Las raíces de la violencia. Causas y condiciones. Por JOSÉ R. UBIETO (Barcelona).

La matanza de Virginia (USA) no es sino un episodio más de una serie que, en cuanto tal, debemos tomarla en serio porque la repetición de un fenómeno implica la existencia de una ley que permite explicarlo. Y si además se trata de fenómenos sociales, la causa es siempre múltiple y no basta con suponer la existencia de un trastorno mental, el acceso fácil a las armas de fuego o la tradición violenta de una sociedad como la norteamericana.

Las raíces de la violencia se hunden en lo más intimo del sujeto y también de las comunidades en que habita, hasta el punto que el filosofo W. Benjamin decía que la violencia es ella misma fundadora y conservadora del derecho, es por ella que existen las fronteras y el derecho se sustenta. En ese sentido podemos afirmar que no hay familia o institución sin violencia, manifiesta bajo la forma de las múltiples coacciones (físicas, sociales, educativas,.). Es esta una violencia legitimada socialmente que aspira, en su intención, a promover el lazo social. Cuando ese fundamento deja de serlo para alguien y trata de susustituirlo por otro, sólo cabe el resurgimiento de la violencia como un recurso del sujeto/grupo que manifiesta así su existencia.

El caso de los EEUU es paradigmático de este hecho, destino de poblaciones huidas de Europa, cuyas instituciones los excluían, llegaron allí buscando la oposición a la cultura de la aristocrática Europa en la Naturaleza libre, recreada en los mitos de la frontera salvaje del oeste, una epopeya de conquista y auto salvación que sigue impregnando la mentalidad de sus habitantes. La Asociación Nacional del Rifle vela, mejor que nadie, por la preservación de esas raíces.

Pero los usos y costumbres de una sociedad requieren, para perdurar, algo más que un relato de viejas epopeyas, requieren la existencia de un discurso legitimador que justifique moralmente las conductas y que contribuya, además, a la satisfacción personal y comunitaria. El excelente trabajo de R. Hofstadter (“Anti-intelectualismo en la vida norteamericana”) nos ilustra sobre los apoyos iniciales que encontraron los primeros colonos en el evangelicalismo (opuesto a la religión formal) y el primitivismo (retorno a la naturaleza) y como más tarde se impuso el lado practico de la vida, con el mito del negocio que invadió todos los aspectos de la vida, incluidos por supuesto los de la seguridad personal.

Ese pragmatismo se convirtió en un credo, el predicador se hacía respetar por lo que él era, no por sus símbolos, era más cruzado y exhortador popular que un dirigente intelectual, figura está denostada por lo que tenía de eco de la vieja Europa. Lo militar se constituyó como virtud cívica y las guerras y valores viriles pusieron el intelecto entre las cuerdas. La posesión de armas, como algo familiar, está pues en la raíz misma de la creación y sostenimiento de esa sociedad, es cada uno que debe responder de él y de los suyos frente a la siempre permanente amenaza externa.

Es este terreno abonado, estas condiciones legitimadas y establecidas, las que nos permiten situar las causas particulares que concurren en cada caso, bajo la forma de un trastorno mental, una desinhibición favorecida por el consumo de drogas o la inducción fanática de un acto de odio.

JOSÉ R. UBIETO (Barcelona).