Homenaje a Alan Turing. Vilma Coccoz (Madrid)
Hoy es 24 de diciembre, estamos en pleno Navidator como dice una amiga mía. Entre el anuncio de una tormenta tremenda de nombre ciclogénesis y en medio del furor consumista que se desata por estas fechas, quiero celebrar con ustedes un acontecimiento que justifica la celebración: el indulto a un gran hombre: Alan Turing, un científico extraordinario, un hombre fuera de serie. El mundo es un poquito mejor con este gesto, aunque tardío, de necesaria justicia y reparación. A él le debemos la liberación del mundo de la destrucción nazi, porque él descifró el código Enigma. Pero fue condenado por homosexual.
Esta noche brindemos por Alan Turing, que acabó sus días -no como dice eufemísticamente la noticia- murió por envenenamiento de cianuro. Alan Turing se suicidó.
Su vida quedó truncada, el eterno agradecimiento que la humanidad debía manifestarle no llegó porque la hipocresía puede ser más fuerte que la justicia, que el reconocimiento, que la gratitud.
Que sirva su ejemplo para movilizarnos en favor de los derechos de los homosexuales, aún discriminados, aún condenados en muchos países.