LNA nº 9 -Al Lector- Jacques-Alain Miller (París)


Este número de LNA no hubiera sido concebido, redactado, editado en el corazón del verano, si yo no hubiera recibido, a fines de junio, el texto “fuga de información” de un proyecto de decreto ministerial que, a favor del decreto de aplicación de la ley sobre el título de psicoterapeuta, programaba de hecho el comienzo del fin del psicoanálisis.
¿Ustedes creen que yo grito que viene el lobo cuando el lobo no está allí? ¿Que lucho contra molinos de viento? Sepan que las administraciones exaltadas que, en toda Europa, nos administran como “poblaciones” e inspiran a nuestros gobiernos, no cesan de ser perforadas por el deseo decidido de terminar con el psicoanálisis. En el Reino Unido, el gobierno se prepararía para regular las “terapias por la palabra” de tal modo que el Daily Telegraph del 12 de julio anuncia desde ahora que el psicoanálisis será puesto fuera de la ley, “outlawed”, a partir de 2011 (esta entrevista es retomada en este número, p. 4). El 10 Downing Street, al que se le solicitó intervenir, dio a conocer su respuesta: “Las directivas reglamentarias tienen como función proteger al público de los practicantes mediocres”.

Seamos zen: lo peor no llegó aún. Pero nadie puede ya ignorar el sueño totalitario que anima a numerosos burócratas europeos, y que llega al punto de regular la conversación privada de dos adultos en el domicilio de uno de ellos. Suprimir el psicoanálisis de un plumazo, por la ley y el reglamento, volver ilegal su ejercicio, delictivo, pasible de los tribunales; esto se habrá pensado, querido, preparado, en la primavera de 2008, en nuestra querida Inglaterra.

Albion atrapada por el libertinaje
En el imaginario francés, Albion es pérfida, por supuesto, pero es también el país, de baja estatura, del common sense y de la decency, principio de la ética de Orwell: no se cree allí en las ideas. y apenas en las creencias –se las guarda at home, en la esfera privada; el espíritu es positivo, pragmático, no se jura más que por los hechos, abandonando la ideología a los continentales, especialmente a los Frogs (las ranas, los franceses), siempre listos para entusiasmarse con las dudosas ensoñaciones de los alemanes, etc. El cliché está de ahora en mas en desuso

Atrapada por el libertinaje, dopada por la electrónica, embriagada como sus hermanas del continente por su potencia nueva, la burocracia de Su Majestad se entrega a un constructivismo desenfrenado, instala la sociedad de vigilancia más extendida de las democracias occidentales, y entiende que cambia el homo britannicus en lo que tiene de más profundo, remodelando su vida cotidiana, emocional, psíquica. Esto se expande, y no es por azar, bajo el reino del Laborismo, vuelto la expresión política de la clase de los altos funcionarios, como el Partido Socialista en Francia: cámaras en todas partes, la evaluación a más no poder, la felicidad programada, la fe en el cálculo de lo mejor; todo esto no es nada más que la forma contemporánea y degenerada, bajo el régimen capitalista, del buen viejo totalitarismo de antaño. Los ingleses son un pueblo razonable sin duda, pero cuando se embriagan, son los más ebrios de todos. Apática, la intelligentsia, que nunca tuvo en la isla el peso que tiene en Francia, aquí ningún “escritor consagrado” (Paud Benichou), asiste sin reaccionar a la liquidación de las maneras de ser tradicionales y deja hacer a los aprendices de brujos de la London School of Economics. Un Meter Laslett se levantará mañana para contárnoslo. Este mundo que nosotros hemos perdido.

Los británicos tienen la docilidad de los insulares con respecto al poder autóctono: piensen en la extraordinaria mutación del Japón en la era Meiji, bajo el modo top-bottom: en su advenimiento a la edad de 15 años, Mutsu-Hito declara que “los usos de los tiempos antiguos son abolidos para siempre” y, a pesar de la oposición de los samurai, Amen, su voluntad fue hecha. Sin embargo, no ocurrirá lo mismo en el Reino Unido: la locura intrínseca de los proyectos de nuestros nuevos doctrinarios condena finalmente estas utopías autoritarias a los basureros de la historia. Leeremos con provecho en este número el artículo de Willem H. Buiter sobre los peligros del “neo-paternalismo”.

Un poco de Italia en Francia
Después de Freud, y conforme a su anhelo constante, los psicoanalistas no trataron jamás de hacer reconocer y regular sus competencias por los aparatos del Estado; crearon sus propias instituciones, y habilitaciones, nacionales e internacionales (IPA en 1910; AMP en 1992) A todo lo largo del siglo 20, la práctica del psicoanálisis, luego la de las psicoterapias que se inspiran en él, se expandió a gran escala, hasta alcanzar en las sociedades desarrolladas a las grandes masas de población. Luego del fin del último siglo, los países europeos se ocuparon de definir la profesión de psicoterapeuta, con el fin de satisfacer a las exigencias de libre establecimientos en la Unión.

En Italia, la ley fue votada por la iniciativa del senador Ossicini, él mismo psicólogo y psicoanalista, miembro de la SPI (Sociedad psicoanalítica Italiana). Constatamos, 16 años más tarde, que cada una de las corrientes y subcorrientes de la disciplina tiene la posibilidad de hacer habilitar uno o varios institutos de formación en psicoterapia, conforme a sus concepciones, siempre que se inscriban en un marco de conjunto fijado por el Estado. Una comisión independiente delibera liberalmente las habilitaciones; existen alrededor de 300 institutos, en sana competencia unos con otros.

En Francia, la cuestión permaneció dormida hasta el 2003, cuando M. Bernard Accoyer, entonces vicepresidente del grupo UMP, tomó la iniciativa de una ley que pretendía definir las psicoterapias. Esta ley fue votada por unanimidad por la Asamblea nacional. Liberación le consagró la primera plana; el diario hizo conocer igualmente mi oposición frontal al texto votado en la primera lectura, y mi intención de hacer una campaña en la opinión pública.

Esta campaña, que vio la creación del Nouvel Âne y la de los Forums psi, y que contó con el apoyo de numerosos intelectuales y artistas, entre ellos Bernard Henri Lévy y Philippe Sollers, cosechó un vasto eco mediático; hizo que el entorno de Jacques Chirac se decida a intervenir; M. Accoyer anunció el 3 de diciembre del mismo año que abandonaría su pretensión de definir las psicoterapias por la ley, y pidió él mismo al Senado que modifique su enmienda.

De hecho, la ley finalmente votada se refería solamente al título de psicoterapeuta. Además, estipulaba quienes estaban inscriptos de derecho en la lista de psicoterapeutas: los médicos, los psicólogos, y los psicoanalistas regularmente inscriptos en el anuario de sus asociaciones.

Del decreto al reglamento definitivo
Quedaba por redactar el decreto de aplicación. Camino sembrado de emboscadas, desde el momento en que el texto de la ley no era límpido, y que movilizaba intereses contradictorios en torno a la cuestión. Philippe Douste-Blazy, nuevo ministro de Salud, quiso encontrarse conmigo; se abstuvo de hacer redactar un decreto. Su sucesor, Xavier Bertrand, quiso igualmente encontrarse conmigo, y me invitó a trabajar con su director de gabinete, El Sr. Castex, en la redacción de un decreto aceptable para los profesionales concernidos. Lo que fue hecho, pero el texto fue retocado en el Consejo de estado, en los últimos días del gobierno Villepin. Bajo la presión del Sr. Accoyer, que se había convertido en Presidente de la Asamblea nacional, el director del gabinete de la Sra. Bachelot continúo mejorando el decreto. El texto redactado, si bien dice menos que el proyecto Bertrand, constituía un compromiso pasable.

Sin embargo, en el momento en que el Consejo de Estado se prepara para aprobar el decreto durante julio, me llega, el domingo 29 de julio, el proyecto de reglamento definitivo sobre el “documento técnico” al que debe seguir inmediatamente el voto de este decreto. Estupefacción. Ustedes leerán el texto en este número, y los comentarios que inspiró en seguida a los profesores de psiquiatría y de psicopatología más distinguidos

La polémica se calienta
Alertada, la redacción de Le Point me ofrece inmediatamente una tribuna, "¿Muerte a los psi?", publicada el 3 de julio. Lunes 7, Le Figaro, con la firma de Catherine Petitnicolas, se hace eco de las reacciones del medio psi, todas desfavorables: “los psi con el viento de frente contra un proyecto de decreto”. Le Monde escribe el día siguiente que “los psi denuncian la instauración de una “psicoterapia de estado” y que “la polémica sobre el decreto reglamentando el estatuto de psicoterapeuta se calienta nuevamente”. (Cécile Prieur).

El 10, M. Accoyer que firma «Presidente de la Asamblea nacional», me responde en Le Point: "¿Quién quiere la muerte de los psi? ¡Ciertamente no el legislador! No pretendiendo ni enmarcar el tratamiento psicológico, ni poner en cuestión, de ningún modo, el psicoanálisis, el legislador deseó con esta ley del 9 de agosto de 2004 proteger a las personas, llenando un vacío jurídico por el cual cualquiera puede autoproclamarse psicoterapeuta, sin ninguna garantía de formación ni de competencia.” Habrán podido reconocer un argumento de venta de hace cuatro años. Del proyecto de reglamento definitivo no dijo ni una palabra.

Al mismo tiempo, el director de gabinete de la Sra. Bachelot, el Sr. Leclerc, me asegura por teléfono que es un «jefe de despacho» en el ministerio de Educación Superior, quien sostuvo la pluma, y que él mismo rechazará la firma de Salud. Agregó que, según sus informaciones, el gabinete de la Sra. Pécresse no es favorable a este proyecto en el estado. Acepté, ante su imperiosa demanda el 8 de julio encontrarme con el Director general de salud, el Prof. Didier Houssin, y la Sra Elvira Aronica, miembro del gabinete, a quienes les expuse mi manera de pensar, dándoles una «Nota» con 7 puntos. El 9 de julio, la directora adjunta de la DGS me llamó para informarme de la complejidad del trabajo interministerial.

El día siguiente, supe el nombre del autor del proyecto; el Prof. Lécuyer, el psicólogo cognitivista bien conocido (al cual el número anterior de LNA le había consagrado dos páginas, 44 y 45) especialista de los movimientos del ojo en el bebé; antes de jubilarse en septiembre próximo, quiso cumplir un último crimen y tratar de matar de una buena vez a la psicología clínica y al psicoanálisis.
Ya se lanzó la preparación de LNA del verano. Los textos están pedidos para el domingo 13 de julio.

¿No hay otra camino más que el Presidente?
M Accoyer quiso una ley, la tiene –incluso si no es exactamente aquella que había deseado inicialmente. Quiere el decreto, es una buena vía. ¿Pero el proyecto de reglamento definitivo? ¿El proyecto Lécuyer? ¿Está a favor, él tan preocupado por la seguridad de sus ciudadanos? Que lea los textos reunidos en este dossier, y verá los riesgos que ese texto hace correr a la salud pública para satisfacer la venganza de una camarilla. ¿Va a considerar como si fueran nada las objeciones del Prof. Briote, de Val de Grace? ¿a las de los Prof. Abelhauser, Castanet, Gori, Maleval? Sería muy decepcionante, sí, muy decepcionante para la idea que tenemos de la representación nacional.

Sí, será necesario un reglamento definitivo, pero no ése: un texto auténticamente liberal, respetuoso de las libertades de la sociedad civil, de las realidades del psicoanálisis y de la psicoterapia, y sobre todo del interés de los pacientes.

No voy a ocultarle al lector de LNA que he alertado al gabinete del Presidente de la República. Habiendo aceptado participar en el primero de esos “almuerzos de intelectuales” con el Presidente que hoy están controvertidos, conservé un contacto en el lugar. Y sobre todo, hay, a no olvidarlo, una analizante en el Elyseo. Vivimos con un Presidente con un poder muy amplio, nuestra constitución así lo quiere. ¿Será necesario que, decididamente, todo pase por Nicolas Sarkozy? ¿Y él, sabrá igualar en este asunto a ese príncipe «"enemigo del fraude"(…) y al que no puede engañar todo el arte de los impostores» cuya figura surge en el último acto de Tartuffo? ¿O bien dejará hacer a los burócratas?

Carla Bruni, en el número de Elle del 12 de julio, cita «una frase magnífica» de Jacques Lacan: "El amor, es por azar". ¡Ah!, hay que ser sagaz para reconocer en una frase tan simple una profunda verdad de estructura. Sí, el amor es impensable sin la contingencia de los encuentros. Y podría ocurrir que por azar, el psicoanálisis, que ha tenido tantos malos encuentros, tenga esta vez uno bueno.

Traducción: Silvia Baudini