Comentario al libro: “EL DOLOR Y LOS LENGUAJES DEL CUERPO”. Rosa López (Madrid)

He sido testigo de la trayectoria de Santiago Castellanos en el psicoanálisis desde sus comienzos, de modo que he podido verificar directamente cómo se produjo su pasaje del discurso medico al discurso analítico. No creo que este proceso haya sido sencillo, ni que sea el resultado de una progresión en la formación, pues realmente supone un verdadero salto cualitativo como demuestra el libro que tenemos hoy sobre la mesa.

¿Por qué digo esto?, porque “ser médico” es algo que otorga una fuerte identidad y que implica una posición frente a la enfermedad muy arraigada, basada en el deseo de curar. Deseo que inicialmente parece muy loable, pero que tiene sus serios inconvenientes pues, en ocasiones, se impone sobre la verdad de lo que está en juego en el sufrimiento humano, desconociéndola y cortándole el paso.

Conocemos la figura del medico que, situándose en el lugar del amo, detenta el saber con una suerte de omnipotencia que no admite cuestionamiento alguno. Hay muchos chistes sobre esta característica, recuerdo uno que dice: “¿En qué se diferencia un medico de Dios?. En que Dios no se cree medico...”

Pero también conocemos, y cada día más, el médico que se siente en la impotencia pues verifica cada día cómo sus conocimientos no alcanzan para dar cuenta de la complejidad de lo que no anda en los seres hablantes.

Es a estos médicos, divididos en su función, sensibles a las singularidades de cada paciente, decididos a que la impotencia de la práctica no les lleve al ejercicio de un poder, a los que este libro les puede abrir un importante horizonte.

Pero no es un libro exactamente escritos para médicos, es un libro para psicoanalistas, pues siendo el resultado de un largo trabajo de investigación en la obra de Freud, y sobre todo en la de Lacan, nos proporciona un ordenamiento sistemático del saber del psicoanálisis sobre el cuerpo, de un enorme valor, insisto para los psicoanalistas.

Podría parafrasear a Wody Allen en su “todo lo que usted quería saber sobre el sexo”, pero me parece muy manido. ¿Cómo decirlo de otra manera? Hagan un estudio del texto y obtendrán una perspectiva completa de los lugares en los que Lacan habla de los lenguajes del cuerpo, las enfermedades o el dolor. Por supuesto, cada una de estas citas pueden profundizarse más y más, en ese sentido no hay completud posible, pero si no me equivoco están todas recogidas. Por tanto, es una guía formidable de estudio sobre la materia. Pero no sólo eso, es además muy aclaratoria.

Convengamos que la comprensión de Lacan no es fácil y que requiere de un dominio de lenguaje psicoanalítico importante. Pero aún cuando ya estemos habituados a los significantes lacanianos y conozcamos los fundamentos de su enseñanza, siempre tendremos la impresión de no saber cómo articular unos conceptos con otros, o también de no encontrar la manera de conciliar claramente la teoría con la práctica.

Santiago Castellanos lo ha conseguido y lo digo honestamente, no sólo porque es un buen amigo, sino por el efecto de clarificación que a mí me ha producido. Tantas veces he leído esas frases de Lacan y sin embargo tras la lectura del libro las entiendo mejor que antes.

¿Por qué menciono todo el tiempo a Lacan y no tanto a Freud? Se debe a una percepción particular de mi lectura. Para mi gusto, insisto en esto, la primera parte del libro dedicada a Freud es interesante y aclaratoria, pero no tiene la misma fuerza que la segunda dedicada a la enseñanza de Lacan. Hay un punto de inflexión en el que el texto de Santiago empieza a cobrar vuelo y despega, suscitando entonces un deseo de continuar con la lectura, subrayar cada párrafo, tomar notas y finalmente obtener una especie de satisfacción.

En esta última parte están recogidos los desarrollos de la enseñanza de Jacques Alain Miller, con los que Santiago Castellanos nos proporciona una rigurosa clínica diferencial sobre el cuerpo: desde los síntomas neuróticos, pasando por los fenómenos psicosomáticos y culminando en los fenómenos de cuerpo propios de la psicosis.

Hasta ahora no he mencionado lo que considero es la característica fundamental de “El dolor y los lenguajes del cuerpo”: la abundancia de casos clínicos.

Fíjense como empieza: “Unos años después de iniciarme en el trabajo de la medicina acudió a mi consulta una joven actriz aquejada de un dolor intenso en la rodilla que le impedía caminar y trabajar...”. Comienza directamente, sin preámbulos, con un caso clínico con evocaciones freudianas: el medico al que la bella histérica pone a trabajar sobre la causa psíquica. Tras este arranque tan a pie de la clínica, encontraremos, durante el resto del libro, cómo la teoría está permanentemente ilustrada con los casos.

En el segundo capitulo toma prestado una paciente de Freud: la famosa Isabel Von de R (verdadero paradigma de lo que ahora se ha dado en llamar “fibromialgia”), y en el capitulo sobre el Fenómeno Psicosomático hay un extenso comentario del testimonio de Pase de Patrik Montribo, pero el resto de los ejemplos proceden de su propia clínica.

Además del caso de la bella actriz, si me permite Santiago denominarlo de este modo, he tratado el resto de las ilustraciones clínicas, que paso a comentar brevemente.

2) La mujer de 68 años diagnosticada de fibromialgía, muy medicada desde hace años, y por si fuera poco víctima de las peores terapias, que le ofrecieron interpretaciones como esta: “Lo que le pasa es por una enfermedad vírica, por un hijo y por una separación”. ¡Que “melange” de causas! ¡Que confusión para el sujeto!.
Un caso de iatrogenia medica y psicoterapéutica, una peor que la otra.

3) La mujer que no podía tragar y a la que el especialista de la endoscopia le hace un diagnostico diferencial sobre la marcha diciéndole que lo que tiene es un “bolo histérico” y añade “no se preocupe, yo mismo he padecido un bolo histérico”. Un bonito ejemplo, que nos muestra cómo los médicos de ahora no solo no ignoran los síntomas histéricos, sino que simpatizan con ellos, para mayor perplejidad del paciente.
4) El hombre de los 24 botes de orina, que siguiendo la demanda medica había realizado el enorme esfuerzo de contabilizar el goce del cuerpo en 24 frasquitos perfectamente etiquetados para ver cómo la auxiliar de clínica iba a mezclarlos todos, medir la totalidad del liquido y después tirarlo. Al tratarse de una psicosis maníaco depresiva, la reacción de agitación del paciente no se dejo esperar.

5) La mujer que pasa del dolor mudo en el cuerpo al síntoma analítico que la permite interrogarse por su feminidad, su sexualidad y su relación de pareja. Caso en el que se verifican claramente los efectos de la escucha psicoanalítica, que sitúan el síntoma en su lugar. Con este caso, el autor teje una respuesta sobre la cuestión abierta por la estadística medica que revela que la fibromialgia es una enfermedad de mujeres.

“Las relaciones de estrago con la pareja son una constante en la clínica de la fibromialgia”. “La demanda de amor ocupa en la sexualidad femenina una función incomparable en relación con lo masculino”. “El goce femenino no tiene la localización estable de la sexuación masculina”. Son frases que extraigo del texto con las que se demuestra que el psicoanálisis es un discurso que ha podido pensar a la mujer como ningún otro.

6) Pero no toda afectada de fibromialgia quiere separarse de ese significante que la otorga una identidad y consentir al análisis de la causa sexual, como ilustra otra paciente de 57 años que tras un período de entrevistas preliminares de un año aparecen sus dificultades para experimentar el placer sexual y decide no continuar el tratamiento.

7) Hay otro caso en el que se verifican no sólo los efectos terapéuticos rápidos, sino lo que es más importante, el hecho de que se conservaron con el tiempo. Efectos que surgen tras un arduo trabajo en el que el sujeto ha de poner en juego cómo el dolor y el goce basculan entre la relación con la madre y el amor de los hombres. El discurso hace un giro y el sujeto pasa de hablar del dolor a hablar del amor, de manera que en la quinta entrevista consigue establecer con precisión el nudo en que está embrollada.
8) Pero no todo son éxitos en el psicoanálisis, pues además de aquellos sujeto que no consienten al tratamiento porque no quieren saber nada de la verdad, están aquellos que pueden llegar a agravarse. Para ilustrar las mayores dificultades de la clínica, Santiago aporta un caso en el que tras el diagnostico de fibromialgia se enmascaraban graves fenómenos psicosomáticos y un profundo cuadro depresivo, lo que le permite entrar en la teoría lacaniana sobre lo psicosomático.

9) En el terreno de las psicosis hay un ejemplo que es como la guinda del pastel. El caso del ilusionista. Se trata de un hombre de mediana edad con temores hipocondríacos que ha pasado por años de tratamientos conductuales absolutamente infructuosos y que gracias al análisis consigue construir una saber hacer que le permite una pacificación del goce invasivo que padecía.

10) Finalmente Gonzala de 45 años nos ilustra una cuestión clínica que probablemente sólo los psicoanalistas podemos captar, pues parece encerrar una paradoja. Cuando el sujeto tiene recurso simbólicos muy escasos (psicosis sin delirios bien constituidos) la fibromialgia es en sí misma un recurso para seguir enganchada al Otro (Centro de Salud, especialistas etc). Una forma posible de hacer la vida habitable. Entonces, se trata de “consentir como un mal menor, que la paciente pueda realizar esos recorridos con la menor iatrogenia posible”.

* Comentario realizado en la presentación del libro “El dolor y los lenguajes del cuerpo” en Madrid.