Crónica: El vínculo con el analista. Guy Briole (París)
Esta fue la cuarta y anteúltima conferencia del ciclo de este año sobre los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis: Inconsciente, Repetición, Pulsión y Transferencia, verdaderos cimientos con los que se sostiene el gran edificio del Psicoanálisis.
Amanda Goya, coordinadora de este espacio, hizo su habitual introducción al tema sintetizando en pocos trazos la importantísima noción lacaniana de Sujeto-supuesto-Saber. Señaló que por el solo hecho de que un sujeto que se dirige a un analista se presente en una posición de ignorancia, de no saber lo que le pasa, eso mismo es ya suficiente para constituir a un interlocutor en calidad de lo que Lacan denominó el Sujeto-supuesto-Saber.
¿Pero es el analista el S-s-S? Más bien el analista es investido por el analizante con lo que llamó, parafraseando a Jacques-Alain Miller, el disfraz, el traje de luces del S-s-S.
¿Por qué se trata de un disfraz, de un semblante? Porque en rigor, el analista no conoce de antemano el secreto del síntoma, y el S-s-S es la creencia de que el síntoma puede ser descifrado a través de lo que se dice, y que aquel al que se le habla del síntoma, el analista, nos presta su escucha y su presencia real para oficiar de mediador entre el sujeto y su inconsciente.
Guy Briole comenzó su exposición acentuando los mil pequeños detalles, a los cuales muchas veces no se les presta suficiente atención, en el complejo lazo que se establece entre analista y analizante. Freud estaba siempre muy atento a estos detalles y a la significación que tomaban en cada paciente. En sus Lecciones de introducción al psicoanálisis (Psicoanálisis y Psiquiatría: Teoría general de las neurosis) pone un ejemplo. Freud tenía una doble puerta entre la sala de espera y su gabinete para proteger la confidencialidad. Un paciente que suponía que Freud tenía una gran clientela, llega a la hora de su cita y para su sorpresa no hay nadie esperando, y Freud lo hace pasar inmediatamente. El paciente entra en el gabinete pero deja la puerta abierta, lo que es una manera de decir que nadie vendrá durante su entrevista a sentarse en la sala de espera. Es un ejemplo que muestra muy bien la posición del paciente en la transferencia.
Hay otros ejemplos que Guy Briole señaló: llegar tarde sistemáticamente o bien llegar antes; pedir cambios de hora con frecuencia; sacar los billetes arrugados del bolsillo del pantalón; olvidar el dinero..., etc., como indicios de la posición del sujeto en la transferencia.
Hoy día asistimos por otra parte, gracias a los medios de comunicación electrónicos, a un cierto tipo de fenómenos que no ocurrían en la época de Freud: llamadas perdidas en el móvil o mensajes que anuncian la anulación de una cita, en una suerte de juego del escondite que permite la tecnología moderna y que facilita la pequeña cobardía de aquel que no quiere enfrentarse con la presencia del analista.
Pero sería injusto pensar que toda la carga esté del lado del paciente, el analista también participa en la relación y juega su juego. Como ejemplo de esta implicación Briole se refirió a un ejemplo relatado por una colega argentina. Ella había escuchado decir a una analista no lacaniana, que en una ocasión se había quedado dormida mientras escuchaba a su paciente y había soñado. Esta analista consideraba que su sueño había sido inducido por el relato del analizante en esta sesión. A partir de este ejemplo Briole hizo la siguiente deducción: Cuando un analista coge su pipa y se sienta en su sillón durante 50 minutos, habría que preguntarse ¿En qué piensa...? El ejemplo ilustra sobre el carácter sintomático que puede emerger en una cura del lado del analista, cuando el tiempo de la sesión se regula por una medida standarizada, algo que Lacan cuestionó radicalmente en su práctica y en la doctrina.
El tiempo en la sesión analítica define menos una temporalidad que un espacio, el de la sesión donde se despliega la subjetividad del analizante. La cura misma se ordena alrededor del tiempo de la sesión. Así, estar en análisis implica un anudamiento, a partir del espacio de las sesiones, de momentos diferentes que pueden transcurrir durante y fuera de las sesiones.
Con varias viñetas de su propia clínica Guy Briole mostró detalles y matices de la delicada relación entre analista y analizante, ilustrando hasta qué punto la transferencia es un producto del acto analítico, y el Sujeto-supuesto-Saber, un tercero que se introduce entre ambos.
La idea más extendida es que la transferencia es amor, pero la precisión fundamental que Lacan aporta es que se trata de un amor que se dirige al saber, un saber oculto, escondido, y es la relación del sujeto con este saber lo que causa el amor.
Pero también hay transferencia fuera de la relación analítica, con el psicoanálisis, con una Escuela, con el trabajo de otros colegas. Y también la hay fuera del psicoanálisis, con un médico, con un profesor, con un artista, con un amigo.
Guy Briole concluyó diciendo que la transferencia en una cura se sostiene por una articulación entre el amor al saber del analizante y el deseo de saber del analista. Esto permite que el saber inconsciente se descubra a lo largo de la cura, y que de ello se pueda esperar al final un cambio, un pasaje, un pase.
* Ciclo de Conferencias El psicoanálisis en época de la globalización, Nucep (Madrid)
Crónica realizada por Amanda Goya