Cartas de aLmor. Aperiódico de las XI Jornadas de la ELP Nº 3. Eugenio Castro, Antoni Vicens, Vilma Coccoz, Margarita Álvarez.

EDITO
Eugenio Castro

0.- Lacan cuando se da de bruces con el Nudo Borromeo en el año de …Ou pire, se percata de repente de que en realidad siempre se había interesado por los anudamientos. Fué a partir de sus estudios de anatomía en donde precisamente vio que en el organismo humano no había nudos. Mas tarde se percató de que en los arabescos de la cultura árabe sucedía lo mismo.

Si ustedes van al Monasterio de San Andrés de Arroyo, cerca de Aguilar de Campoó (Palencia), se sorprenderán al ver que hay una celosía de arabesco que para mi estupefacción y cierto regodeo (no lo negaré) contradecía la apreciación de Lacan. Inquirí a la guía al respecto y el desconcierto que me producía. La monja me aclaró burlona: pero es que tiene influencia cristiana porque se trata de la obra de un mudéjar. Creo que Lacan no sacó una gran nota en la asignatura de anatomía, pero los efectos de esa apreciación da mucho que pensar.

1.- Las tres Cartas de aLmor fueron a pescar sus anudamientos, cada cual en un Seminario de Lacan, para los tres llegar a la misma conclusión: que el nudo del amor está hecho para suplir la imposible relación entre los sexos. Antoni Vicens lo pesca en el Seminario XX. Vilma Coccoz en los Seminarios VII y RSI, Margarita Alvarez en el Seminario XI.

2.-En el texto de Antoni Vicens no se resalta la relación del amor a la imagen o al perfil, sino con el volumen de los cuerpos que tratan en vano de anudarse en topologías de arabesco. Como hay imposibilidad de anudamiento de los cuerpos, aparece la consistencia imaginaria. Por no poder hacer de dos uno, como hace el inconsciente en el equívoco, añadimos un tercero que los anuda y eso es el signo de amor.

3.-Respondiendo a los versos de Tudal (Hablo a los muros), Lacan dice que sí, que entre el hombre y la mujer está el amor. Que entre el hombre y el amor hay un mundo, es decir la mujer. Pero que entre el hombre y el muro infranqueable está la Carta de Amor. Se puede romper el muro y agujerearlo y entonces pasamos a terrenos del deseo. Con los anudamientos del Seminario XI de los anillos de Benn, Margarita ha leído el amor sin límites.

4.-Es condición que el amor tenga que llevar la marca de lo imposible de la relación (que a veces Antoni Vicens llama “trato”) sexual y para demostrarlo está la Dama del Amor Cortés. A partir de ese imposible aparecen trovadores y poetas que no cesan de escribir sus trovas, música y poemas. Pareciera que somos nosotros los que obstaculizamos esa relación, pero lo es por estructura. Lo que Vilma Coccoz despliega aquí sucintamente (en sus estudios ampliados sobre el tema está con todo lujo de detalles) es la conexión que Lacan había hecho entre el amor loco de Bretón y los surrealistas y el Amor cortés.

El envío de los textos para Cartas de Almor: Eugenio Castro: eugeniocastro@telefonica.net y Oscar Ventura: o.ventura@arrakis.es

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IMPOSIBLE AMOR: ESCRÍBEME
Antoni Vicens

Entre los sexos hay un abismo de sinsentido: tal parece ser la lección del Seminario XX, Encore, de Jacques Lacan. El cuerpo, portador de la diferencia aparente de sexos, es también portador de la muerte. Es a partir de ahí que el cuerpo puede hacer signo, signo de su unidad imaginaria, aunque porosa. El amor es una relación de uno a uno, con lo que se constituye en el obstáculo mayor al deseo y, querido como tal, preferible a la parte constitutiva de los deseos.

El uno del amor surge de la insuficiencia del lenguaje a la hora de formular el deseo. Todo lo dicho en el amor (esa es la condición) toma entonces valor de signo, más que de discurso. Todo gira entonces alrededor de amor como pivote, eje, punto de apoyo para un giro de discurso. Mientras que lo que caracteriza al significante es que siempre puede reformularse, el signo del amor sostiene, con una alusión a la eternidad, la vida más allá de la vida, la ley más acá de la ley. Ese signo, erigido como obstáculo al deseo, provoca a su vez el deseo.

El signo proviene de la contingencia (lo que cesa de no escribirse) para elevarla a un valor de necesidad (algo que no cesa de escribirse). Ahí está la letra de amor, la letra que encarna el ser atrapando el signo en lo que tiene de rastro o trazo inexistente justo antes de escribirlo.

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AMOR CORTÉS, AMOR LOCO, AMUR
Vilma Coccoz

Lacan considera que el amor loco de André Breton se parece al amor cortés. ¿en dónde reside la semejanza entre la versión surrealista y la medieval acerca del vínculo amoroso?

El recorrido del estudio que Lacan ha realizado nos enseña que la invención del amor cortés, una peculiar ficción de la relación entre los sexos, fue una manera de responder al malestar en la cultura que se había hecho sentir por el lado de las mujeres. Ellas no estaban ya dispuestas a consentir con el lugar de súbditas que se les asignaba en el discurso del amo, querían algo más. Poetas y trovadores lo supieron escuchar y propiciaron la creación de un nuevo semblante, la Dama, a partir del cuidadoso diseño de la conducta que debía respetar, en el acercamiento, el Caballero, semblante viril del deseante. En la lógica de este nuevo amor se incluía la imposibilidad, lo real, que pasó a convertirse en un rasgo del objeto que causa el deseo. Su cara de partenaire inhumano y cruel, porta también el nombre de lo propio de las pulsiones. Es, como ellas, “cruel y egoísta”. Según Miller el amor cortés crea un envoltorio de lo éxtimo, de esta parte tan íntima como desconocida de la subjetividad que es el goce. Lo cual exige pensar el amor en la lógica de tres términos.

Breton propone un amor loco, un amor pasión, exclusivo. Se coloca a distancia de los discursos de la decepción, resultado de la fractura inevitable de la ceguera inicial. Porque el elemento tercero no radica en la falla del objeto. Al igual que el poeta cortés, el artista resguarda la triplicidad en la estructura del lazo amoroso, si bien de otro modo. Toma en consideración la incidencia de lo que denomina “azar objetivo”, una serie de elementos, presentes pero no visibles en el momento del enamoramiento y que van a mostrarse en los encuentros posteriores. Gracias a una experiencia razonada, se puede advertir a qué responden esos elementos desconocidos, inconscientes. El análisis le enseña que muchos indicios, que pueden parecer contingentes y casuales, poseen un sentido, además de evidenciar una relación a su obra. Porque para Breton el amor es una experiencia estética, vinculada a la poesía y al estilo de vida surrealista. Incluso en lo hostil, este amor puede encontrar un motivo de felicidad, cuando lo incomprensible llega a ser descifrado.

Relata lo ocurrido en un momento en que la vivencia amorosa se ve perturbada por sensaciones que le incomodan. Sucede en una estancia en la playa, junto a su mujer. Según van pasando las horas empieza a sentirse mal, irritado, molesto. El malestar, que proviene de la Cosa, de lo real, se lo adjudica a su partenaire. La distancia entre ellos se traduce físicamente. Al punto de que la idea de la separación va ganando terreno. Gracias a su análisis minucioso, llegará a vincular ese fastidio a su verdadera causa, a un encuentro con lo lúgubre. Se dará cuenta de que, durante un paseo, fue perturbado por distintos signos, unos pájaros, la vista de una casa donde, según se informó luego, se había cometido un horrible asesinato. Él explica así de qué manera ha incorporado ese fragmento de lo real (no en sentido lacaniano) como el motivo que genera el malestar en el amor.

Es la manera surrealista de tomar en consideración lo irreductible de lo real en el ser hablante, y adjudicarle un sentido. En determinados momentos, en forma de irrupción súbita la naturaleza, de lo azaroso, lo real adquiere una presencia inquietante, siniestra, que acaba horadando el sentimiento del amor, el cual quedará a salvo al volver a colocar en su sitio la estructura triple del amor.

Lo que Breton llama “azar objetivo” es una forma de das Ding, la presencia de un goce ineliminable e irreductible. Pero desplazado hacia un sentido del azar, que él considera “objetivo”. De ahí que el juicio de Lacan ante este intento no deja lugar a dudas “el modo surrealista jamás ha desembocado en nada. No ha especializado el nudo borromeo de la buena manera”[1]

El amor resultado de la experiencia analítica, del doloroso camino de la transferencia, no desconoce el lugar de das Ding, de la causa, no niega la imposibilidad de la relación sexual, el muro ante el que se estrellan las esperanzas de escribirla. Por el contrario, está destinado a revelarlo. Gracias al equívoco, en francés, entre amour y muro, Lacan inventa la palabra amur para nombrar un amor nuevo, el amor borromeo, que incluye el muro, lo imposible, en su lógica.

Esta solución no es ninguna una pastoral, tiene cierta una sintonía con el amor cortés, (Lacan dixit). Significa que quien ha hecho la experiencia del inconsciente debe estar advertido de la estructura triple del amor y del inevitable malestar que acecha al parlêtre, que proviene de lo real lacaniano, del cuerpo.

¿Podríamos decir que ésa es nuestra especialidad? Que los psicoanalistas de orientación lacaniana sabemos desenredar el nudo del amor de la buena manera? En nuestras próximas jornadas tendremos ocasión de valorarlo.

Notas:
[1] Seminario RSI (inédito)

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UN AMOR SIN LÍMITES. HACÍA UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL AMOR
Margarita Álvarez

En relación al tercer eje de las jornadas -la transformación del amor que produce la experiencia analítica-, encontramos en el Seminario XI de Jacques Lacan, la idea de que al final del análisis puede emerger la significación de un amor sin límites. Voy a hacer seguidamente un pequeño recorrido por el último capítulo del seminario, para tratar de situarla. (1)

Un amor sin límites
En el Seminario XI, Lacan establece las operaciones de causación subjetiva para dar cuenta en esos momentos de la constitución del sujeto y la producción del objeto. Recordaré tan solo que en la primera operación, el viviente se aliena al Otro del significante, desaparece bajo los significantes del Otro, que pasan a representarle. En la segunda, se separa del Otro del significante, que pasa a ser un Otro deseante, es decir, a estar barrado. La pregunta del sujeto respecto a este Otro pasa de un “¿qué quiere decir?” a un ¿qué me quiere? ¿qué objeto soy para él? El sujeto responderá a dicha pregunta en términos fantasmáticos quejándose, denunciando, etc., el goce del Otro. El Otro le quiere chupar, devorar, dañar, destruir… En otras palabras, quiere gozar de él, o lo que es lo mismo, quiere su castración.

El sujeto, en el análisis tendrá que separarse de ambas figuras del Otro: el Otro del significante y el Otro planteado aquí todavía en términos de deseo, pero que más adelante Lacan situará en términos de goce.

Respecto al primero, el sujeto tendrá que confrontarse a los significantes primordiales a los que está sujeto, los cuales desconoce. Una vez caídas en el análisis estas identificaciones ideales que le determinan (S1), se trata de extraer el objeto a, que la escena fantasmática vela.

El atravesamiento de la pantalla del fantasma permite desvelar el objeto con el que el sujeto juega su partida. No se trata del goce del Otro sino del propio. En esos párrafos, Lacan introduce que “la experiencia del fantasma fundamental deviene la pulsión” (2). A continuación, se pregunta por ella: “¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión? O lo que es lo mismo, ¿qué estatuto tiene la pulsión una vez atravesado el fantasma?

Esto -dice-, solo puede abordarse en esos momentos al nivel del analista, “en la medida que se le exige haber recorrido en su totalidad el ciclo de la experiencia analítica” (3). Es este recorrido lo que permite operar el deseo del analista, que Lacan define en este seminario como el deseo de mantener lo mas separado posible el plano del Ideal y el del objeto. “Se trata [para el analista], de llevar la experiencia del sujeto al plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión” (4). Allí ya no es más cuestión del “Otro me hace” sino de un “hacerse uno mismo”.

En la siguiente página, Lacan plantea que “el amor solo puede postularse en ese más allá (la cursiva es mía) donde, para empezar, renuncia a su objeto” (5).

De entrada, el amor requiere de la ley y la castración, es decir, de la operación de la metáfora paterna, sin la cual no puede “instituirse una relación vivible, temperada, de un sexo con el otro”. La operación del padre da una versión del objeto de amor y, de este modo, el amor tiene límites, es limitado.

Pero el amor -señala Lacan- solo puede postularse más allá de ello: más allá del padre, del Edipo y de la ley, es decir de lo imaginario y lo simbólico -donde lo había situado hasta la fecha. Solo después de haberse separado del Otro, “puede surgir allí la significación de un amor sin límites, por estar fuera de la ley, único lugar donde puede vivir” (6).

Entiendo que al final del análisis se puede imaginar, pensar una significación del amor por fuera de la versión del padre, más allá del inconsciente. Sería un amor que tocaría lo real. En este sentido, la noción de un “amor sin límites”, del que habla Lacan en 1964, podría pensarse ya en la línea de la noción de “un nuevo amor” que planteará en los años 70.

Notas
1. J. Lacan: Seminario, libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, 1987.
2. Ibídem, p. 281.
3. Ibídem.
4. Op. cit, p. 282.
5. Op. cit., p. 283.
6. Op. cit., p. 284.

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Edición de Cartas de Almor: Oscar Ventura o.ventura@arrakis.es