Crónica: “Igualdad y Diferencia Sexual en la Actualidad”. Manuel Fernández Blanco. (San Sebastián)*

El 23 de Noviembre de 2007, la responsable de la Biblioteca del Campo Freudiano de San Sebastián, Rosa Ruíz, dio inicio al ciclo de conferencias titulado: “Una mirada desde el Psicoanálisis sobre temas de actualidad”. Ciclo que se inscribe en el marco de la Biblioteca Municipal de la ciudad. Espacio abierto al público.

Este día bajo el título “Igualdad y diferencia sexual en la actualidad”, contamos con la presencia de Manuel Fernández Blanco (psicoanalista en La Coruña), autor de numerosos artículos publicados sobre temas que atañen a la civilización actual.

El tema despertó un vivo interés entre el numeroso público que se encontraba en la sala.

Publicamos un resumen de la conferencia impartida por Manuel Fernández Blanco.

“IGUALDAD Y DIFERENCIA SEXUAL EN LA ACTUALIDAD"

Igualdad, paridad y diferencia sexual
Se necesita hacer una reflexión más allá de ciertos lugares comunes. Hay hombres y hay mujeres pero no siempre se distinguen por la diferencia biológica. La biología no marca el destino sexual y esto se observa hoy en día, en el empuje al transexualismo o al travestismo. No hay adecuación del sexo psíquico y del sexo físico. (Margaret Thatcher ha sido llamada el primer hombre de Inglaterra).

No es por lo tanto la anatomía la que marca el destino sexual, sino la manera de inscribirse o posicionarse en la lógica de la sexuación. Hay dos lógicas diferentes independientemente del sexo biológico.

La lógica masculina se rige por el para todos lo mismo, por el culto a la uniformidad y sufre de horror a la excepción, a la particularidad. Los hombres
están mucho más apegados a las normas, a lo que debe ser y a la opinión conveniente y sacrifican su libertad, su particularidad y sus deseos a dichas normas. Tienen también un mayor apego al poder.

La lógica femenina no se rige por el para todos lo mismo y es, por tanto, la mejor garantía contra la uniformidad. Toda mujer es una excepción. Sería muy esperanzador lograr que lo femenino pasase a ser un factor de la política. Lo paritario no garantiza nada en el discurso, ya que la igualdad se ha planteado, casi siempre, en términos de equiparación a los hombres. Esta es la paradoja de parte del movimiento feminista que, al defender la igualdad, se plantea el peligro a que esta se realice mediante la inclusión de todos iguales, bajo el modo hombre, todos en el discurso masculino.

Ante esta situación, el feminismo de la diferencia se apartaba del planteamiento feminismo-igualdad. De todos modos, al defender el carácter de clase social de la mujer, la particularidad volvía a ser negada en el universal de ese todas mujeres. Llevado al extremo es la propuesta de lesbianismo que se da en algunos sectores en EEUU, para los que la lesbiana representaría la auténtica mujer por su rechazo radical al falocentrismo. Presentan el lesbianismo como el único modo de goce válido y coherente para una mujer. En algunos casos, la homosexualidad se acompaña como rito de iniciación en el ingreso de determinadas universidades. El modo de goce vendría al lugar de la reivindicación social. En nuestra sociedad hipermoderna, el modo de goce vendría al lugar del ideal.

Se dan efectos paradójicos de retorno por la paridad. El discurso de los partidos políticos está basado en la uniformidad. Todos, hombres y mujeres políticos, hacen y dicen lo mismo. Es difícil encontrar ahí la posición femenina. Los sujetos en posición femenina no niegan la falta y están siempre más cerca del deseo, de lo particular. Es una posición menos sujeta a la coacción de la demanda de uniformidad.

Se plantea una paradoja. En la época de la defensa de la particularidad: étnica, religiosa, cultural, frente a la tendencia a la uniformidad, encontramos que la diferencia sexual es cada vez más difícil de percibir. Es un avance la presencia de mujeres en el ámbito de lo social pero uno de los riesgos de las políticas de igualdad puede ser la identificación colectiva al universo masculino: todos iguales, todos hombres.

Universal, excepción y no todo
Jacques Lacan definía a la mujer como no-toda. La mujer, al contrario que el hombre, no se puede alcanzar a definir en el orden simbólico. La mujer ex-siste al significante y por eso objeta a cualquier definición que se le dé de su ser. Esto supone una antinomia entre mujer y universal, entre mujer y medida. No hay universal de la mujer. Del lado femenino, en tanto no hay límite de la función, es imposible que el universal fálico esté asegurado. No es posible construir el conjunto de todas las mujeres, ya que ellas no son clasificables en una equivalencia lógica respecto al falo.

Hay una imposibilidad estructural para poder alojar un universal de lo femenino, aunque sólo fuera por esta razón el concepto de igualdad entre los sexos se torna problemático. Esta puede ser la razón por la que se busca remediar, con la ley de las políticas de paridad, lo que la estructura impide. Siempre está en el orden fálico, lo imposible de cifrar de la diferencia de los sexos. Según la lógica de la diferencia sexual, a nivel simbólico, hay dos maneras de inscribirse en la función fálica. Lacan sitúa del lado de la posición masculina, la posibilidad de constituir un conjunto cerrado, el conjunto de todos los hombres, recurriendo a la excepción que fundaría el conjunto, al Uno de la excepción y a nivel del todo. Esta es la lógica edípica, que funda la castración universal -en la excepción mítica del padre de Tótem y Tabú-, el único que no tendría limitado su goce. Pero hay un más allá del Edipo.

Y, de algún modo, todas las mujeres además de participar en la lógica edípica, están en el más acá y en el más allá. En el más acá, porque siempre persiste, en su organización pulsional, la demanda oral dirigida a la madre, que nunca la amó lo suficiente. En el más allá porque la mujer no-toda está en la función fálica. El goce femenino está no-todo sujeto al régimen fálico. Efectivamente, del lado de la posición femenina, en relación a la lógica de la sexuación, no hay excepción a la función fálica, lo que no permite construir el conjunto de todas las mujeres bajo la lógica universal. Las mujeres no son reducibles a un conjunto -hacen excepción-, son una por una, objetan la uniformidad, no hay un modelo de mujer. Es una queja que escuchamos frecuentemente en las mujeres ¿Cómo se es mujer?

La crisis del universal en la civilización, la globalización, y sus consecuencias en la distribución sexual
Asistimos a una crisis de lo universal y del Uno de la excepción precisamente en la era de la globalización. Esto conduce a la pluralización y a la fragmentación de lo social, así como a la crisis del sentido. Estamos en una época de pensamiento débil, de desaparición de los grandes hombres, de los hombres de excepción. Han caído las grandes referencias y todas las figuras de autoridad están borradas. El sentido y la tradición han perdido su eficacia en la regulación de los goces. Los síntomas de los sujetos actuales son menos neuróticos, están menos ligados al conflicto y a la interdicción. Menos ligados a la función paterna.

La paradoja que se plantea es que en una sociedad liberada del padre, del universal, se llega a la globalización. Pero la globalización no es universal más que en el aspecto más imaginario: como universo de consumidores de los mismos productos. Sin embargo, va acompañada a nivel subjetivo de efectos de individualismo extremo. Hay una crisis de la idea de comunidad: todos a lo mismo pero cada uno a lo suyo. La sociedad ya no vive bajo el reino del padre (todo) sino en la lógica del no-todo y esto tiene consecuencias a nivel de la sexuación. Manuel Fernández se refiere a un texto de Jacques-Alain Miller “Intuiciones Milanesas” en el que dice que la estructura del todo ha dado paso a la del no-todo. Esto tiene consecuencias a nivel de la sexuación. Fenómenos como la metrosexualidad, el declive de la virilidad, o la inseguridad del macho, pueden ser formas de percibir, en el registro imaginario, la feminización social.

Esta tendencia social a la feminización ha sido destacada por Vicente Verdú que en "La feminidad sin la mujer" (Rev. Freudiana, nº 48) advierte que “El mundo se globaliza con un modelo de inspiración femenina” y que “el erotismo femenino se ha convertido en el paradigma general de la cultura”. Plantea una hipótesis, diciendo que en los tiempos modernos existiría la posibilidad de elegir el sexo como una performance. Sería una elección del modo de goce según el momento y la circunstancia y, por tanto, la única trasgresión posible sería la antisexualidad. El sexo no sería ya una política de liberación. Hoy en día el modo de goce no se reivindica, se exhibe. La única trasgresión sería pues la renuncia, una alternativa anticonsumista. Si el sexo es cuestión de consumo, si aparece ligado a bien del consumo, quedaría la anorexia sexual. De hecho ya hay un movimiento de “ateos del sexo” que defienden el orgullo antisexual.

Este planteamiento que analiza V. Verdú, y del cual el propio autor muestra sus paradojas, parte de un presupuesto diferente al del psicoanálisis para el cual el sexo no se elige de ese modo ya que no es posible cambiar el modo de goce, porque todos estamos constreñidos a gozar en el marco de nuestro fantasma. La libertad respecto al goce es la menor que tiene el ser humano. Todos estamos determinados por el modo de situarnos en la sexualidad. El trauma es el encuentro mismo con la sexualidad porque en el ser humano dicho encuentro se produce sin que se esté preparado. No hay en el humano ese saber sexual que sí está en los animales como instinto. Lo traumático es el encuentro con la sexualidad que se produce sin saber: algo se siente en el cuerpo y eso desborda el saber. Siempre hay un desfase y el modo particular del encuentro determina las elecciones futuras. El sujeto se defiende de eso creando el marco de un fantasma. Y por eso lo que excita a cada persona depende de ese fantasma. Se elige siempre lo mismo. El fantasma es
un modo fijo de gozar y una interpretación fija del mundo; por eso somos tan predecibles y siempre entendemos lo que nos dicen del mismo modo.

El psicoanálisis tiene la posibilidad de sacar al sujeto de la repetición de lo peor; se repite en contra del sujeto, no queremos hacer algo pero lo repetimos. Muchos mantenemos durante años relaciones insatisfactorias y no salimos de eso.

Diferencia sexual y modos de goce
Los hombres separan amor y goce sexual, esta separación misma, es condición de su goce. La elección masculina es fetichista, exige que el objeto de goce pueda ser recortado del cuerpo del otro para obtener la satisfacción sexual propia. La mujer por su parte consiente con frecuencia a ocupar ese lugar de objeto para el hombre pero con el fin de obtener el signo de amor, el goce está ligado al amor. Esto puede tener carácter de estrago en una mujer ante la pérdida del amor.

El hombre se relaciona más con el objeto y el objeto es más fácilmente sustituible. Para el hombre la posición femenina puede tener algo de insoportable ya que la demanda de amor es imposible de satisfacer para algunos hombres. Por eso, a veces sólo se puede amar a distancia.

Estas son dos posiciones tradicionales ante el amor y el goce pero estas distinciones pueden perder relevancia hoy, ya que muchas mujeres se sitúan también al margen del discurso amoroso, en la metonimia, la serie de parejas múltiples.

La perspectiva que se plantea hoy, es la pérdida de relevancia de las diferencias sexuales. El reino del padre, basado en el universal, ha cedido su lugar a la lógica de lo fragmentario, de lo particular, del no-todo. La pluralización de los modos de goce, como series ilimitadas que no hacen conjunto, hace problemático establecer categorías, clases, como la de masculino y femenino. Las estructuras tradicionales respondían al paradigma del Nombre del Padre.

El borramiento de las diferencias tiene efectos sobre los modos de goce. La diferencia, ahora, tiene que ver más con los pequeños mundos de cada uno. Así la diferencia hombre-mujer se vuelve más inesencial frente a las diferencias que definen y organizan a las minorías sociales. La lógica de clase está en declive y es posible que se llegue a la diferencia absoluta. Este es el triunfo de un modo de diferencia absoluta, lo que no deja de tener similitudes con lo que logra un psicoanálisis llevado a su término. El psicoanálisis se ocupa de aquello que particulariza al sujeto, su goce, su saber hacer.

Consecuencias para la clínica
Hoy en día la clínica psicoanalítica clásica ha perdido la vigencia del eje del Nombre del Padre (lógica del universal y del todo-sexuación masculina), para dar paso a la lógica del no-todo. Esta variación ha traído sus consecuencias clínicas respecto a los síntomas actuales. Nos encontramos con síntomas característicamente mudos que se presentan bajo un incremento de las patologías que se describen como centradas en relación con la madre, o bien centradas en el narcisismo. Una de las consecuencias del declive del falo como ordenador del goce, es que el sujeto queda a menudo confrontado al imperativo superyoico materno sin mediación. Esto conlleva a un incremento de las patologías del acto y de las relacionadas con las dependencias. Nos encontramos con los estragos de no poder aceptar el destete -como en las toxicomanías- o el empuje a producirlo en lo real. Hay una dinámica del acto, del goce, más que de la palabra. En temas actuales como el asesinato de mujeres, la dependencia se puede deducir también del acto suicida que sigue al asesinato de sus parejas o ex-parejas. Cometido por algunos hombres, como testimonio dramático de la dependencia más radical. Esto implica la verdad de “la maté porque era mía” pero también “no puedo vivir sin ella”. Es la pérdida absoluta de sentido de la vida.

Los países con más asesinatos son los nórdicos, más desarrollados en educación democrática e igualdad. No es un tema sólo educativo, quizás estamos en una civilización que condena a la dependencia. No todo es información ya que creer que lo inconsciente y lo pulsional se educa es una ingenuidad. Vemos también embarazos no deseados que se multiplican por dos en los diez últimos años. Es necesario entenderlos como síntomas con la maternidad.

Para dar fin a su conferencia, Manuel Fernández dirá: “Es necesario huir de la atrofia del pensamiento. El psicoanálisis puede ser un intérprete de la civilización”.

* “Una mirada desde el Psicoanálisis sobre temas de actualidad”. Ciclo que se inscribe en el marco de la Biblioteca Municipal de la ciudad. Espacio abierto al público.