Crónica - “Ciudad, Seguridad y Sujeto”. Mirta García Iglesias. (Madrid)

El 17 de Octubre, la Directora de la Biblioteca del Campo Freudiano de Madrid, Mirta García, dio inicio al ciclo titulado “Formas actuales del malestar”. Ciclo que se inscribe en el espacio de la Biblioteca llamado “Tardes de Biblioteca”.

Esa noche estuvo dedicada al tema del urbanismo, y bajo el título “Ciudad, Seguridad y Sujeto” se invitó a Jesús Leal Maldonado, prestigioso sociólogo urbanista de la Universidad Complutense de Madrid y a Joaquín Caretti a conversar sobre el tema. Coordinó la mesa, Mirta García.

Mirta García introdujo el tema, comentando que Jacques Lacan ya había anticipado en el año 1967 que la sociedad moderna se caracterizaría por un doble movimiento, por un lado la universalización y por otro lado, la segregación.

Aproximadamente a partir de los años '60 y '70 algunos estudios plantean la hipótesis de la relación entre diseño urbano y prevención de la delincuencia. Planteamiento que ha cobrado vigencia en los últimos años y que se tiene en cuenta a la hora de diseñar y planificar futuras urbanizaciones. Normativas que se están llevando a cabo en algunos países europeos y que es tema incluso de debate en la Unión Europea. Y surge la pregunta de si es posible la construcción de lugares y espacios en donde la vida social genere intercambios, promueva identidades, relaciones, historia entre los habitantes o seremos testigos del surgimiento cada vez más en aras de una supuesta “seguridad” de espacios militarizados, ciudades bunker, vigilancia electrónica de los accesos, barreras, cercas eléctricas de alto voltaje y guardias armados.

Si bien es cierto que el concepto de ciudad tradicional tiende a desaparecer o ha desaparecido, también es engañoso pensar que en esta nueva ciudad fragmentada donde sus habitantes, al “ser todos iguales”; estén libres o no haya posibilidad de confrontación entre ellos.

Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo” y en “El malestar en la cultura” nos advertía que el hombre no es bueno por naturaleza, sino que posee en su carga pulsional dosis elevadas de agresividad. Por tanto, el tema de la agrupación teniendo como guía la etnicidad no nos libra de la condición humana.

Jesús Leal comenzó su alocución con una cita de Italo Calvino tomada de su libro Las ciudades invisibles, donde dice “Con las ciudades es como con los sueños, todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más inesperado es una expresión que oculta un deseo o lo contrario, un miedo y el miedo alimenta la desconfianza y la desconfianza en cierta manera es una manera de segregar procesos de segregación”.

La segregación es un concepto muy complejo, concepto que se desarrolla dentro de la sociología en los años '20 en Chicago. Nace así la sociología urbana y se desarrolla toda una teoría sobre la segregación. La conciben como un proceso ecológico que viene complementado por otros procesos de invasión y sucesión. Concepto muy clave para comprender las ciudades y los procesos de desigualdad.

Louis Wirth, perteneciente a la escuela de Chicago define a la ciudad como un espacio grande, denso y heterogéneo de individuos y cuando la heterogeneidad se encuentra con la desigualdad, entonces se genera e impulsa el proceso de segregación.

La heterogeneidad es uno de los elementos básicos en la ciudad, pero la heterogeneidad y la diferencia, como bien dice Henry Lefevre, no tiene porqué ser un elemento de desigualdad en sí mismo.

La segregación no es lo opuesto a integración, son dos conceptos distintos. Segregación es un concepto más espacial que nos da cuenta de la distribución en el espacio de los grupos sociales; integración social es un concepto más inespacial y nos habla más bien de la interrelación entre los sujetos.

En estos momentos los índices más elevados de segregación son los de renta alta, es decir, que la conjunción y la homogeneidad interna de estos barrios es mucho mayor que en los de renta baja. Está sucediendo en toda Europa, en Madrid y Barcelona, que los incrementos de segregación se dan con mucha más fuerza en los barrios de clase alta que en los de clase baja. Surgen de esta manera los barrios cerrados, frecuentes en Latinoamérica y que ya están empezando a desarrollarse en Europa.

En otros países o ciudades como París o Londres, los espacios segregados forman más un mosaico urbano, están mucho más parcelados. En general las ciudades americanas tienen procesos de segregación fortísimos, sobre todo debido a la división de la sociedad americana en blancos o negros. Existe una estructura con una diferenciación del espacio mucho más fuerte en estos países, debido también a que la intervención pública de políticas sociales son mucho más débiles que en los países europeos.

El multiculturalismo tiene un efecto fuerte sobre la segregación y lo tiene porque de alguna manera supone la existencia de normas y conductas diferenciadas. Este efecto erosionador de las normas existentes en la sociedad de recepción, produce rechazo, inquietud, que lleva a acelerar o incrementar el proceso de transformación del espacio.

Sassia Sasken a partir de su trabajo sobre la ciudad global, plantea que la globalización produce un efecto de dualización, de extremo de la estructura que de alguna manera acrecienta el proceso de desigualdad social y crea situaciones mucho más tensas en la sociedad.

Finalmente planteó que la visión social del espacio nos está marcando otra visión de la sociedad, la visión segregada de los grupos sociales en el espacio, las formas, características de la sociedad y a medida que intentamos profundizar nos damos cuenta de los límites e intentamos aumentar otras visiones complementarias desde esta perspectiva espacial, que nos ayuden a entender un poco las propias características de la sociedad en sí o las características de la convivencia de los individuos.

Joaquín Caretti comenzó señalando que la ciudad es un lugar donde cada sujeto juega su existencia, donde sus anhelos y sus pasos cobran destino, donde desarrolla su vida, donde trama sus lazos y encuentra su soledad: habita la ciudad o más bien la ciudad lo habita. Por eso la frase de Jacques Lacan situando al inconsciente como Baltimore al amanecer nos da la dimensión radical de lo que implica la ciudad para un sujeto.

El significante seguridad se ha instalado en el mundo actual y fundamentalmente en nuestras ciudades. Se presenta bajo la forma de una paradoja ya que vivimos en sociedades más seguras que nunca y sin embargo, más que nunca, el reclamo de seguridad se hace universal e insaciable. No es proporcional la sensación de inseguridad de los individuos, con relación al riesgo real que pueden padecer. Hay un plus que no tiene que ver con una situación real de desamparo. Y la pregunta es qué efectos tiene en el urbanismo de la ciudad el predominio en exceso del significante seguridad y por ende en el lazo social.

Joaquín Caretti subrayó que el querer vivir protegido es aceptar también el vivir estando amenazado, transformando la búsqueda de seguridad en un promotor de inseguridad, ya que la seguridad jamás estaría dada, ni siquiera conquistada.

Citó a Roberto Espósito quien trabaja sobre el paradigma inmunitario que inunda el pensamiento y la cultura actual, y que aporta otra perspectiva para pensar el problema del exceso securitario. Lo que antes era sano, seguro, idéntico a sí mismo, ahora está expuesto a una contaminación que lo pone en riesgo de ser devastado. Por su etimología la inmunidad ya revela su carácter antisocial, anticomunitario, al rechazar el “munus” que es lo que tienen en común los miembros de una comunidad. Este afán de inmunizar a la comunidad de los riesgos de la vida en común está en el origen de la “hipertrofia de los aparatos de seguridad que caracteriza cada vez más a las sociedades contemporáneas. Se puede ver justamente en ellas el punto ciego al que parece arribar su desarrollo: dado que ese síndrome autoprotector no sólo termina por relegar al telón de fondo todo otro interés –e inclusive el “interés” mismo como forma de la vida en común- sino que produce el efecto contrario al deseado. En vez de adecuar la protección al efectivo nivel del riesgo, tiende a adecuar la percepción del riesgo a la creciente necesidad de protección, haciendo así de la misma protección uno de los mayores riesgos”.

Podemos pensar que la época actual favorece el reclamo excesivo de seguridad porque estimula la emergencia de un desencadenamiento. Este circuito donde se exige cada vez más seguridad sin que haya medidas que alcancen para frenar la sensación de inseguridad, parece responder a una lógica descripta por primera vez por Freud y posteriormente reformulada por Lacan. Dicha lógica viene a decir que la Civilización, la Ley que la gobierna, está infiltrada de lo que dice combatir. La barbarie infiltra la civilización y la ley, favoreciendo los excesos de la misma.

Esta lógica que Freud situó en una instancia psíquica que llamó Superyó, le exige al sujeto bajo la forma de la conminación, una satisfacción sin límites a lo pulsional. En el sujeto se instala un goce oscuro alrededor de este circuito de inseguridad / seguridad / inseguridad, siendo por ello tan difícil poner un límite fértil a este problema. Lleva a no hacerse cargo de las contingencias de la vida pretendiendo eliminarlas fuera del lazo social. Juega la pulsión de muerte, ya que la exigencia incumplible de seguridad se vuelve contra el sujeto. No hay vida sin riesgo por lo que el buscar una seguridad absoluta atenta contra la vida y el lazo social. Lo que parece un anhelo de mayor civilidad en realidad, llevado al extremo, desciviliza. Allí donde parece el sujeto buscar su Bien, en realidad, se sitúa su Mal; donde aparece una defensa exagerada de lo propio, un narcisismo extremo, se corre el riesgo de destruir la propia vida. Sólo es posible el lazo social, es decir, el lazo con el Otro, si se sale de esta preocupación desbordada de uno mismo, si se cede en esta búsqueda excesiva de protección, si la vida se abre al mundo y no se cierra sobre sí misma.

El superyó es el mejor ejemplo de cómo lo que en principio parecería estar organizado para limitar el goce de cada sujeto, en realidad exige un goce oscuro que se vuelve mortífero. Sería un ejemplo de enfermedad autoinmune.

Para finalizar, señaló tres efectos del exceso de seguridad. A nivel de las libertades, este pedido de mayor seguridad autoriza al Estado para tomar medidas que bajo la advocación de mejorar la seguridad terminan restringiendo el campo de las libertades de los sujetos. Cuanto más el Estado se ocupe de este pedido en exceso de seguridad, más cerca estará de convertirse en un Estado autoritario que restrinja las libertades.

A nivel del sujeto de deseo, sabiendo que el deseo es riesgo, incertidumbre, búsqueda, anhelo, caminos por descubrir, poesía, es sin garantía y por ello se aleja de todo aquello que huela a seguro. Seguridad y deseo recorren vías distintas y podríamos decir que antagónicas.

A nivel del urbanismo, las ciudades y su urbanismo son efecto del discurso y el discurso dominante apuesta por responder al pedido de seguridad. Así, son las instancias estatales y privadas con sus técnicos en seguridad, a las que se suman los arquitectos y urbanistas, las que piensan cómo construir casas y barrios más seguros y cómo hacer para que el espacio público también lo sea. Según un artículo titulado “Ciudad y violencia” del año 2000 de Dominique Lefrançois, la Comunidad Europea trabaja en la elaboración de un conjunto de normas destinadas a esbozar una arquitectura destinada a prevenir en Europa la delincuencia y los actos incivilizados.

Por otro lado vemos cómo aumenta la tendencia a construir pequeñas ciudadelas, cerrando y protegiendo los barrios residenciales mediante barreras, verjas, alarmas, vigilantes y cámaras de seguridad que impiden o hace más difícil la circulación por los mismos, al estilo de La Florida en Madrid o los countries en Argentina. No se tiene en cuenta que los pedidos de ley y orden se intensifican en la misma medida que se generan comunidades aisladas de los demás.

En esta misma línea se construyen zonas residenciales con enormes avenidas y rotondas gigantes, sin tiendas ni locales comerciales, preparando de este modo el terreno para dirigir a sus habitantes al macro centro comercial cercano. Las edificaciones de estos barrios se cierran sobre sí mismas con vallas elevadas y enrejadas, presentando una fachada al exterior muchas veces impersonal y distante, volcando la vida hacia el interior de unas zonas ajardinadas.

Los espacios públicos como parques o monumentos, por ejemplo en Buenos Aires, se están cercando: se pueden ver, se pueden atravesar, pero no habitar. Se los defiende de la destrucción pero se les quita vida pública. Se construyen espacios abiertos como la Place de la Defénse en París que expulsa a los transeúntes con bancos sobreelevados y edificios vueltos al revés. Espacios que no favorecen el lazo social sino que lo perjudican.

Todos ellos son espacios antropoémicos al decir de Lévi-Strauss ya que expulsan a los ciudadanos que no son del lugar, a aquellos que no tienen la entrada permitida, que no son de dicha comunidad. Son espacios que se cierran sobre sí mismos donde los que circulan son los semejantes y quedan expulsados los foráneos. Son espacios anti-hospitalarios.

Y para concluir se plantea dos preguntas: ¿podremos abordar el exceso securitario contemporáneo sin conseguir que la política, esa actividad humana cuyo hogar natural es precisamente el espacio público, interrogue lo real de este exceso? ¿Será posible sin que el psicoanálisis construya un nuevo lazo con la política?