TIRESIAS// QUÉ FAROLES PARA UN AGUJERO IMPOSIBLE (MARTA GARCIA DE LUCIO) // TIRESIAS EN LA CIUDAD DEL ESPECTÁCULO (ROSA GODINEZ)

 

QUÉ FAROLES PARA UN AGUJERO IMPOSIBLE

 

VIA JORNADASELP

La fraternidad entre filosofía y psicoanálisis radica en dejar abierta la cuestión de la verdad que el discurso de la ciencia ignora y el discurso capitalista banaliza

Rithée Cevasco

Para poder poner a dialogar dos campos que trabajan la subjetividad como son el Psicoanálisis y la Teoría Queer, es necesario hacer unas aclaraciones previas sin las cuales la conversación se ve absolutamente obstaculizada. En primer lugar, el psicoanálisis como corpus teórico nace de la clínica y se aboca de vuelta a ella. Trata de la singularidad en su sentido más radical, si bien se sirve de orientaciones generales. La Teoría Queer sin embargo, es fruto de la reflexión filosófica, y da cuenta de las condiciones sociales que posibilitan modos de subjetivación de unas normas de género que generan a su vez una oposición entre los incluidos y los excluidos. Podríamos decir pues, que el primero se dedica a los recovecos de la psique singular, y la segunda se concentra en un nivel más de lo político. El Psicoanálisis, pues, se hace preguntas sobre la estructuración psíquica de los sujetos, mientras que la Teoría Queer se las hace en torno a las condiciones de posibilidad de la subjetividad, al marco social. Estas diferencias no significan per se, que ambos campos ignoren las consecuencias del discurso del otro. Hasta qué punto conviene que se tengan en cuenta ya es harina de otro costal. ¿Le interesa al Psicoanálisis tener en cuenta la carga semántica de “lo femenino” y “lo masculino”? ¿Es importante para la práctica clínica abordar la cuestión de la diferencia sexual no sólo a partir de la estructuración psíquica, sino también de lo que precede a ésta? Y del mismo modo ¿Es necesario que la Teoría Queer aprehenda lo psíquico para su filosofía crítica y para sus prácticas políticas?

Para ambos discursos, el sexo es consecuencia de un proceso, si bien para cada uno se trata de un proceso distinto. Lacan nos aporta las fórmulas de la sexuación como momento de una estructuración del sujeto en relación al goce, es decir, en un momento dado, el sujeto elige inconscientemente un goce: el goce fálico (masculino), o el goce no-todo fálico (goce otro, goce femenino). El sexo pues no tiene que ver con la anatomía, ni con el género sino con un modo de gozar. Butler, por otro lado, nos trae el asunto de la norma como forma de regular una materialización del sexo, que no es ni enteramente biológico ni meramente cultural, a través de la reiteración (un asunto interesante sería ver qué conexiones y desconexiones podemos encontrar entre esta reiteración de la norma, y la repetición sintomática del inconsciente), “afirmar que las diferencias sexuales son indisociables de las demarcaciones discursivas no es lo mismo que decir que el discurso causa la diferencia sexual” (Butler: 2002). Lo importante aquí, es que sea como fuere, no hay sexo sin marco social de producción del mismo, si bien esto no implica un discurso todopoderoso.

¿Puede resolverse la cuestión de la diferencia sexual, exclusivamente desde el psicoanálisis, o desde las teorías construccionistas, o desde la biología? Que a cada campo le interese poner el foco en uno u otro lugar, no conlleva una exclusión inevitable del resto. De hecho, alumbrar siempre genera sus sombras, y quizás es desde varios puntos de iluminación que esas sombras puedan ser menos. No hay duda de que dar cabida al inconsciente en lo político, ha de servir para desenredar ciertas cuestiones, se me ocurre por ejemplo, la confusión entre aceptación y conformismo. Llevándolo al terreno de la diferencia sexual, podríamos decir que la aceptación del modo de goce propio –que deviene de un trabajo de análisis previo que lo ha puesto de manifiesto-, la aceptación del sexo, facilita, en alguna medida, la vida al sujeto, y esto no tiene que ver con ningún tipo de conformismo. La aceptación que llega a través del análisis en el campo de lo singular, puede trasladarse a lo colectivo, generando otro tipo de política. Una política más alerta a lo singular. Pero por otro lado, ¿les interesa a los psicoanalistas pensar el sexo desde las teorías que se centran sobre todo en el terreno de cultivo del mismo? ¿Cabe seguir preguntándose qué queremos decir cuando enunciamos “hombre” y “mujer” a la hora de examinar las fórmulas de la sexuación que propone Lacan? ¿Qué elementos afectan a la constitución psíquica del sujeto a la hora de tomar una posición respecto al falo (tenerlo o serlo)?  Donde pudiera resultar evidente para algunos tales significantes, es de vital importancia para aproximarse a eso que podríamos llamar roces de verdad teórica desde el pensamiento teórico y la práctica clínica, mantener vivos los interrogantes que nos permiten avanzar en el terreno analítico.

Este Ser-para-el-sexo, no resulta una tarea fácil de encarnar, no es sencillamente una doblegación del ser al sexo, sino más bien una complicada cruzada interior del sujeto por, una vez hecha la elección inconsciente del modo de goce, encajar en uno u otro, en un marco que establece las reglas del juego a priori (Es de este marco que se encargan de pensar las Teorías de Género). Esto es lo que podríamos llamar género. Pues si en definitiva la diferencia sexual nada tiene que ver con el género, ni con el sexo anatómico ¿Por qué llamarlo femenino o masculino? ¿Por qué encontramos más mujeres del lado del goce no-todo y más hombres del lado del goce fálico? Creo que es interesante no dejar estas preguntas cerradas con respuestas en torno a cierta inocencia del lenguaje, o a algún tipo de argumento ad verecundiam. Luego, el empeño más allá de la batalla interior, consiste en además, proporcionar una relación sexual que es imposible. De esto se deriva la siguiente conclusión: si no es posible para un sujeto encarnar un sexo en paz, como iban a poder dos sujetos encontrarse en alguna suerte de proporción armoniosa entre ambos. Y de ahí, los síntomas. Esta dificultad en encontrar una forma calma de vivir el sexo, se puede resolver en la clínica, más o menos -ya sabemos que una cura como tal, no la hay-. Sin embargo, ¿resta esto relevancia al pensar y maniobrar en lo político para que el sexo tenga otras condiciones de posibilidad en lo social, y por lo tanto otras consecuencias en la subjetividad? Y, es más, ¿no es importante para el analista estar advertido de esto para evitar prejuicios? Si bien es cierto que el analista debe estar vacío de éstos durante su práctica clínica, es menester hacerse dos preguntas ¿Es posible esto incluso cuando uno más tarde piensa y trabaja sobre el caso que tiene entre manos? Y ¿tiene importancia lo que escriben los analistas en revistas y libros que se divulgan así entre sus aprendices?

Es evidente que mucho sufrimiento subjetivo se deriva de esas relaciones con el goce de las que estamos inadvertidos. Y que este sufrimiento no es, en absoluto, exclusivo de las mujeres. No es por una cuestión de justicia en el ámbito de lo subjetivo, que me parece importante aceptar la invitación a pensar la cuestión junto con otros ámbitos teóricos. Me parece fundamental por diversas razones. Hoy hay elementos que nos empujan a repensar lo femenino y lo masculino: la transexualidad –que ya no podemos pensar tan rápidamente como un producto de la psicosis- y la gestión psico-sanitaria de la misma; los tipos distintos de familia; la devaluación del Nombre del Padre; etc.  Además, no sobra dejar ciertas preguntas abiertas cuyas respuestas aceptemos como afectadas por las contingencias socio-culturales de cada época. Cada ficción subjetiva en torno al sexo encuentra su eco en las ficciones de la época. Qué consecuencias tienen estas ficciones en el plano individual, de pareja, y colectivo, es la poza en el que cada campo se sumerge de manera distinta, con fines distintos. Que los fantasmas anden peleados –o amándose demasiado el uno al otro- en el plano imaginario, probablemente no basta para dar cuenta de los problemas de la diferencia sexual; quizás, para tener una perspectiva más amplia, sea necesario finalmente ahondar en las fuentes nutritivas de las que se alimentan esos fantasmas más allá de lo familiar, de la experiencia singular. Por ello, un diálogo entre el Psicoanálisis y las Teorías de Género, se presenta de lo más interesante, ya que ambos tratan de dar cuenta de ese mismo campo problemático que no ha dejado de ser un enigma a pesar de todas las pesquisas -científicas, filosóficas, psicológicas, subjetivas…- llevadas a cabo a lo largo de la historia de la humanidad. Ninguna respuesta clausura la cuestión, es un agujero insondable. Queda sólo el husmear.

Marta García de Lucio, participante del NUCEP -  Madrid

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TIRESIAS EN LA CIUDAD DEL ESPECTÁCULO

 

VÍA JORNADASELP

Si Tiresias se paseara por los círculos sociales de este siglo XXI sin duda le surgirían muchos interrogantes. Para inmiscuirse y pasar desapercibido debería adoptar algunas de las figuras que le son propias como la de mediador. Para ver qué rasgos de época y qué estilos de vida tienen los hombres de hoy, no le haría falta visión alguna, a pesar de que el mundo de hoy está atravesado por la imagen. Con su saber escuchar, su saber hablar y su saber hacer bajo su forma andrógina bastaría para hacerse una idea de que “asistimos al espectáculo del acontecimiento imprevisto” (J.-A. Miller, Los usos del lapso, p. 118).  No obstante, pasados ya el primer decenio del cambio de siglo, descubriría que ciertos avances que producen cambios en las maneras de funcionar, de trabajar y de hablar ya no provocan tanto asombro. Nos estamos acostumbrando a lo sorprendente, a lo increíble. Se modifica el campo del lenguaje, el orden simbólico ya no es el mismo, y cambian los contenidos y formas de las palabras mismas y su uso.

Tiresias aprendería rápido que se habla de muy diferente manera ya no, por supuesto, en comparación con la Grecia clásica, sino respecto a un tiempo anterior reciente que padece modificaciones constantes producidas, sobre todo, por los intereses del mercado de consumo. Incorporamos modos de decir diversos que nombran lo nuevo. Cuando en un instante del tiempo digital uno encuentra casi todo lo que quiere saber. ¿Qué profecías contemporáneas podría hacer Tiresias hoy?

Tiresias andrógino ¿quizá podría entender mejor que nosotros la aspiración a la feminización del mundo propia de este nuevo siglo? En la pregunta por el goce de los sexos: ¿quién tiene más placer sexual, la mujer o el hombre? Lacan le asignaría estar en una posición femenina por estar en función de interpretar la particularidad del goce. De esta manera, Tiresias clásico en su vestimenta actual estaría más cerca de la figura del analista. Pues, cada cual en su función, pueden mediar en las paradojas de la época y en el fuera de sentido de lo real sin ley que le es propio. Lo más importante, no obstante, es saber hacer con lo que resta, con lo imposible de decir y de asimilar.

Se apercibiría que “El psicoanálisis cambia, esto no es un deseo, es un hecho, cambian en nuestros despachos de analistas…” (J.-A. Miller en “El inconsciente y el cuerpo hablante”) lo cual da cuenta del nuevo régimen de vida y de las nuevas maneras de hacer de los sujetos y de sostener el lazo social. Hemos pasado de la época freudiana de la represión de la sexualidad al tengo derecho a gozar, que pone en juego el cuerpo, y que en un extremo llega a la puesta en acto de una obscenidad, en ocasiones absoluta. Siempre es de orden sexual pero toma formas diferentes plasmándose en imágenes de matanzas, situaciones de pobreza extremas, nuevas enfermedades por contagio, que dan cuenta de las diversas modalidades de la pulsión y de las manifestaciones de lo real indecible.

Antes en el orden del Nombre del padre, la transgresión y la infracción se manifestaban en el marco de la ley que, como tal, marcaba una regulación. Ahora dicha regulación se pide a gritos en la profusión de los pasajes al acto de hombres y mujeres. Sus cuerpos lo expresan de diversas formas.

Como señala J.-A. Miller, esta era conoce la difusión masiva de lo que se llama el porno y que es el coito exhibido, convertido en espectáculo y en un show fácil de acceder vía internet. Pero todas estas manifestaciones no dicen más que lo que Lacan plantea en su Seminario 23 que “hay un problema en la vida que no tiene solución, pero que no puede dejar de plantearse: No hay relación sexual para la especie humana”.  Las elecciones de sexo hoy contienen en sí mismas una paradoja, pues la mayor libertad de expresión que la sociedad actual permite no se acompaña de la ausencia de malestar y de conflictos, presente por otra parte, e ineludible, en la propia operación subjetiva en juego.

Tiresias se plantearía la cuestión del deseo, qué quieren los hombres y las mujeres de hoy. Lo cual pasaría necesariamente por escuchar a los unos y a las otras, en particular. Si le invitáramos a pasar por nuestras consultas se toparía con que el deseo hoy se hace sentir bajo la forma de la voluntad. ¿Entendería, no obstante, “cómo puede el deseo bajo la forma de la voluntad volverse perentorio, imperativo…”? ¿Cómo se registra en cada sexo? De hecho, lo distintivo del deseo, sobre todo en el escenario actual, es el deseo que pasa al acto, que quiere, que se vuelve voluntad. Ésta presenta sus afinidades con la feminidad, lo cual nos lleva la vía del capricho. Tiresias vería que “el mercado constituido por la sociedad donde nos desplegamos es una cultura del capricho” (JAM, Los usos del lapso, p. 128).

La inconstancia, la inestabilidad, la banalización, el horror al saber inscrito en la peculiaridad de esta época, responden a un real caprichoso. Tiresias se iría de la ciudad del espectáculo, pasando un tiempo como convidado especial en la consulta de los psicoanalistas, sabiendo de la existencia del acontecimiento imprevisto que, como dice JAM, es uno de los nombres de lo real. Se llevaría también algo valioso para anunciar a los suyos: y es que en esta era digital aún están los psicoanalistas bregando para impedir que la sociedad actual no elimine caprichosamente el lugar del pârletre y sus acontecimientos de cuerpo.

*Sociedad del espectáculo que se plasma en las noticias diarias donde el rasgo del exceso se refleja en la cascada de imágenes que llegan por pantalla (diarios y revistas virtuales, you-tube, blogs, magazines, telediarios…) de corrupción en la política, epidemias, muertes y violencia en directo, vida íntima de famosos y gente corriente, etc…”

Rosa Godínez. Miembro ELP y AMP.