FORO AUTISMO: Actualidad en prensa.
¿LAS PERSONAS AUTISTAS SE SIENTEN SOLAS? José R. Ubieto (Barcelona)
La primera imagen que nos hacemos de los niños autistas es la de su aislamiento y soledad, agravada por un mutismo frecuente. Ya la misma palabra remite a esa concentración excesiva en su propia intimidad. Sin embargo, cuando superamos ese sentimiento de inquietud que nos produce su retraimiento, observamos que su soledad se acompaña de objetos, que manipulan de manera repetida, a veces acompasados de movimientos estereotipados de su cuerpo.
Y si nos fijamos un poco más es posible que detectemos también algunas emisiones vocales, farfulleos apenas audibles, o bien intentos de taparse los oídos o los ojos, como si alguien les hablase o les mirase en su interior y quisieran, atemorizados, evitarlo.
Contrariamente, pues, a lo que nos parece, los autistas no están solos, están rodeados de una presencia que perciben como peligrosa, intrusiva, que pone en juego su vida y de la que quieren por tanto alejarse. Es por esto que nos ignoran y rehúyen nuestra mirada y no contestan a nuestras palabras. No es que no puedan entendernos por tener un déficit cognitivo, es que están angustiados con nuestra presencia y con lo que podemos querer para ellos, voluntades que no pueden interpretar porque les falta la clave básica del lenguaje humano. Nuestras palabras, por bien intencionadas que sean, tienen para ellos un peso excesivo y las viven peligrosamente.
Su primera defensa es tenernos controlados y para ello nada mejor que congelar la escena, que todo suceda igual que siempre, sin cambios ni sorpresas, que el otro nosotros- esté siempre regulado y localizado en su sitio, para así poder mantenerse a distancia. Es lo que pide el personaje de Rain Man o el protagonista de El curioso incidente del perro a medianoche.
A partir de allí pueden continuar su trabajo de superar ese grado cero de la subjetividad que constituye la vida de un autista, la manifestación más elemental de que allí hay un sujeto que aspira a expresarse y dirigirse al otro, aunque de entrada no sepa como hacerlo.
Por eso sus objetos son preciosos como instrumentos para protegerse de la angustia, animar su cuerpo, procurándose una satisfacción y finalmente establecer un vínculo con el otro. Utilizan cualquier cosa que esté a su alcance, juguetes, objetos cotidianos, su propio cuerpo, el de los compañeros o adultos, para conseguir recomponer un cuerpo que se les desborda. Necesitan pegarse a ese objeto para que les sirva de borde, como un límite que evita la fuga de las sensaciones que experimentan. Una de las actividades preferidas, para ellos, es la piscina y los baños porque allí encuentran esa segunda piel que el agua les procura.
También la música les interesa porque les permite tratar esa voz que escuchan, de su interior o del exterior. Al ponerla en solfa les resulta menos inquietante ya que obedece a unas reglas (entonación, ritmo, melodía) y no al capricho de quien habla. Por eso les ayuda que sus cuidadores les hablen cantando, aceptan mejor sus indicaciones.
Ese trabajo de invención que ellos hacen puede favorecerse con nuestra ayuda. Para ello debemos acompañarles en su progreso sin tratar de domesticarles como si fueran seres deficitarios sin recursos potenciales. Es mejor, entonces, estar al lado que enfrente, para decirles aquello que ellos pueden escuchar.
Hoy la clínica del autismo muestra cómo, para no pocos, hay un destino que no pasa por la cronificación deficitaria o la (auto) destrucción. Disponemos también de testimonios de los llamados autistas de alto nivel como Temple Grandin, Donna Williams o Birger Sellin que muestran como han superado ese estado autístico precoz y pueden, con sus límites, escribir libros, desempeñar un trabajo e incluso mantener una relación sentimental.
* Artículo publicado en el periódico LA VANGUARDIA. Con la amable autorización del autor.
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EVALUAR AL EVALUADOR. Fernando Martín Aduriz (Palencia)
La ideología de la evaluación avanza inexorable y ya contamina ciencias, saberes, disciplinas y relaciones sociales. Hasta penetra en la intimidad de cada uno de nosotros tratando de que acabemos en la autoevaluación cotidiana, ora a través del culto a la imagen del cuerpo y al espejo, ora a través de constantes comprobaciones de nuestro estado, de fotografías del interior de nuestro cuerpo a fin de evaluar un día sí y otro también el funcionamiento de nuestros órganos, bien por medio de exámenes constantes, de informes para conocer nuestro estado psicológico. De la normalidad se va pasando en silencio al abuso. Y así, hasta una simple llamada a una operadora cualquiera finaliza con un pequeño cuestionario «para evaluar la calidad del servicio».
En economía, las agencias de calificación del riesgo crediticio han evaluado en el pasado siguiendo criterios mentirosos, como ahora sabemos. Porque lo que está en juego es la pregunta acerca de quién evalua al evaluador. Y para continuar el absurdo, saber quién evaluará al evaluador que evalúe al evaluador.
La ideología de la evaluación tratando de quedarse con el saber del otro olvida que en último caso la objetividad es una quimera, a la vez que desconoce Heisenberg y su principio de incertidumbre. O que difícilmente es posible evaluar la calidad de una organización sin pasar por alto que el concepto de calidad no es ni universal ni inmutable.
Este sábado en Barcelona participaré en un Foro bajo el lema Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el autismo. Se busca explicar los riesgos de la evaluación limitada a la cifra, que silencia lo particular de cada ser humano, y denunciar el uso indiscriminado de cuestionarios, y así alertar a la opinión pública ilustrada del riesgo de erradicar la subjetividad en la cultura, en el arte, en la universidad, en el campo médico-sanitario, en el campo legal, pedagógico y social; es decir, en todos aquellos ámbitos que atañen a los seres humanos.
Sometidos a diario a nuestro particular Gao Kao, selectividad China que clasifica y que justifica todo su sistema de enseñanza, perseguidos por el sempiterno protocolo, nuestra subjetividad está amenazada, confinada a muy pocos lugares donde se la escucha.
El evaluador etiqueta. Aunque por muchas etiquetas que nos pongamos unos a otros, por mucho que silenciemos nuestra radical singularidad, cada uno de nosotros sabe que es inclasificable.
* Publicado en diariopalentino.es Con la amable autorización del autor.