El cuerpo hablante. El inconsciente en el siglo XXI. Reseña de la primera sesión preparatoria | Rosa Durá Celma

sesionespreparatorias-congresoAMP-RioUn texto teórico suma valor en la medida en que transluce el esfuerzo del autor por definir, dilucidar o cernir conceptos e ideas, pero también por su capacidad para abrir nuevas preguntas. De ambas cualidades participan los extraordinarios trabajos que sirvieron de pórtico a las tres sesiones preparatorias para el X Congreso de la AMP, programadas por la Junta Directiva de la ELP de Valencia.

Con el sugerente título de “La eternidad y un día”, Margarita Bolinches traza un itinerario con múltiples paradas en las constantes referencias que Lacan hizo a lo largo de su enseñanza sobre la función del tiempo. Dicho camino, que tiene como horizonte y meta el cambio de perspectiva que se produce en la última enseñanza de Lacan (del cuerpo hablado al cuerpo hablante; del inconsciente transferencial al inconsciente real o parlêtre) comienza con una mención a la relación del tiempo y el acto –presente en su tesis sobre el “Caso Aimée”–, pasa por la referencia a los tres tiempos lógicos del sujeto, y no olvida hacer parada en el motivo que le valió a Lacan la salida de la IPA –la excomulgante sesión corta– para llegar a la médula del tema, sustancial en la medida en que de lo que se trata es de abordar el enfoque teórico que Lacan avanzó en sus últimos seminarios, una perspectiva más afín con nuestros días que, en relación al tiempo, se concreta en los Seminarios 25 y 26, La topología y el tiempo y El momento de concluir respectivamente, y se ve completada gracias a los cursos y contribuciones de J.-A. Miller. Con la lógica del caucho y la topología de cuerdas, conceptos como inconsciente, represión, fantasma o síntoma se deforman y se contraen apuntando a la eficacia de un uso del tiempo topológico, al “hombre tórico” y al “cuerpo de cuerdas”. Empleo de la topología que trata de articular la hiancia entre imaginario y real; incardinación de la topología y el tiempo para intentar hacer con el agujero y las cuerdas el tejido de ese misterio que es el cuerpo hablante. “Es el tejido de la experiencia de un análisis que hace materia”, nos dice Miller. La perspectiva adoptada por M. Bolinches no se olvida del analista, pues esa experiencia de la que habla Miller, no es sin su acto. El analista, y ese es uno de los puentes dialógicos que ensambla los trabajos presentados en esta sesión, es un aliado de ese elemento heterogéneo que es el tiempo. No hay ciencia del tiempo, este es un real que agujerea y disloca las construcciones simbólicas del ser que se pretende constante y homogéneo. Lo inesperado en la experiencia analítica es efecto del tiempo y queda del lado del analista el saber hacer con la contingencia y la interpretación.

El abordaje de Patricia Tassara al complejo tema de la interpretación del parlêtre (“Cuando interpretar el parlêtre toca el cuerpo pulsional”) se formaliza mediante una serie de parejas conceptuales (defensa-represión; fantasma-escabel; el síntoma como mensaje y el síntoma como acontecimiento de cuerpo; lenguaje-lalangue) que permiten, en primer lugar, aislar y delimitar conceptos o, según los casos, mostrar su relación o contigüidad y, en segundo lugar, fijar unas coordenadas que nos permiten entender de qué se trata cuando nos referimos a un cuerpo afectado por el goce y qué interpretación es la que tiene o puede tener efectos sobre él. La interpretación al parlêtre apunta a desmontar el goce-sentido del escabel en la neurosis. En el primer acercamiento de Lacan al equívoco, este tiene efecto de sentido, sin embargo, en una vertiente posterior, el equívoco escapa al saber, hace efecto de agujero y produce una resonancia corporal que aísla la letra de goce. El equívoco tomado en la interpretación apunta a lo real, persigue perturbar la defensa, no interpretarla (eso cae del lado de la represión).

Como ya hemos dicho, ambos trabajos plantearon una serie de interrogantes que invitaban a la reflexión y al diálogo. A propósito de la referencia a “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada”, M. Bolinches abrió la cuestión de si podría pensarse una correlación entre los tres tiempos y los tres redondeles de cuerda (con los registros I-S-R), a la vez que dejó sobre la mesa una hipótesis: el acontecimiento de cuerpo, efecto de la interpretación, articula el tiempo real de la contingencia con la singularidad del tiempo propio del parlêtre al mismo tiempo que desarticularía la consistencia temporal del fantasma. Por su parte, una de las preguntas abiertas por P. Tassara giraba en torno a la interpretación de los acontecimientos de cuerpo, ¿es posible? La sala recogió dichas cuestiones convirtiendo el diálogo implícito existente entre ambos textos en una fructífera y animada polifonía en la que los conceptos de interpretación y tiempo quedaron articulados.

Como demuestran los testimonios de pase, la interpretación produce acontecimientos de cuerpo, lo que se interpreta es el parlêtre, el acontecimiento se señala. Por otro lado hay que plantearse desde dónde pensamos el acontecimiento, si desde el lado del síntoma (en ese caso sí cabe la interpretación por el sentido) o desde el lado del sinthome. En el hacer del analista hay modos de señalar que algo está en juego (gestos, actos sin palabras), pero es el analizante el que construye –hace sin saber–. Esa hiancia en el saber también recae sobre el analista en tanto que la interpretación tiene mucho de fallido y el acto analítico no es calculado. Por parte del analizante ha de aparecer un punto de decisión que convierta el acto del analista en una interpretación que toque el cuerpo. El señalamiento del acontecimiento de cuerpo por parte del analista es leído por el analizante en un momento concreto –lo que introduce la dimensión temporal– permitiéndole desarticular las huellas de goce y produciendo algo del orden de la separación que aligera la mortificación, aunque para ello debe haber hecho ya un recorrido en su experiencia analítica. También el analista está sujeto al tiempo heterogéneo; su acto debe dar con el momento justo donde esas huellas están a punto de emerger. Es el tiempo de la oportunidad. La separación remite a un hacer caer que bien puede estar en relación con la excomunión; con la sesión corta Lacan hace caer el tiempo y la dimensión del acto pasa por ese hacer caer, tanto por parte del analista como del analizante. No todo acto es una interpretación, así como la puesta en práctica de una verdadero acto analítico (solo après-coup se sabrá si lo es) implica que no haya también interpretaciones que apuntan al sentido, al desciframiento. El acto del analista, retomando el título de M. Bolinches, es el elemento heterogéneo –“un día”– que desarticula la repetición del síntoma, soporte del goce –“la eternidad”–.

¿Cómo abordar esos actos analíticos en los que el analista pone su cuerpo? ¿Qué estatuto conceder al cuerpo del analista? Tanto el tiempo como el acto y el cuerpo del analista son elementos heterogéneos que tienen como destino esa movilización o desarticulación del goce. Pensar esa suerte de actos como escenas dejaría la cosa de un lado demasiado imaginario; habría que pensarlo, más bien, desde el punto de vista de la sonoridad, de la mirada, de la modulación que acompaña. Quizá pensar el cuerpo del analista desde la perspectiva del cuerpo fragmentado. Es una presencia, una encarnación, una materialidad que produce resonancias en el cuerpo del analizante.

Y sobre el correlato entre los tres registros y los tres tiempos lógicos, ¿qué decir? Bien, aunque se trata de una hipótesis, podríamos ver en el instante de ver el orden imaginario, el momento de comprender en relación con el registro simbólico y el momento de concluir, con lo real. Siguiendo esa lógica, al final del análisis, en el momento de concluir, se trata de ver el agujero (también la no-relación). Desde ese agujereamiento, el instante de ver (I) y el instante de concluir (R) quedan abrochados. Y es en este punto en el que la pregunta que Miller formula en El ultimísimo Lacan acerca de cómo pensar la hiancia irreductible entre Imaginario y Real se hace pertinente.

Interpretación y tiempo, pues, dos ejes fundamentales del psicoanálisis que en el siglo XXI se recubren con una pátina de novedad. Enseñanza viva, no concluida, la de estos dos trabajos que continúa animando el trabajo de la Escuela.