Lacan decía que las mejores analistas eran mujeres. Y también las peores. Una entrevista a Jacques-Alain Miller*. Pablo E. Chacón (Buenos Aires)
Pablo E. Chacón: El orden simbólico no es más lo que era. ¿Podría decirnos qué era y lo que será?
Jacques-Alain Miller: La declinación del orden simbólico no es un axioma del psicoanálisis. Los cambios se constatan, están en todos lados. En la actualidad, hay otra idea de familia, otra práctica, otros conceptos. El de hoy es un nuevo mundo. La función del padre no es la de antes. Eso se dice desde la revolución francesa. No hay que olvidarse que se le cortó la cabeza al rey. Y que la revolución industrial fue otro punto de inflexión. Es cuando empieza a hacerse sentir el poder del capitalismo, los efectos que Karl Marx describió tan bien: hacer desvanecer lo que parecía estable, inmóvil. Entonces podría decirse que el padre ya no tenía la gloria social y legal anterior. Y con una cierta igualdad de condiciones que la revolución favorece, la idea del pater familias, que viene de la Roma antigua, se encuentra recortada. Balzac, en sus novelas, señala la caída de la imagen paterna a mitad del siglo XIX.
En La mujer de treinta años, en Papá Goriot
Exactamente. La paternidad, en esa novela, está degradada. Y eso pareciera que cada generación lo redescubre. Un siglo después, Hannah Arendt escribe un artículo sobre la declinación de la autoridad en los Estados Unidos. Esto es parte del derrumbe progresivo de un orden simbólico que era fuerte, antiguo. Lacan, que formalizó el Edipo, a la vez dijo que -como está jugada- la historia contemporánea el padre (o el Edipo) no tendría siempre la dirección del show, del espectáculo. Eso no podrá mantenerse. Y en eso estamos. Lo vemos en los casos clínicos. Ahora, el padre y la madre son iguales en las decisiones fundamentales que toma un analizante. Pero siempre puede decirse que los símbolos son semblantes, o construcciones: es una construcción nuestra idea del tiempo, del espacio, de la política, etcétera; construcciones que empezaron, y que pueden terminar. Eso lo desarrolló (Ludwig) Wittgenstein con los juegos de palabras. De otra manera también lo hizo (Michel) Foucault. Y de otra manera Ian Hacking. Se trata de representaciones simbólicas que se mueven, al contrario de lo real, que queda en su lugar. Pero creo que debemos avanzar en la idea de que lo real también está tocado. Ese es el paso.
Lo real está tocado por la técnica.
Por la técnica, porque la técnica se metió con lo real, con eso que parecía fuera de nuestra acción, de nuestras posibilidades. Pero la civilización ha penetrado en la fábrica de lo real. La prueba misma es que podemos hacer desaparecer el planeta con una bomba. Podemos destruir la naturaleza. Alterar el clima. Y ahora, hasta cambiar la especie humana, como piensa Peter Sloterdijk; cambiarla por una especie de súper humanidad lo felicito por su optimismo. La cuestión es que se ha logrado entrar en una zona completamente desconocida. Eso tiene consecuencias para pensar a nivel de la experiencia analítica. Lacan lo ha pensado mucho en la dimensión simbólica. Pero a nivel de lo real, de lo que resiste a la simbolización, queda algo que es súper real. No es un límite absoluto, por supuesto. Eso se condensa más y más. Pero se percibió bajo el rostro de la destrucción. Pasar de las guerras amables entre ejércitos a la destrucción masiva de poblaciones civiles eso es imparable. El movimiento mismo de la ciencia parece el espectáculo de la pulsión de muerte en acción. Pero tratemos de decirlo de manera menos romántica: se ha tocado lo real.
¿Cómo saberlo, cómo detectarlo?
Bien, la idea más sofisticada de lo real en la física matemática es la mecánica cuántica. Y hasta hoy, los físicos y los filósofos se pelean para saber de qué real se trata en esa mecánica. Y no hay acuerdo. Eso disgustaba a Albert Einstein. Pero es un terreno fecundo para las ideas barrocas. Porque no se entiende qué es ese real que se ha descubierto.
Es como si no fuera nada.
Algo así. Se pensó que podían ser los átomos. Hasta que se descubrieron las partículas subatómicas. Nadie está tranquilo con lo real actual. Antes existía el materialismo. Se decía: es la materia. Sin embargo, la materia es muy distinta de lo que pensaba el materialismo del siglo XVIII, o el materialismo de Karl Marx, o el de Lenin. Eso tiene consecuencias para pensar nuestro real en la experiencia analítica.
¿En qué sentido?
Lacan formalizó el inconsciente como un tipo de sistema. La idea era la de un real científico. Haciendo grafos, mostrando, a partir de una serie azarosa de signos, cara y ccruz de una moneda, se obtiene una serie azarosa. Y ha mostrado también que agrupando los símbolos se veía surgir una ley. Las posibilidades eran esas: una, dos, nunca ninguna de las dos, repetición. Esa fue la denotación de Lacan. El inconsciente estaba al nivel de esa ley: cómo los significantes se encadenan, la llamada asociación. Lacan demostró cómo se podían ordenar los casos de Freud, para el caso, según ese tipo de conexión, entre unidades significantes. Podría decirse que ese es el inconsciente freudiano. Lacan definió el inconsciente, en cambio, a nivel de esa serie azarosa. En esa serie no se puede saber cuál será el próximo símbolo porque existe la contingencia.
¿Y en análisis?
Lo que se produce de más íntimo en un análisis, es que nadie puede saber nada con anticipación; la idea de la ciencia, justamente, es que todo se puede saber con anticipación, se puede prever, y que con una ley se puede decir esto es posible, esto es imposible, etcétera. Si se piensa el encuentro entre dos seres a nivel sexual, por ejemplo, no hay una ley previa, no hay un programa; los animales sí lo tienen. Pero para la especie humana hay una parte del programa que no está escrito. Es lo que Lacan nombra ausencia de proporción sexual. Hay un agujero en lo real. Lo real del sexo, en la especie humana, no dice nada; existe la contingencia, la invención y la construcción, los semblantes: el matrimonio, en algunas culturas es con una sola (mujer), en otras culturas son cuatro, en otras una más, o tres, escondidas, etcétera. Cada cultura tiene su originalidad. Pero no se encuentran perros que copulen de una manera en China y de otra en la Argentina. En la naturaleza existe una constancia.
¿Y ninguna constancia para el viviente?
Lo que parece una ley general es que los primeros encuentros con el goce del cuerpo dejan marcas que no se borran. Eso es muy curioso. Porque esos encuentros son azarosos, contingentes. En las estructuras clínicas, el encuentro con el goce es algo desmesurado, no previsto. En general, es traumático, y deja una marca. Debajo de las conexiones significantes se puede encontrar ese punto. Y se debe encontrar ese punto. No se puede deducir.
Una curiosidad ¿usted vio la película Shame?
Se cuenta una historia Ni se le ocurra contármela, la voy a ver. Algo escuché de una adicción al sexo. En principio, recomiendo leer el último número de Registros, dedicado a los hombres. Está muy bien, y es muy divertida. Para volver a su curiosidad los hombres son los antiguos amos, caídos, degradados. Por la emergencia de las mujeres. Y aunque esto es relativamente reciente, los antiguos amos se encuentran desorientados. Los hombres no se ubican bien frente a la femineidad emergente, que reivindica un cambio en muchas categorías.
La cultura
la cultura está armada para controlar el goce femenino, que es incontrolable. Pero desde el comienzo de la civilización, ése era un factor que había que dominar, encuadrar, controlar. Pero cambiaron los tiempos. El diablo ahora saltó.
¿El diablo?
El goce femenino, sí, que tiene el poder de perturbar todas las categorías. Las culturas pueden pensarse como maneras de encajonar al goce femenino. Sin éxito. Se feminizan las profesiones. ¿Y por qué habría que resistirse a la feminización? Seguramente las mujeres sostendrán la práctica analítica en el siglo XXI. Lacan decía que las mejores analistas eran las mujeres. Y también las peores
¿Qué piensa usted de la sociedad del espectáculo que teorizó Guy Debord?
Debord era una manera de tratar la vida cotidiana como hecha de semblantes. Pero terminó suicidándose. Supongo había encontrado algo que no era espectáculo
Lo real
Puede suponerse. A veces, los espíritus más ágiles, los más irónicos de una generación, terminan aplastados. Se los traga algo bajo la sábana. Eso es el saber del analista. Cuando sabe que puede venir el hombre de negocios más exitoso, y en el consultorio mostrar otra cara.
Hubo mucha gente, como nunca, en el Congreso de la AMP
Fue una alegría ver tanta cantidad de gente, tantos jóvenes, latinoamericanos, europeos. Esto parece testimoniar algo de lo que hemos transmitido. Transmitido y actualizado. También la Escuela de la Causa Freudiana de París tiene sus coordenadas transversales. ¿Qué decir? Que hay una llamada posible al psicoanálisis para responder a los trastornos contemporáneos. Y creo que a medida que la sociedad de control se refuerza, los impasses le han dado al psicoanálisis una nueva urgencia, ya sea a nivel terapéutico o del pensamiento.
Su opinión sobre las nuevas tecnologías de comunicación.
Es fundamental, positiva. Hace años, cuando se introdujo internet en nuestros intercambios, en 1994, recuerdo haber escrito una intervención en el avión que me traía a Buenos Aires, diciendo que íbamos a ver tres edades en la AMP.
¿Tres épocas?
Escribirse cartas, mandar postales. Eso no permitía la vida de una asociación mundial. Era demasiado lento. Después, la segunda edad: el fax, que permitió crear la Escuela Europea de Psicoanálisis, de la cual fui presidente los tres primeros años. El fax permitía incidir sobre un número de grupos y secciones de España e Italia con cierta rapidez. Y en el avión tuve la impresión (que antes no tenía) que el correo electrónico era el instrumento que iba a permitir crear la AMP. Además de permitir publicar sin las limitaciones del papel. Estamos bien informados de los trabajos de los otros grupos. Y va a crecer. En la AMP, donde hay siete escuelas nacionales, además se afirma que constituimos una Escuela Una. Eso no se hubiera podido decir antes de estas nuevas tecnologías.
¿Por qué piensa que el psicoanálisis tiene mayor repercusión en los países católicos que en los protestantes?
Desde siempre fue así. Lacan era escuchado en Francia con muchas dificultades. Y tuvo algunos alumnos en Bélgica y en Italia. Dos veces estuvo en España, por invitación de un profesor, pero entonces los españoles no iban a analizarse a París. El fin del franquismo político ocurrió después de la muerte de Lacan.
¿Y los argentinos?
Bueno, Lacan conoció a Oscar Masotta. Me lo presentó, lo presentó (a Masotta) como mi discípulo, mi alumno. Pero es en 1978 que llegan a París los primeros argentinos para ver a Lacan. Algunos pudieron verlo. Pero ese movimiento recién empezaba. Y Lacan se estaba muriendo. Los argentinos que habían viajado eran Roberto Harari, que fundó Mayéutica; Jorge Chamorro, que está en la EOL, otros Pero el encuentro decisivo, para mí, fue el que tuve con Diana Rabinovich, que me convenció de ir a Caracas, donde estaba exiliada. Estuve por primera vez en América latina en 1979, y conocí la importancia que tenía Lacan en el mundo latino. Fue la ocasión también para descubrir otro mundo, un mundo del cual no tenía idea. Y pensé que Lacan también podía conocer ese mundo. Aceptó de inmediato, y a pesar de su edad, estuvo en Venezuela en 1980. Esa es una historia de países católicos, de cultura latina. En Alemania hay algunos grupos interesados en Lacan, desde el punto de vista intelectual. En Estados Unidos es apreciado en las universidades, por filósofos, críticos literarios, por los estudios culturales. Pero casi no acceden a su práctica cínica por la cultura, el tipo de desarrollo, el estilo. Existen algunos grupos, pero casi como un fenómeno marginal. Europa del Este estaba congelada. Y cuando las cosas se abrieron, llegó la IPA (International Psichoanalytical Association) primero. Sin embargo, tenemos alumnos y analizantes en Rusia, y en los países bálticos, aunque allí también es muy fuerte la impronta norteamericana, que se opone a la clínica de lo singular. Estamos activos igual.
¿Y en Oriente?
Japón era un interés de Lacan. Los psiquiatras han traducido muchos seminarios, pero el país sigue siendo un enigma. El otro misterio es China, donde Lacan circula mucho. He tenido varias ofertas para viajar. No lo haré todavía. Seguro más adelante, por interés cultural, por saber cómo se transmite a Lacan. Hay analistas lacanianos que funcionan muy bien, algunos se han formado en París. En China, tengo entendido, el individualismo no existe Es cierto. Y tampoco en el psicoanálisis. Pero también es cierto que el capitalismo está en tensión en ese país comunista, y son los líderes de nuestro tiempo. Claramente existen fallas. China no parece ideológicamente estable. Por eso supongo que en las condiciones actuales, las autoridades no permitirían sino un psicoanálisis dócil al encuadre social y legal. Eso puede cambiar en el futuro. De hecho, cuando empecé la campaña para la liberación de la psicoanalista siria Rafah Nached, en el ministerio de Relaciones Exteriores de mi país me dijeron que lo más útil sería tener firmas de los últimos países amigos de Siria, entre los que estaba China. Y los diplomáticos no creían que eso fuera posible. Pero logré que algunos chinos firmaran un petitorio por la liberación de Rafah, si bien en términos generales, protocolares. Es una buena señal. Y demuestra que cuando todo es controlado por un partido, ciertas cosas empiezan a moverse lentamente. Por supuesto, si Lacan entrara en China, lo van a desear sin sal, querrán un Lacan chino.
¿Y cómo sería un Lacan chino?
Bueno, hay que permitirles hacerlo. En principio, creo que quieren aprender de Occidente para desarrollar una vía china a Lacan. Pero para Lacan sería lo mismo. Si se apoderaran de su pensamiento, aprenderán qué pensaba Lacan, sus zonas inasimilables. Lacan se interesaba mucho por el pensamiento de la antigüedad china. Se podría decir que en ese punto también.
*Publicado en www.lacanquotidien.fr