Presentación del Seminario 6. (2da. parte) Jacques-Alain Miller (París)

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Hamlet, siete lecciones, que no voy a retomar. Es claro que en esa ocasión Lacan extiende el concepto de objeto a más allá del otro imaginario, admite que toda una cadena, todo un guión, puede inscribirse en el fantasma y reconoce al mismo tiempo el objeto como siendo el elemento estructural de las perversiones, lo que abre a la distinción clínica entre el fantasma en la neurosis y en la perversión, en la página 373.

El criterio que Lacan resalta, es el tiempo. El fantasma de la perversión está fuera del tiempo, digamos simplificando, y el fantasma de la neurosis es, al contrario, sostenido por la relación del sujeto al tiempo, cargándose el objeto en ese caso de la significación de la hora de la verdad. Es lo que aparece en el fenómeno bien conocido de la procrastinación de Hamlet. En Hamlet, y a través de las lecciones sobre Hamlet, el fantasma está indicado como el término de la pregunta del sujeto, como el lugar donde la pregunta del sujeto sobre su deseo encuentra una respuesta, es decir como el nec plus ultra del deseo. Y es allí que Lacan determina el lugar en donde para él se jugará el fin del análisis cuando habrá definido el pase. Hay una cierta paradoja en que, en nuestra clínica, el término de fantasma se haya encontrado en cierto modo borrado cuando al mismo tiempo nos apasionamos por identificar y cernir el fin del análisis, como si, por una escisión, reserváramos la pregunta por el fantasma para el fin del análisis y lo obliteráramos del lado de la clínica. Es el lugar en donde se jugará para Lacan el fin del análisis cuando definirá el pase como la solución al impasse esencial del sujeto en su relación al significante.

En Hamlet, ustedes verán también que el fantasma juega un rol esencial. Hay dos personajes que vienen a jugar el rol esencial del objeto a, el personaje esperado, Ofelia, objeto sublime del deseo, que se encuentra después por una oscilación, como objeto degradado, pero también Laërte, su hermano. Lacan acentúa, puntúa el momento en el que este hermano, habiendo saltado a la tumba excavada para su hermana, es alcanzado por Hamlet y que se enfrenta aquí como a su doble a este personaje. Dicho de otro modo, hay que releer las siete lecciones sobre Hamlet que están enmarcadas por estos dos surgimientos esenciales del fantasma.

La última parte, que cuenta con ocho capítulos, nos permite discernir lo que aquí ha llevado a cabo Lacan. Él explica en efecto en el capítulo 20, que es el primero de ésta última parte, el del fantasma fundamental, que éste es un límite de la interpretación tal como él mismo lo había propuesto como conclusión en su escrito La dirección de la cura, a saber -lo cito- “Todo ejercicio de interpretación tiene un carácter de reenvío de anhelo en anhelo (voeu en voeu)”[3].

Tenemos una sucesión de deseo y es lo que ha quedado de los análisis, por ejemplo, del sueño de la Bella Carnicera, etc..., este es precisamente el efecto de reenvío indefinido del deseo. Lo que se retoma en el Seminario 6, es lo que se retoma de la pregunta de saber cómo interpretar el deseo si el deseo es esencialmente metonímico. Ahora, aquello que es formulado en el escrito de La dirección de la cura que es aquel sobre el cual Lacan ha conectado su Seminario, es de hecho que el deseo no tenía, hablando con propiedad, un objeto. El deseo, tal como figura en La dirección de la cura que constituye incluso la quinta y última parte de este artículo, este deseo, en el fondo es definido, -y en ese caso se trata de una cita-, es definido como metonimia de la falta en ser[4]. Antes del Seminario 6, el deseo estaba precisamente formulado como absolutamente insustancial pero en tanto que repercusión de una falta.

Es por esto que Lacan había fijado esta imagen de San Juan de Leonardo, a menudo comentada, el dedo elevado siempre hacia otra parte. Esto nos detenía sobre una definición de la interpretación, que interpretar es hacer signo hacia otra parte y que entonces la alusión es el modo enunciativo privilegiado de la interpretación. Esto es precisamente lo que El Seminario El deseo y su interpretación repele y contesta, estableciendo al contrario que el deseo implica una relación al objeto por el rodeo del fantasma y que es posible en este Seminario, interpretar el fantasma. Es incluso que el fantasma es él mismo interpretación del deseo a condición de partir de la diacronía del deseo, de la sucesión, recogiendo al mismo tiempo la sincronía y es éste el valor de la fórmula $<>D. Lacan propone estos dos registros, la diacronía y la sincronía. Se ve claramente que privilegió el aspecto metonímico del deseo pero lo completa con la sincronía que es articulada en la relación del sujeto barrado y el objeto a. Y entonces, si los envío a la página 446, encontrarán allí la lógica del fantasma tal como es desplegada y articulada en este Seminario.

Primeramente, el sujeto encuentra en el Otro un vacío articulado. Este vacío, es aquel que está definido por la negación, no hay Otro del Otro, que desmiente una categoría que había sido creada en el Seminario 5, y deja al sujeto sin índice de nominación. Segundo, el sujeto obtiene entonces del registro imaginario –es el uso, la instrumentación del imaginario- una parte de sí mismo comprometida en la relación imaginaria, en la relación especular al pequeño otro. Tercero, este objeto tiene una función de suplencia en relación a la carencia esencial del significante. Es entonces que Lacan se interesa en aquello que es propiamente la estructura del sujeto, y la encuentra en el intervalo de la cadena significante, en el corte, y el corte será en el fondo la última palabra de este seminario.

Pero lo que es y que debe crear una sorpresa a quien ha atrapado la coherencia de la construcción de Lacan hasta entonces, es que en el capítulo 22, cuando Lacan cuestiona nuevamente lo que tiene que ver con el hombre objeto que corresponde al sujeto-corte, convoca al objeto pre-genital que ha permanecido todo el seminario completamente ausente del registro fantasmático. El objeto pre-genital, en todo el Seminario, ha sido abandonado a la pulsión y considerado esencialmente como un significante. Se encuentra aquí implicado en el fantasma en tanto que objeto de corte y hay allí un golpe de timón sensacional que Lacan da a la orientación del Seminario como si nada. Se descubre que este objeto a no está solamente enraizado en lo imaginario sino que es también el seno del destete en tanto que objeto de corte, es también el excremento que es expulsado y cortado del cuerpo, y Lacan añade allí la voz y especialmente la voz interrumpida, y todos los objetos de estructura fálica que están implicados en la estructura de corte a través de la mutilación y de la estigmatización. Y entonces de manera sorprendente, con un efecto de corte esta vez, al final, en el capítulo 22, vemos volver a venir lo real puesto que los objetos pre-genitales que son aquí los objetos del fantasma; Lacan se pregunta qué pueden ser aquí estos objetos pre-genitales, que son los objetos del fantasma, sino objetos reales.

Y he ahí, de repente una nueva orientación tomada, y él señala que son objetos reales que están en estrecha relación con la pulsión vital del sujeto. No volverá sobre ello pero es ya aquí que se introduce la función del goce que prepara la función a través de la cual Lacan dará cuenta de la construcción de este Seminario dos años más tarde, cuando dirá que el Yo (Je) inconsciente está a nivel del goce.

A partir de aquí Lacan estudia, con una precisión clínica que no tiene equivalente en otro lugar, el fantasma perverso en el pasaje al acto del exhibicionista y del voyeurista, y lo compara con lo que es el fantasma en la neurosis. La última palabra del Seminario, es que el corte sería, dice Lacan, sin duda el modo más eficaz de la interpretación, a condición de que ésta no sea mecánica. Es también el corte que hace unión entre lo simbólico y lo real, como al inicio del Seminario era al fantasma al que le correspondía hacer el lazo entre lo simbólico y lo imaginario. Para Lacan esto es reanudar el inicio de su enseñanza, con el Seminario consagrado al Más allá del principio del placer y a la estructura de la cadena significante, donde ya aparecía que lo simbólico encuentra su fundamento en el corte.

Simultáneamente, el final del Seminario del deseo da paso al de la Ética del psicoanálisis que tendrá como punto de partida el instante de lo real. Este será también un Seminario que dará por sentado el lazo entre fantasma y pulsión, condición para que pueda emerger como tal la instancia del goce.

Terminaré leyendo un pasaje del último capítulo del Seminario del deseo que está extrañamente en consonancia con aquello que se produce delante de nuestros ojos este año, a saber, la reorganización de los conformismos, inclusive su estallido. Es por esto que no me pareció excesivo al presentar este Seminario, escribir que éste, hace ya medio siglo, hablaba de nosotros hoy en día.

He aquí el extracto que voy a leer para concluir esta presentación del Seminario 6 en este marco en el que pensé hablar a los lectores de Lacan.

Página 569: “Estas normas sociales, si hay una experiencia que debe enseñarnos cuán problemáticas son, cuánto deben ser interrogadas, cuánto su determinación se sitúa en otro lugar que en su función de adaptación, es sin duda la del análisis. En esta experiencia del sujeto lógico que es la nuestra, una dimensión se revela ante nosotros, que está siempre latente, pero también siempre presente, bajo toda relación intersubjetiva. Esta dimensión, aquella del deseo, se encuentra en una relación de interacción, de intercambio, con todo aquello que, de ahí, se cristaliza en la estructura social. Si sabemos tenerlo en cuenta, debemos llegar más o menos a la siguiente concepción. Aquello que designo con la palabra cultura -palabra a la cual le tengo poco aprecio, incluso ninguno- es una cierta historia del sujeto en su relación al logos. Ciertamente, esta instancia, la relación al logos, ha podido quedar encubierta a lo largo del tiempo, y, en la época en la que vivimos, es difícil no ver qué hiancia representa, a qué distancia se sitúa de una cierta inercia social. Es por esta razón que el freudismo existe en nuestra época. Algo de lo que llamamos cultura pasa en la sociedad. La relación entre los dos, podemos definirla provisoriamente como una relación de entropía, más aún cuando aquello que pasa de la cultura a la sociedad incluye siempre alguna función de desagregación. Lo que se presenta en la sociedad como la cultura –y que entonces entró, a títulos diversos, en un cierto número de condiciones estables, también latentes, que determinan los circuitos de intercambio al interior del rebaño- instaura ahí un movimiento, una dialéctica, que deja abierta la misma hiancia que aquella dentro de la cual situamos la función del deseo. Es en este sentido que podemos formular que aquello que se produce como perversión refleja, a nivel del sujeto lógico, la protesta contra lo que el sujeto padece a nivel de la identificación, en tanto que ésta es la relación que instaura y ordena las normas de la estabilización social de diferentes funciones [...] Podríamos decir en definitiva que algo se instaura como un circuito giratorio entre, por una parte, el conformismo, o las formas socialmente conformes, de la actividad llamada cultural -aquí la expresión resulta excelente para definir todo lo que de la cultura se amoneda y se aliena en la sociedad- y, por otra parte, toda estructura semejante a la de la perversión, en tanto que representa a nivel del sujeto lógico la protesta que, con respecto a la conformización, se eleva en la dimensión del deseo, en tanto que el deseo es relación del sujeto a su ser”.[5]

Y es allí que Lacan promete hablar más tarde de la sublimación y será de la ética del psicoanálisis. Y Lacan termina diciendo, página 571: “La sublimación se ubica como tal a nivel del sujeto lógico, ahí donde se instaura y se desarrolla todo lo que es, hablando con propiedad, trabajo creador en el orden del logos. De allí, vienen más o menos a insertarse en la sociedad, vienen más o menos a encontrar su lugar a nivel social, las actividades culturales, con todas las incidencias y todos los riesgos que éstas implican, hasta incluso la reorganización de los conformismos anteriormente instaurados, inclusive su estallido”.

Estamos hoy al 26 de mayo, y París está, lo verán a la salida, viviendo en efecto la restructuración de los conformismos anteriores, su explosión y es precisamente lo que Lacan nos anunciaba ya hace medio siglo. Gracias.

Traducido del francés por: Gabriela Pazmiño y Luis Iriarte
Establecimiento del texto: Dalila Arpin y Raquel Cors Ulloa

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NOTAS

* Continuación de la Presentación del Seminario 6 de J.-A Miller. La primera parte se encuentra en el Boletín Latigazo Nº1 www.latigolacaniano.com

3-. N de los T: Esta cita corresponde a la página 426 del Seminario 6 en francés. La presente traducción fue efectuada por el comité de redacción de LATIGO.
4-. N de los T: Esta cita corresponde, en español, a la página 609 de sus Escritos: J. Lacan, La dirección de la cura y los principios de su poder, Escritos 2, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010.
5-. N de los T: La presente traducción fue efectuada por el comité de redacción de LATIGO.