Reseña de "Roxe de Sebes" | Diana Novara

portadalibro_RoxedeSebesEs el primer libro que la BOLM presenta en su nueva sede de Madrid, la estrenamos con un amigo de la casa, Ignacio Castro Rey; por cierto no el primero del autor.

Fue una noche entrañable, en la mesa nos acompañó Mercedes Francisco, con gran participación de los oyentes, Roxe de Sebes, se presta a ello, Castro Rey, aborda en él, transcurridos 30 años, una lejana experiencia, que se autoimpuso en su juventud. Se retira a la montaña, en una cabaña azul de piedra y madera, con el propósito de acercarse a un locus primigenio que le permitiese, desde allí, armar, repensar la experiencia vivida: su intensa militancia y las razones conceptuales que otrora le aportara el marxismo, frente al vacío que le produjo ver destituida la posibilidad Revolucionaria, que se le muestra como un imposible.

Busca allí, reinventar su compromiso con el pensamiento contemporáneo cuando el determinismo del materialismo histórico y su concepto de progreso histórico, de evolución, incluso de elevación, se muestra equívoco.

Necesita de la vivencia extrema, en la soledad que habla, necesita buscar la senda de un pensamiento sin doctrina, según sus palabras.

1000 días en Roxe de Sebes, nos dice, sometido a la soberanía del exterior, para encontrar ahí, el sentido de la oscuridad que nos aterra y nos constituye, Busca reconstruirse desde atrás, hasta que el paisaje tuviera el mismo aspecto mítico de un peligro presentido al inicio de la memoria. El autor se pregunta, si puede apartase alguien de su origen remoto, si puede superase el prejuicio natal que lo constituye.

Verifica su experiencia, que todo esfuerzo posterior, tanto de escritor, como de filósofo, no ha dejado de avalar la legitimidad del apego al suelo, a una escena primitiva que es imposible dejar atrás.

Soledad en compañía de un baúl de libros, revisión de poetas, Rilke, Whitman, Joyce, Poun, Machado , confrontación de filósofos, Heidegger, Nietzsche. Spinoza.. y una desenfrenada actividad física: cortar leña para su abrigo, salir de caza, pescar, lavar la ropa y un imaginable largo etcétera.

Soledad impuesta, “oyendo el rumor de los segundos”, en auroras, ocasos y noches, observando nubes, hierbas de verdes cambiantes, nieves de infinitos blancos, rocas que tiemblan bajo el río y la repetición de las estaciones, en que todo muere y renace.

Afirma Castro Rey: la naturaleza “es” la forma soberana del lenguaje, una corriente de signos que solo se capta en el esfuerzo extremo de lo poético. Busca hacer regresar el intelecto y ponerlo a la altura de los sentidos.

Es una travesía, extrema, áspera, en busca de retroceder a ese origen remoto, que nunca se deja atrás y que llevamos como un eco, único y personal. Nos dice Castro Rey que ese locus natal, lugar, sitio, encarna precisamente lo común, una comunidad que siempre se vive localmente, de forma particular para cada uno, con sus límites propios y constituyentes. De allí nuestra singularidad.

Nos dice Castro Rey en la página 178: “Solamente después de una decisión en la que alguien desequilibra los pactos, con un centro de gravedad nuevo, puede haber otra pluralidad, un nuevo espacio de libertad Renglones seguidos “……afrontar la pobreza de los límites es fundamental para cualquier riqueza del porvenir.”

En esos 1000 días, su pluma anota con mucha belleza:

El año acaba, ramas desnudas en gesto crispado.

La roca tiembla bajo el agua.

Recorrer los mismos senderos que las bestias de la montaña.

El agua helada, todavía empaña el vaso, arriba en la cabaña.

Una hierba de espiga de plata, pendula en la cresta rocosa.

Los tallos largos de junio, brillan al sol como cuerdas de seda.

El amor llega a lo más pequeño, una pareja de babosas se entrelazan bajo la lluvia.

Es una lectura dura, a veces impenetrable, de belleza poética que se disfruta, hay momentos de gran intensidad porque toca de alguna manera tu propio núcleo, lo que alienta, sin duda, a su lectura.