis, sin que, a mi juicio, hayan emergido formas alternativas (y, sobre todo, mejores) a las heredadas. Este decalage, esta devastada tierra de nadie por la que deambulan, desorientados, los individuos, está generando una profunda desazón en ellos, socializados en expectativas que han dejado de ser el caso, e incapaces de encontrar acomodo y paz en una realidad vertiginosamente cambiante, en la que, en muchas ocasiones, la mera idea de la existencia de una subjetividad individual parece haberse convertido en un disfuncional residuo del pasado.

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UN DIÁLOGO SOBRE EL MÓDULO DE ASISTENCIA PSICOSOCIAL DE CRUCES
José Ignacio Ibañez y Pablo Villate. Psicoanalistas. Miembros de la ELP y de la AMP.

Hay casos clínicos que tienen un alcance político; en realidad todos lo tienen de alguna manera. Pero cuando se trata de la gestión pública de la salud mental y de sus dispositivos eso es una evidencia y también configura como tal un caso, publico a diferentes niveles, formando parte a la vez, de una clínica particular.

Conversar sobre uno de esos casos permite hacerlo abiertamente, justamente porque es en la cosa pública donde se produce y permite quizás cernir el grado democrático con que la clínica se ve acogida en un momento dado de la civilización.

Uno de esos casos es el del Módulo Psicosocial de Cruces. Un diálogo entre José Ignacio Ibañez, psiquiatra de dicho Módulo, y Pablo Villate, ambos psicoanalistas miembros de la ELP y de la AMP, trata de trasmitirlo como tal, buscando su lugar entre el malestar en democracia y el analista ciudadano, orientado por el texto de E. Laurent “El analista ciudadano”(1)

Un poco de historia…

- Pablo Villate: ¿Qué son los Módulos Psicosociales?

- José Ignacio Ibañez: Los Módulos de Asistencia Psicosocial son entidades jurídicas sin ánimo de lucro que se crearon por iniciativa ciudadana con el apoyo de los movimientos vecinales y sociales así como de los Ayuntamientos a finales de los años 70, con el inicio de la democracia dada la carencia de servicios de la época. En la actualidad quedan 4 en el Gran Bilbao, 3 en el mismo Bilbao y el de Cruces, en Barakaldo.

El Módulo de Cruces se creó en el año 79 por iniciativa de un grupo de mujeres con problemas familiares y desde esa fecha realiza su actividad en unos locales cedidos por el Ayuntamiento. Los ámbitos en los que interviene son tan diversos y dispares, aparentemente, como la salud mental infanto-juvenil y de adultos; adolescentes con problemas de conducta; emigrantes; alcoholismo; situaciones de exclusión social, ludopatía y violencia de género.

Lo que tienen en común todos ellos es el moverse en los márgenes de lo que se entiende por normalidad.

Durante todos estos años, siempre ha colaborado con los diferentes servicios públicos existentes, y tras la creación de Osakidetza-Servicio Vasco de Salud firmó un convenio de colaboración, vigente durante más de 20 años, sin problemas ni quejas, para la atención en salud mental de la zona (40.000 habitantes) de modo exclusivo y con dos centros de salud de referencia, así como la dispensación de recetas y volantes de analítica oficiales.
Ha recibido siempre felicitaciones por la labor realizada con escasos medios económicos suplidos con trabajo y coordinación con el resto de recursos, sanitarios y sociales.
Como ejemplo de ello, en 2006 a propuesta del Departamento de Sanidad se creó un Programa, para toda la provincia, de Atención a ludopatías y en 2011 se firmó con el Ayuntamiento y la propia Osakidetza un Programa de asistencia especializada en violencia de género y/o violencia doméstica.

…y de histeria (RAE, nº 2-Estado pasajero de excitación nerviosa producido a consecuencia de una situación anómala)

- PV: Pero desde hace un tiempo trasciende a su realidad de ser un dispositivo asistencial en un barrio de Barakaldo, sale en los periódicos, hay movilizaciones en la calle, los políticos y el defensor del pueblo hacen declaraciones sobre él y hasta llega a ser una cuestión del parlamento vasco. ¡¿Qué ha pasado?!

- JII: Que ahora hace poco más de un año el Departamento de Sanidad (de gobierno socialista) decidió denunciar el convenio con el Módulo, a su finalización el 31 de diciembre de 2012, porque ampliaba su Centro de Salud Mental en Barakaldo y este podía asumir toda la asistencia en salud mental, por lo que consideraba que ya no era necesario el Módulo. Ello aun reconociendo que no se trataba de cuestiones económicas ni de problemas o quejas asistenciales, al revés suponía un mayor coste. A día de hoy seguimos sin saber las verdaderas razones de esta decisión.

La única dada fue la de que esto supondría una mejora asistencial, a pesar de que de los cuatro Módulos existentes en el Bilbao metropolitano solo se decide no renovar el convenio del de Cruces. O sea que, siguiendo esa lógica durante 30 años los ciudadanos de Barakaldo han sido de segunda, y ahora que los hacen de primera, van a seguir teniendo menos recursos que los de Bilbao, ya que allí si se mantienen los Módulos y la posibilidad de elección asistencial entre el centro oficial de Osakidetza y el Módulo de la zona.

La desaparición del Módulo supone además de la pérdida en la zona de la asistencia especializada en salud mental, suprimir los programas psicosociales que realiza, complementarios a aquella, así como los ya mencionados de atención a ludopatías y de violencia de género y/o violencia doméstica.

Malestar y salud mental democrática

- PV: Es asombroso cómo, ante la razón técnica, las posiciones políticas de izquierda o derecha se entregan a ella, incluso decidiendo sobre iniciativas ciudadanas que merecen al menos el respeto del debate abierto, responsable y en el que los expertos deberían ser los primeros en demostrar la razón o sinrazón de su perspectiva. A veces parece ser un punto ciego de la democracia misma.

- JII: Actualmente parece que el mandato electoral obtenido en las urnas permite hacer cualquier cosa. De ahí que gestores y técnicos se creen con la licencia de hacer lo que quieren sin tener en cuenta la opinión de la ciudadanía.

Y en este caso se han encontrado con un movimiento ciudadano inesperado y además hacía años que no se veía algo igual. Un movimiento unánime que ha sido capaz de unir y poner de acuerdo a los partidos políticos desde la derecha a la izquierda radical, conseguir el apoyo de todos los sindicatos y de los diferentes colectivos sociales, provocando la solidaridad más allá del barrio y su zona de influencia.

Esta reacción provocó la negativa al cierre por parte de los pacientes, vecinos y equipo profesional (dos psiquiatras, una psicóloga y un auxiliar administrativo) lo que ha originado un amplio movimiento ciudadano plasmado en recogida de firmas (más de 5.000 en dos meses), 2.500 cartas, en 15 días, al nuevo Lehendakari elegido en diciembre de 2012, concentraciones y movilizaciones, comunicados de prensa, entrevistas en radio y tv, peticiones de amparo al Ararteko (Defensor del pueblo vasco), el apoyo de todos sindicatos y de todos los grupos municipales del Ayuntamiento, que por dos veces en pleno y por unanimidad han pedido el mantenimiento del Módulo, suponiéndoles contradicciones a algunos partidos entre su posición en el Ayuntamiento y el Gobierno (primero con el PSE-PSOE y ahora con el PNV).

Desde el 1 de enero que estamos sin convenio y por tanto sin ingresos, el Módulo se mantiene con las aportaciones de los pacientes, algo pedido por ellos mismos, y a día de hoy siguen acudiendo a consulta el 75% de ellos (casi 800 personas), incluso recibiendo nuevos casos que acuden por primera vez, aun sabiendo que van a tener que dar una aportación. Y ello a pesar de la amplia campaña realizada por Osakidetza para que los pacientes se trasladen a su centro y criticando la calidad y competencia de nuestra asistencia.

Se defiende no solo el mantenimiento del Módulo, sino también de un modelo de trabajo, que se puede resumir en lo dicho por los pacientes en una asamblea: “No nos mejore que no lo necesitamos. Estamos muy bien con lo que tenemos”.

Porque algunos hablan de lo público y del bien de los ciudadanos, de los derechos de los locos y de su igualdad de trato, pero luego no toman en cuenta su opinión, ni lo que los ciudadanos dicen y quieren. Es el bien común sin contar con el común.

El Ararteko en su informe sobre el año 2012 al Parlamento Vasco, de marzo de este año, señalaba: “Hemos de manifestar que la excelente trayectoria del Módulo, con más de 30 años de servicio a nuestra administración sanitaria, así como el compromiso y profesionalidad de su equipo, hacen recomendable articular alguna suerte de continuidad de aquel, apoyada por nuestras administraciones públicas, con el fin de complementar la atención ofrecida desde la red”.

Y finalmente en julio se votó una proposición no de ley a favor del mantenimiento del Módulo que salió adelante, con los votos de EH-Bildu, PSE-PSOE y PP y la oposición del PNV, actualmente en el gobierno, y UPyD.

Hystorización

- PV: Pero claro, si las evaluaciones siguen siendo un asunto puramente técnico, no habrá salida porque tanto los políticos y hasta los jueces, y mucho menos los ciudadanos, no tendrán nada que decir.

- JII: En este caso se acaba reevaluando abiertamente la situación en medio de un malestar social añadido al de la crisis. Aceptamos ser evaluados por nuestro trabajo y lo que hacemos, aunque considero que la evaluación ya está hecha por los ciudadanos. Pero además ponemos en la calle, y sacamos a debate sobre una mesa que parece no existir para algunos, los términos que los técnicos parecen no considerar y que vienen de antiguo:

-El bajo coste de los servicios del módulo para la administración y, por tanto, para el conjunto de la ciudadanía, así como la facilidad de acceso y derivación para las redes sanitaria, social y educativa, que lo han elegido con frecuencia de forma preferente.

-La especial atención que presta a colectivos en riesgo de exclusión social, a los que prioriza y facilita la accesibilidad al máximo.

-La estabilidad de su equipo profesional, personas que permanecen a lo largo de los años motivadas por un proyecto y modo de trabajo diferente, aun con condiciones laborales y de medios comparativamente peores.

-Tomar el testigo y actualizar una iniciativa social que fue pionera en atender necesidades sociosanitarias con un enfoque comunitario, abriendo caminos hoy consolidados en la salud mental y en la atención a la mujer y que sigue estando muy en contacto con la calle para detectar y dar respuesta a las necesidades actuales.
En definitiva, aceptamos ser evaluados, pero a la vez exigimos, como ciudadanos, evaluar nosotros también a nuestros administradores y que rindan cuentas de sus acciones.

Analista ciudadano

- PV: Con todo lo que cuentas y ha pasado, es un poco inevitable considerar la fragilidad en que todo se desarrolla a cada paso, en ese sentido la posición del psicoanalista ciudadano aparece aún más necesaria en la consideración de las contingencias.

- JII: Sin ninguna duda. En todo esto me he visto llevado a asumir un papel importante, primero negándome al desmantelamiento del Módulo (me ofrecieron un puesto de trabajo en su centro y trasladarme allí con la agenda y los pacientes), pidiendo el mantenimiento del equipo y apoyando las reivindicaciones de los pacientes y vecinos. Ello ha supuesto abandonar el papel de trabajador sumiso y obediente mantenido durante años, salir a la luz y dar la cara, aceptando ser el portavoz del Módulo y de algún modo asumir la orientación del movimiento, ayudado por algunas otras personas.

Encontrar la buena manera de orientarse por la política de las consecuencias, previendo los movimientos que se van a dar, hilar un discurso en los medios de comunicación que tenga efectos políticos, orientar las acciones de grupo desde las individualidades, poner en juego el propio cuerpo y asumir una posición de deseo decidida, con el goce implicado en ello, sabiendo que no hay ninguna garantía de éxito, es algo que sin el análisis personal y sus efectos no hubiese sido posible.

Y así, cuando esto se suponía cuestión de unas semanas, nos encontramos en que ha pasado más de un año, y aquí seguimos sumando apoyos y habiendo llegado a lugares en principio impensables como el parlamento.

Poco más por hacer, y si no se da pronto el inicio de una negociación también hay que valorar el momento de concluir.

Notas:
(1) E. Laurent “Psicoanálisis y Salud Mental”. Ed. Tres Haches, 2000

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ENTREVISTA A LUCIANA CADAHIA, PARTICIPANTE EN LA 3ª MESA DEL FORO
Luciana Cadahia. Doctora en Filosofía. Profesora del Máster Filosofía de Historia: Democracia y Orden Mundial (Universidad Autónoma de Madrid).

¿Cree usted que hay un malestar en la democracia?. En tal caso: ¿Qué tipo de acción política le correspondería a este malestar?

Antes de responder esta pregunta me gustaría hacer algunas precisiones. Me parece que en este momento hay dos maneras distintas de entender la democracia. Por un lado, existe la convicción de que la democracia es un modelo formal y abstracto, capaz de ser aplicado (desde fuera) a cualquier rincón del planeta. En este caso pareciera que la democracia se limita a cumplir un rol técnico-regulativo, en el que el papel de la política se reduce a su mínima expresión y la figura del experto reemplaza a la del político. Este ejercicio de normalización de la experiencia democrática, abocado a la tarea de invisibilizar los conflictos y tensiones internas de la sociedad, ha sido la piedra de toque de la Socialdemocracia europea. No hay que olvidar que este discurso se encontraba respaldado por el relato del fin de la historia y la creencia en el pleno auto-desarrollo de las capacidades individuales. La contra-cara de este relato, ha sido el intento sistemático de disolver el tejido social e incorporar la lógica neoliberal en los diferentes ámbitos de la vida social.

Así, la democracia de mercado, lejos de ser el espacio en el que se disputa y configuran las formas de vidas que nos damos a nosotros mismos, establece de ante mano, a través de una paradójica experiencia de libertad, los esquemas de deseos colectivos e individuales. Sin embargo, sería demasiado reduccionista y unilateral de nuestra parte pensar que la experiencia democrática se reduce a esto, no sólo porque existen verdaderos ejercicios de resistencia a esta forma de gobierno, sino también porque es posible entender la experiencia democrática de otra manera. Me refiero a la experiencia que está teniendo lugar en algunos países de América latina. No niego que lógica neoliberal también esté presente allí, pero me parece que esta experiencia democrática permite ponerla en cuestión. Sobre todo porque, al visibilizar los tensiones internas de las sociedad, muestra la dimensión política que subyace a las distintas formas de vida que hay en juego.

A mi entender, mientras que la primera experiencia democrática, en su intento por neutralizar la política, expresa el mal-estar mismo de la democracia, esta última forma que acabo de indicar, deja que se exprese el malestar en la democracia. También creo, y con esto me gustaría responder a la segunda parte de la pregunta, que la ciudadanía europea está pujando por un despertar de la democracia en la segunda dirección que acabo de indicar. El relato de la socialdemocracia europea se ha desquebrajado y en este momento se está redefiniendo el sentido de Europa. No sabemos lo qué va a pasar, pero es necesario que la ciudadanía europea, sobre todo en los países del sur, asuma el desafío de considerar a la democracia como un dispositivo de resistencia al capitalismo financiero, en caso contrario, todo apunta al triunfo de una de las combinaciones más perversas de nuestra historia, a saber: liberalismo salvaje en lo económico y conservadurismo feroz en lo social.

¿Cree que la actual situación política puede tener efectos sobre la subjetividad?. Y, si fuera así, ¿cuáles serían para usted los más destacables?

Uno de los aportes más interesantes del proyecto filosófico de Michel Foucault, ha sido el de mostrar cómo la prácticas políticas inciden en los procesos de sujeción y subjetivación de los hombres. Si pensamos sobre la situación política actual en España, es evidente que se ha hecho añicos el dispositivo socialdemócrata que configuraba las formas de subjetividad individual y colectiva. Estamos ante un escenario de gran incertidumbre y esto lo sabe muy bien la élite española, por eso necesita crea un Estado represor que reprima la aparición de sujetos políticos colectivos. Pero también es cierto que las actuales formas de protestas sociales están generando un empoderamiento de la ciudadanía decidida a romper con la autocensura que esta derecha ha sabido construir de forma paciente y calculada durante décadas en España. Esa misma derecha que configura los registros cotidianos de la sensibilidad, las formas de pensar y decir lo común. En esta guerra estética la derecha española lleva mucha ventaja, pero la olla podrida se ha destapado. No sabemos qué sucederá, pero lo cierto es que el relato oficial se ha derrumbado y con ello se abre la grieta irreconciliable entre el pasado y el presente.

Ahora está en manos de la ciudadanía animarse a construir otra narración del pasado, lo que quizá permita construir nuevas formas de subjetividad, en el que los afectos y las pasiones colectivas no sean instrumentalizados por el cálculo burocrático de los efectos, sino que pasen a formar parte del juego de lo político.

¿Qué singulariza hoy a la retórica del poder?

Me parece que hablar del poder a secas resulta un poco problemático, pero sí es verdad que la retórica del poder capitalista contemporáneo es bastante perversa. La retórica actual difiere de los antiguos discursos belicistas de los Estados-Nación del siglo pasado, pero no creo que por eso sean menos violentos y autoritarios. Digamos que esta retórica es una especie de máquina de guerra que se mantiene gracias a la retórica del consenso, la gestión y la proclamación de la libertad individual. Y, paradójicamente, esto genera un dispositivo de sujeción que desborda al mismo sujeto que lo experimenta, ya que produce una especie de máquina deseante eufórica y desenfrenada capaz de generar en los individuos unos parámetros de confort y felicidad afines a la lógica de la acumulación del capital.

¿Cómo piensa la articulación entre política y psicoanálisis?

Sería un poco atrevido de mi parte ponerme a hablar de psicoanálisis, mis lecturas sobre el tema son demasiado fragmentadas y reconozco que no dispongo del lenguaje técnico ni del conocimiento necesario para atender esta respuesta. Sin embargo, sí me animo a decir que, además de existir una larga historia de encuentros y desencuentros entre el psicoanálisis y la política, el pensamiento político contemporáneo está totalmente atravesado por la experiencia del psicoanálisis. Y, al revés, me parece que la práctica del psicoanálisis es de por sí una experiencia política. Por eso mismo, creo que el vínculo entre psicoanálisis y política se mueven entre estos dos extremos, a saber: entre el psicoanálisis de la política y la política del psicoanálisis. Es decir, si nos situamos desde el punto de vista del psicoanálisis, éste nos ayuda a pensar hacia dónde nos conduce la experiencia política contemporánea y, desde el punto de vista de la política, ésta vuelve a operativo y pone a prueba determinados conceptos y/o problemas planteados por el psicoanálisis. En ese sentido, me parece que es una articulación bastante fecunda, aunque quizá en España debería serlo aún más.

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ENTREVISTA A MANUEL MONTALBÁN PEREGRÍN, PARTICIPANTE EN LA 2ª MESA DEL FORO
Manuel Montalbán Peregrín. Psicoanalista. Miembro de la ELP y de la AMP.

¿Cree usted que hay un malestar en la democracia? En tal caso: ¿Qué tipo de acción política le correspondería a este malestar?

Autores como Victor Pérez-Díaz han utilizado la expresión “malestar de la democracia” para referirse a la fragilidad endémica de este sistema político, en cuanto a dimensiones existenciales, representativas y transcendentales, que exigiría modos responsables de hacer con la comunicación, la educación y la autoconfianza.

En esta ocasión se ha optado, y me parece muy oportuno, por la denominación “malestar en la democracia” para distinguirlo de la propia entropía de cualquier sistema político y centrarlo, como recientemente señalaba Luis Seguí, en el aquí y ahora de nuestro entorno político y social.

La pregunta sobre si realmente existe este malestar en la democracia se ha transformado, y dramatizado, en los últimos tiempos hasta llegar a ser enunciada como “¿Por qué no se hunde España?” (El País, 25 de agosto de 2013). Definitivamente las ideas políticas de la ciudadanía pretenden ser sustituidas por meras opiniones de administrados. Muchos sociólogos siguen pensando que los estudios de opinión reflejan una radiografía de la verdad nacional, cuando más bien representan los efectos sobre el imaginario popular de las narrativas mediáticas. El último barómetro de Metroscopia concluye que es la confianza en ciertas instituciones públicas y de la sociedad civil, no estrictamente “políticas”, los últimos pilares del maltrecho sistema español. La mayor confianza la recogen el cuerpo de investigadores científicos y los sanitarios del sistema público. No son ajenos a esta valoración evidentemente el negro futuro de la investigación en nuestro país y la necesidad de emigración de los científicos, así como la acción intensa e incansable del movimiento a favor de la sanidad pública. Claramente representan dos de los ámbitos donde han surgido movimientos colectivos de denuncia y defensa, y es por ello que se evalúan de manera más positiva (esta es mi interpretación de algunos datos del barómetro). Los porcentajes descriptivos ayudan a explicar tautológicamente cómo la erosión manifiesta de figuras e instituciones (políticos, patronal, sindicatos, gobierno) se compensa con la aceptación de otros colectivos más confiables y cercanos con sus protestas a pie de calle.

Me parece que esta justificación no es suficiente, pues para sobrellevar la liquidación del Otro simbólico de la que somos testigos tiene que existir una estructura de emplazamiento alternativa con consecuencias definitivas sobre los sujetos y la trama social, que necesita ser elucidada.

Después de esta introducción, mi respuesta es sí, hay un malestar en la democracia de presentación compleja y diversa, y que necesita una labor rigurosa de lectura. Esta creo que es la primera acción política necesaria, y propuestas como la de este Foro pueden contribuir a desarrollarla.

¿Cree que la actual situación política puede tener efectos sobre la subjetividad?, y, si fuera así, ¿cuáles serían para usted los más destacables? ¿Qué singulariza hoy a la retórica del poder?

Voy a intentar responder conjuntamente a la segunda y tercera cuestión. Con Lacan sabemos que cada discurso (discurso como barrera simbólica al goce, modalidad del vínculo, de habitar el lenguaje) sitúa al sujeto en un lugar determinado, pereza, ignorancia, trabajo, producto. El Discurso del Amo antiguo enmarcó la ética del superyó y ha administrado el malestar en la cultura a través de una serie de dispositivos históricos que permitieron establecer representaciones compartidas sobre el sexo, la lengua y la muerte, codificando sentidos para distintas épocas. Esto fue posible gracias a la fijación fantasmática entre el sujeto y el objeto que sostiene la realidad psíquica. En general, cualquier aventura emancipadora o redistributiva ha encallado en su confrontación con la función del objeto en el fantasma, la inercia del goce en los seres hablantes.

La puesta al día del Discurso del Amo que representa la conjetura lacaniana del Discurso Capitalista, que anticipa en la década de 1970 la consumación del régimen neoliberal, pone entre paréntesis su propio carácter civilizador. Es el espejismo del ego capitalista y la voluntad absoluta desencadenada de mano de la técnica al precio de la mercantilización de cuerpos y subjetividades, disolución de los vínculos y extrema dificultad de vehicular prácticas discursivas alternativas. Su cara menos amable y cercana irrumpe para la mayoría en estos contextos de crisis y miseria compartida de “consumidores compulsivos”.

Recientemente Jorge Alemán va más allá de la crítica manifiesta al neoliberalismo como ideología que defiende el retraimiento del Estado, su desmantelamiento a favor del mercado y las dinámicas automatizadas del capitalismo financiero. En un “segundo momento” de su estrategia de dominación el neoliberalismo se constituye en un productor permanente de una nueva racionalidad dominante y un tipo de subjetividad correlativa: el sujeto neoliberal, como sujeto emprendedor donde los haya, vive permanentemente en relación con lo que lo excede, la maximización del rendimiento y la competencia ilimitada, entregado a las técnicas evaluadoras que ratifiquen su éxito, y acosado, también, por la posibilidad del fracaso, o acaso por la irrupción del traumatismo imprevisto que lo convierta en una víctima de la serie de la sociedad del riesgo.

¿Cómo piensa la articulación entre política y psicoanálisis?

Mi interés por establecer, y problematizar también, el nexo entre el psicoanálisis y la política desde hace años deriva, entre otras cuestiones, de la tensión que puede representar la fuerte implicación política del descubrimiento freudiano (el inconsciente es político) y la no alienación ideológica de Freud o Lacan. En El Porvenir de una Ilusión, por ejemplo, Freud afirma que la civilización que no ha podido evitar que la satisfacción de una minoría se obtenga a consta de la opresión de otros muchos no tiene perspectiva de conservarse de manera duradera ni lo merece.

Así el contacto entre el psicoanálisis y el pensamiento político ha sido reiterado desde momentos tempranos, aunque con resultados agridulces. Es necesario reconocer que ha sido mayoritaria, sobre todo en el ámbito anglosajón, la aproximación al concepto de inconsciente desde una óptica individualista. De hecho, muchas críticas vertidas sobre la influencia del psicoanálisis en la teoría política se han basado en el recurso privilegiado a factores psicológicos individuales (pensemos, por ejemplo, en el constructo de la personalidad autoritaria de Adorno). No hay que olvidar que tanto la teoría cultural como la concepción pulsional, en sus últimas elaboraciones, representan el equipaje más comprometedor de la herencia freudiana que, en su emigración hacia Norteamérica, las generaciones de psicoanalistas suelen dejar en tierra.

Recientemente, sin embargo, se realizan acercamientos al psicoanálisis desde las ciencias humanas, centrados en la cuestión social y sus múltiples derivaciones, que en muchas ocasiones sorprenden incluso a los propios psicoanalistas. Estos intentos osmóticos están permitiendo la aproximación a esferas de debate donde el psicoanálisis, sobre todo en la orientación lacaniana, se convierte en herramienta para la reflexión política, preferentemente desde posiciones críticas y alternativas. Pero la presencia de referencias inspiradoras lacanianas no asegura siempre un corpus estable de posicionamiento más allá de la utilización de conceptos con cierto carácter aplicable al análisis político contemporáneo: falta, real, goce, etc. Frente a la mera apropiación-aplicación de la teoría lacaniana, la presencia de propuestas, como la fórmula “izquierda lacaniana” sobre la que seguro tendremos oportunidad de conversar, se hace inexcusable para trazar vías en las que el pensamiento de Jacques Lacan puede contribuir activamente al debate sobre el futuro de la tradición marxista, y a establecer una nueva lógica de la relación política-sujeto.

En general, la influencia lacaniana al pensar la política se caracterizada por el mantenimiento de una posición epistemológica y ontológica no-esencialista, la deconstrucción del sujeto emancipatorio y la subversión de la unicidad homogeneizante del discurso capitalista y de las formas de sujeción y subjetivación que lo acompañan.

Aquí debemos tener presente la distinción de Lacan, en el Seminario XX, Aún, impartido en el curso 1972-73, entre revolución y subversión. Lacan asimila la revolución a un movimiento circular, giratorio, que siempre está destinado a evocar el retorno: da igual quién ocupe el centro de rotación, la concepción del mundo seguirá siendo esférica. La subversión, afirma, “no está en haber cambiado el punto de rotación de lo que gira sino en haber sustituido un gira por un cae”.

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ENTREVISTA A CARLOS FERNÁNDEZ LIRIA, PARTICIPANTE EN LA 1ª MESA DEL FORO
Carlos Fernández Liria. Filósofo, escritor, guionista, ensayista. Profesor de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

¿Cree usted que hay un malestar en la democracia?

La democracia está secuestrada. Si no hay ciudadanía no hay democracia que valga. Y el capitalismo es incompatible con la ciudadanía, lo ha sido siempre y lo es cada vez más. La condición de la ciudadanía es la independencia civil, el no depender de otro para subsistir. Todo lo contrario de lo que tenemos: la vida entera de la población depende de un pestañeo de los mercados, de un nerviosismo de los poderes financieros que haga que se dispare la prima de riesgo. Los siervos de la Edad Media eran mucho más independientes civilmente de lo que son los actuales votantes de nuestras democracias.

En tal caso: ¿Qué tipo de acción política le correspondería a este malestar?

Hay que luchar por constituir una verdadera independencia civil de la población. Y aquí se han barajado distintas posibilidades históricas: desde una estatalización de los medios de producción que permita convertir al ciudadano en algo así como un funcionario, hasta la asignación de una renta básica que le garantice su subsistencia. Mientras que conseguimos algo así, lo mejor es no parar de insistir en que sin eso no podemos hablar en absoluto de ciudadanía ni de democracia ni de Estado de Derecho. Por lo menos, hay que deshacer el truco retórico fundamental del discurso dominante, que comienza por apropiarse de todos los conceptos del pensamiento político republicano.

¿Cree que la actual situación política puede tener efectos sobre la subjetividad? Y, si fuera así, ¿cuáles serían para usted los más destacables?

El 99 % de la población mundial no goza de la condición de la ciudadanía. Al contrario, ese ciudadano basura que ha sido el proletariado moderno se está convirtiendo cada día más en una especie de proletariado basura al que, paradójicamente, se le llama con una figura retórica que corta la respiración: “emprendedor”. Un sujeto que ya no es que no tenga condiciones materiales para ejercer ningún derecho político (aunque, “formalmente”, se le otorgan todos en un papel mojado), sino que es que ya no tiene ni siquiera la protección sindical más elemental, es decir, el derecho a la negociación colectiva (un derecho que, sin embargo, está consagrado en nuestra Constitución por encima de las Leyes Orgánicas).

¿Qué singulariza hoy a la retórica del poder?

Acabo de aludir a ello. Es una nueva vuelta de tuerca en el truco retórico más fundamental del discurso dominante en la sociedad capitalista. A lo que no era más que proletarización, se le llamó ciudadanía. Ahora, cuando es la clase de Warren Buffet la que va ganando por goleada (como él mismo declaró en Wall Street), al proletario se le llama “emprendedor”. Es la formación de nuevo tipo de subjetividad sin ningún tipo de derecho colectivo.

¿Cómo piensa la articulación entre política y psicoanálisis?

Para mí, el psicoanálisis es una herramienta científica fundamental para comprender la subjetividad humana, una subjetividad libre, pero con psiquismo; racional, pero obligada a hablar una lengua materna marcada por el sexo y la infancia. Esta herramienta científica será todo lo imperfecta que se quiera, pero es de las pocas que tenemos de verdad. La necesitamos para comprender qué le está ocurriendo a la subjetividad humana en estas nuevas condiciones políticas abocadas a la -según la expresión de Sennet- “corrosión del carácter”.

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ENTREVISTA A LAURA SUÁREZ, PARTICIPANTE EN LA 2ª MESA DEL FORO
Laura Suárez. Licenciada en Ciencias Políticas. Doctora en Filosofía por la Universidad Paris VII y UCM.

¿Cree usted que hay un malestar en la democracia? En tal caso: ¿Qué tipo de acción política le correspondería a este malestar?

Creo que no sólo asistimos a un flagrante malestar democrático, sino también a una grave situación de impotencia que afecta la posibilidad misma de lo político. La democracia no es algo que una vez instalado logre reproducirse de forma tranquila y automática, no constituye ninguna obviedad. Al contrario, la democracia es una forma de pensamiento y una práctica del ser en común que necesita poder ser argumentada y discutida, que precisa del reconocimiento de su propia fragilidad y la toma de conciencia de su permeabilidad a estrategias diversas de poder que terminan por reducirla a mero semblante. Por eso, en una situación de creciente banalización de la vida política por la usurpación que de su espacio y principios ha realizado el mundo financiero, resultaría quizás conveniente implantar una nueva apropiación crítica de la democracia que recupere algunas de las ideas despejadas por el pensamiento clásico.

Pienso por ejemplo en la relación entre el espacio público y la actividad deseante postulada por la cultura griega, esto es, en la necesidad de una virtud cívica que sitúe al saber hacer con el deseo de uno como requisito innegociable para poder hacer con el deseo de todos. Desbanalizar la democracia supondría además actualizar una distancia crítica con respecto a la misma, es decir, retomar una toma de posición individual y colectiva en la que lo subjetivo y lo político puedan desmarcarse del universo compacto y saturado creado por el Capital para, desde un nuevo lugar, poder efectuar un pensamiento y una acción capaces de re-potenciar la existencia democrática y de poner efectivamente en evidencia los estragos que el imperio de lo económico produce en la vida comunitaria.

¿Cree que la actual situación política puede tener efectos sobre la subjetividad? y, si fuera así, ¿cuáles serían para usted los más destacables?

Pienso que toda situación social y política tiene efectos sobre la subjetividad. La política (y la economía política, esencialmente) tiene un dominio subjetivo incuestionable, y negar esta evidencia supone no sólo una muestra de deshonestidad y de irresponsabilidad intelectual, sino una incoherencia radical en la manera de entender la posibilidad de vivir juntos.

Quizá uno de los efectos subjetivos de la actual situación sea precisamente la falta de conciencia de esa recíproca pertenencia entre lo individual y lo colectivo, y por ello mismo, la creciente pérdida del valor de la experiencia recíproca en el registro implicado de la subjetividad y de la comunidad. Asistimos a una decadencia progresiva de la vida entendida como experiencia soberana (Bataille tiene bellos textos sobre esto), de ahí la cada vez más acuciada tendencia a la inercia subjetiva y a la resignación indolente de los gobiernos y de los partidos políticos.

Considero, pues, que tanto la democracia como las subjetividades que la habitan deben recuperar su valor de experiencia, su autoridad soberana, asumiendo que la ruina de la primera como experiencia de la vida común conlleva una inevitable ruina de la segunda como experiencia de la vida propia.

¿Qué singulariza hoy a la retórica del poder?

Quizá la singularidad del poder actual reside en su recurso a una retórica del hechizamiento, en el sentido en el que Artaud utiliza este término para referirse a la manera en la que el Gran Demiurgo, el Gran Otro, vampirizaba su pensamiento y su cuerpo. A través de distintas estrategias de un marketing discursivo basado en argumentos de compensación del sentido de la opresión (opresión que se legitima por ser entendida como mal necesario pero imprescindible para garantizar la sacrosanta seguridad), la retórica del poder nos encanta. La astucia de su lengua es que es capaz de atrapar y “conjurar” los canales de sentido inconscientes y penetrar en lo más íntimo de los sujetos, alienando tanto sus maneras de decir como sus modos de gozar. Pero conviene matizar que en nuestros días no es la retórica de un poder político independiente la que embelesa a los sujetos, sino la lengua de un poder económico con capacidad de decisión política la que, con sus babas, intenta ahogar toda forma de realidad subjetiva que ofrezca alternativas a la situación de impotencia y de desamparo de lo común impuesta por aquélla.

¿Cómo piensa la articulación entre política y psicoanálisis?

Me parece que esa articulación pasa por lo que llamaría la necesidad del ser humano (que habla y que tiene un cuerpo) de ser-sentido. Es decir, la política y el psicoanálisis pueden considerarse como dispositivos de saber práctico que afectan a lo común del sentido y al sentido de lo común, con la particularidad de que el segundo piensa ese común en su relación con lo singular de cada uno, y que ese singular se presenta muchas veces ajeno al saber de los sujetos. Ambos hacen frente a los efectos de la insuficiencia estructural que caracteriza al ser hablante abocado a la vida colectiva, y ambos intentan establecer una mise en scène y una mise en sens de esa fisura incolmable que permita a los sujetos con-vivir en una existencia hecha de fracturas y de arreglos de sentido.