«Ninguna persona feliz está preocupada por hacer el mal» | Luis-Salvador López Herrero

luisSalvadorLopezHerreroMédico y psicoanalista, Luis-Salvador López Herrero vuelve a hacer una incursión en la literatura con ‘El infierno de los malditos. Conversaciones con el mal’ (Eolas), que presenta mañana, a las 19.30 horas en la Biblioteca Pública, acompañado por los escritores José María Merino y Luis Artigue y el editor Héctor Escobar.

¿De qué va ‘El infierno de los malditos?

Es un texto en donde se hilvana el pensamiento, la ficción, la historiografía y la sociología, con el fin de desvelar lo que concierne al mal que rodea a nuestra aventura humana. Para ello instrumentalizo a un personaje, un psicoanalista, que se adentra en este terreno tan íntimo como humano, a partir de una crisis personal que le lleva a abandonar su país, Francia, para acudir a Madrid con el fin de impartir un seminario sobre el mal. En su viaje se confrontará con el mundo de los sueños, y de ahí arranca el motor del libro.

¿Por qué el mal es siempre más atractivo?

El mal hechiza y atrae al ser humano porque no sólo forma parte de él, sino que, además, es más originario que el bien. Es una de las hipótesis que sostiene el personaje del libro y que yo comparto.

En esto del mal, ¿no estamos muy mediatizados por la religión?

Que la religión haya instrumentalizado este asunto para sus propios fines, hasta conseguir que los sujetos los hagan propios en su devenir, no quiere decir que sin religión el mal y el malestar hubieran desaparecido. La religión no ha hecho más que envolver el sufrimiento en términos puramente religiosos. La ciencia ha impulsado otros envoltorios…

¿Cree que «el infierno son los otros», como decía Sartre?

Yo diría que el infierno forma parte de nosotros mismos a partir de ese otro que nos constituye como seres hablantes. Luego es una alteridad íntima y no ajena como tal.

¿Deberíamos definir el infierno después de que el Papa haya negado su existencia?

El infierno, entendido como el lugar que nos espera una vez muertos, es lo que quizá ha perdido cierta vigencia en la actualidad, por el declive aparente de lo religioso, adquiriendo ahora la convicción de que el infierno son los otros, las relaciones o el mundo. Por ejemplo, una de las féminas del texto alude a que el infierno de las mujeres son los hombres. Sin embargo, si un hombre es un infierno para una mujer, o viceversa, es porque ambos se empeñan en sostener una relación imposible. El asunto es por qué.

¿Su libro es una reivindicación del psicoanálisis?

Más bien es una instrumentalización del psicoanálisis para mostrar que, a pesar de las resistencias actuales a su mensaje, sigue muy vivo y lúcido, y tal vez por ese motivo se le cuestiona de forma tan trivial.

¿Ha hecho más por el psicoanálisis Woody Allen que Freud?

Aunque no creo que Woody Allen haya hecho ningún favor al psicoanálisis, sin embargo, hablar acerca de su práctica es un modo de hacerle existir. Es lo mismo que consigue el personaje de mi libro conversando con todos esos muertos de la historia. Les hace existir, les mantiene aún vivos.

¿Hay una ecuación entre enfermedades de la mente y sociedades desarrolladas?

Matizando desde el principio que la salud mental es una ficción y las enfermedades mentales un modo de invención moderno, digamos que cada cultura cifra de un modo diferente la envoltura formal del síntoma. Ahora bien, el núcleo o la estructura del mismo es perenne y nada lo va a poder erradicar. Afrontemos entonces nuestro malestar en la cultura de un modo creativo y no enfermizo, y es esto mismo lo que trata de hacer mi personaje.

‘El infierno de los malditos’ es una primera parte, ¿de qué irá el siguiente libro?

Si en este primer libro vemos el encuentro de nuestro psicoanalista con la turbación que precipita el mal en su propia mente, así como las conversaciones con toda una serie de personajes de la Antigüedad, permitiéndole así escudriñar las diferentes pasiones humanas: la ambición, el poder, el amor, el fanatismo, el crimen, la culpa, el narcisismo… en el segundo libro, nuevos personajes incluidos en la Edad Media, el Renacimiento o la Modernidad, interrogarán la senda del mal, a la vez que se desvelará el desenlace existencial de nuestro psicoanalista. Luego mi intención es abordar la temática del mal a lo largo de las diferentes épocas mediante la instrumentalización del psicoanálisis con un texto híbrido ensayo-novela.

Por el libro desfilan personajes como Calígula, Nerón y otros malos malísimos...

Sí, por supuesto, y alguno de ellos con un pathos tan teñido de sangre y de muerte. Pero asombrará mucho ver por allí a personajes como Sócrates, San Agustín o Adriano. ¿Qué habrán hecho para merecer estar en ese mundo de tinieblas?

¿En política la maldad se presupone?

Es un tema que comienzo a abordar en este primer libro y que todavía quedará mucho más esclarecido en el segundo. En política no caben medias tintas: quien entra en ese marco deberá estar preparado para la supervivencia, aún a costa del semejante si hiciera falta.

¿Cuando hablamos de malvados lo hacemos de trastornos de la personalidad?

No hay ninguna alusión a ese diagnóstico psiquiátrico en todo el libro. Ni me interesa ni hace falta. Es mucho mejor enfocar el mal desde la vertiente de sufrimiento que comporta en el sujeto y en los demás, que buscar etiquetas diagnósticas modernas que se alejan por completo del sentido del síntoma o de su relación con la subjetividad.

¿De qué forma se mide la maldad?

Si el mal, en sentido muy general, es todo aquello que va en contra de nuestra vida y de nuestro bienestar, y la maldad, en un sentido ético, es lo que atenta contra nuestros semejantes, entonces, aunque no se puede medir, porque no existe ningún dispositivo para ello, sí se puede intuir. ¿Cómo? El grado de felicidad, las ganas de vivir y la buena vida, en sentido clásico, son elementos que nos alejan por completo del mal o de la maldad. Porque hay que reconocer que ninguna persona feliz está preocupada por hacer el mal.

¿La maldad es una distorsión humana?

El mal y la maldad forman parte de la condición humana; son intrínsecos. Por eso mi personaje pretende adentrarse en su ciénaga, con el fin de afrontarlo y manejarlo, esperando así canalizar de forma creativa toda esa energía destructiva.

¿Los malos son más interesantes o están mitificados por el cine y la literatura?

Puesto que el fantasma del neurótico ansía todo aquello que la realidad le impide por estar prohibido, el cine y la literatura son el mejor modo para dar rienda suelta a la fantasía perversa… Y claro, el espectador se los come con los ojos y los oídos, y todos satisfechos, por momentos.

Fuente: Entrevista de Verónica Viñas publicada en el Diario de León.