Hikikomori (Miguel Gutiérrez Peláez)

Hikikomori
Miguel Gutiérrez Peláez

Lo que los japoneses han denominado con el término hikikomori, se refiere a un fenómeno social creciente en el que sujetos jóvenes, principalmente hombres, se encierran en sus cuartos por meses, años e incluso décadas, estableciendo un mínimo contacto social. Es un fenómeno que se viene presentando desde los últimos 20 años y hace años que ya prende las alarmas de los sistemas de salud de ese país. Se calculan aproximadamente un millón (Suwa & Susuki, 2013) de hikikomoris. Algunos consideran que el fenómeno empieza a diseminarse a otros países de Europa y Estados Unidos.

El término fue acomodado por Saitoh Tamaki en los años noventa, si bien Kitao Norihiko lo había utilizado también.

Ha habido intentos por reducirlo a cuadros clínicos psiquiátricos pero, paradójicamente, algunos estudios han encontrado que en 50% de los casos de hikikomori no se encuentra una comorbilidad con un trastorno psiquiático (Koyama, et al, 2010). Se define hikikomori cuando no hay un trastorno psicótico o un retardo mental asociado y ha querido definirse como hikikomori primario (Suwa & Susuki, 2013), en oposición al hikikomori secundario, cuando el retraimiento sería secundario a otra afección mental.

Algunos autores sugieren (Zielenziger, 2006) que los hikikomori son la evidencia que la sociedad japonesa está colapsando. Las investigaciones apuntan a que este fenómeno es el termómetro de un nuevo advenimiento del malestar en la cultura. Suwa y Susuki (2013) señalan que la proximidad y la historia personal no son importantes para la comunicación personal en el Japón de hoy. La comunicación cara a cara es cada vez menos común y la comunicación online es considerada cada vez más importante. El concepto de "reunión offline", ahora de uso común entre la juventud japonesa, habla hasta qué punto la interacción virtual se ha constituido en norma.

Las tesis de sus causas apuntan a la falta de comunicación entre jóvenes y padres y a las transformaciones de la familia, la cultura y la sociedad, estando una serie de jóvenes no dispuestos a entrar en la competencia del Japón moderno. Se refieren también a las presiones y controles parentales, a los aportes financieros ilimitados de los padres. Los hikikomori entrevistados hablan de presión en los colegios, falta de aceptación de las diferencias en la sociedad japonesa, cambio en la naturaleza del trabajo en el Japón, frustración por la falta de oportunidades por la recesión japonesa y decepción por la falta de éxito inmediato. Se describe a la sociedad contemporánea como una sociedad narcisista, con deterioro de la comunicación y del vínculo social. Incluso, un autor japonés (Sakurai, 1985, citado por Rosenthal y Zimmerman, 2013) se refiere a las "comunidades de mí", en donde se protege la privacidad interna y hay una gran cautela exterior.

Si bien se reportan casos de hikikomori donde no existe ningún tipo de contacto con un otro, aun virtual, existen casos en que pertenecen a pequeños grupos de filiaciones similares, de intereses comunes, y carentes de relaciones afectivas.

¿Qué pensar al respecto de los hikikomori en relación al declive de la función paterna y la feminización del mundo? En un artículo reciente en el que también se refiere al fenómeno de los hikikomori, Laurent (2014) afirma que: "La extensión de la depresión es un efecto de lo que Jacques-Alain Miller ha denominado la 'feminización del mundo'. La misma está en relación con lo ilimitado, con el régimen del no-todo que extiende su dominio al interior mismo de las clasificaciones patológicas" (p. 21). Así, es posible pensar este fenómeno como un efecto de la feminización del mundo y el declive de la función paterna. Ahora bien, ¿puede pensarse también una relación entre los hikikomori y la feminidad? Continúa Laurent citando a Miller: "'Ya el solo hecho de la multiplicidad incompleta, inventiva, según la lógica de Lacan de la sexuación, está del lado femenino' señala. 'Lo múltiple, lo inventivo, la apertura del campo sintomático, esto responde mucho más a la posición femenina que a la posición masculina, y por lo tanto, de alguna manera también escribe la declinación de lo viril y la promoción de la lógica del no-todo que implica multiplicidad y apertura'" (p. 21). Marcelo Barros, por su parte, afirma que "la enemistad de lo femenino con los intereses universales obedece a la negativa a resignarse a los imperativos procustianos del deseo y el orden establecido. Según Lacan la feminidad aparece como inconciliable con 'el estado de las cosas', un estado que, por cierto, es el de las palabras, el del orden simbólico, y que nada tiene que ver con lo real" (p. 220).

¿Cómo entender que haya comunidades de goce si precisamente el goce es esquivo al lazo social? Entre los hikikomori hay uno que se ha erigido como su presidente y que milita por la legitimidad de ese modo de gozar: "He encontrado en Japón a un profesor de psicoanálisis de la universidad que había tenido como condiscípulo al actual presidente de la Asociación Japonesa de los Hikikomoris. Esta asociación milita por el derecho de los 'retirados'. Este sujeto, que actualmente es presidente, se había encerrado durante unos diez años antes de salir y constituirse en portavoz de aquellos que habían perdido la palabra" (Laurent, 2014, p. 19-20). ¿Cómo entender la distancia que hay entre el retiro autístico del hikikomori y el retiro extático del asceta? He ahí una línea de trabajo para pensar la diferencia entre el goce femenino y el goce aquí en juego. En los hikikomori insiste un goce autista, aislado, goce de cada uno, en el que prevalece la ilusión imaginaria de que ese goce está siendo compartido. Pero no hay un don allí, no hay lazo posible a través del amor. Habiendo la feminización del mundo raído la utopía del patriarcado que prometía una distribución equitativa del goce, las comunidades de goce se lanzan a la búsqueda de "un goce último que pueda aliviarnos definitivamente de nuestra angustia" (Laurent, s.f.), siendo justamente ese imposible al que se confronta el discurso del goce.

Vía: Jornadas de la NEL