BOLETÍN ON-LINE nº 9/10, II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA "Las Servidumbres Voluntarias". Philippe Lacadée, Josefa Estepa, Marcela Errecondo, Ana Mª Díaz Alarcón, Mirta García Iglesias.

Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes

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PRESENTACIÓN
Paloma Blanco Díaz

Con motivo de las vacaciones escolares de Semana Santa hemos preparado un número doble sobre algunos temas relacionados con la infancia y las servidumbres voluntarias.

Sigmund Freud afirmaba que el niño, lejos de ser un sujeto a medias, inocente en su humanidad aun por venir, era el padre del adulto. Es en la más tierna infancia cuando tiene lugar lo que Lacan llamó “la insondable decisión del ser”, aquella que puede hacernos consentir -o no- al inconsciente; a que nuestro íntimo, particular y singular modo de satisfacción traspase la frontera del autoerotismo y acepte ser concernido por la alteridad, por los otros.

Es en la más tierna infancia cuando el sujeto puede decidir consentir al poder transformador de las palabras, a que el lenguaje introduzca en su vida el más y el menos que romperán para siempre el sueño de cualquier relación con los objetos del mundo y la vida, proporcionada, compensada, equilibrada en su justo punto medio. Es en la más tierna infancia cuando el sujeto elegirá sus modos sexuados de gozar y de relacionarse con el Otro sexo. Es en su más tierna infancia cuando el sujeto elige su sentido de la vida y de la imposibilidad, que definirán su modo de estar enredado con las palabras, el sexo y su condición mortal.

La infancia es el tiempo de constitución del sujeto, no sólo como efecto de sus significantes amos, sus barreras, sus defensas, sus interdicciones, sus prohibiciones, todo aquello que puede caracterizar a aquel que emerge en el campo del lenguaje. Sino también, como el ser de goce más íntimo que se juega en el campo de la pulsión. En la infancia se define el porvenir de lo que de la singularidad no logrará jamás ser integrado por la comunidad.

Los textos que presentamos a continuación ilustran algunas facetas de lo que de estas vicisitudes de la subjetividad infantil se juega en el momento actual, de las argucias del amo contemporáneo para aislar al niño o al adolescente en un goce solitario condenándolo al desaliento de “¿qué voy a esperar de un futuro sin futuro?”

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¡Buena lectura!

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“APORTAR ALGO NUEVO”(1) SOBRE LAS FOBIAS ESCOLARES
Philippe Lacadée
(De LE ZAPPEUR Nº 5)

Los libros y novelas recientes de Théodora Dimova, Mères(2), de Juli Zeh La fille sans qualités (3), de Catherine Henri Un professeur sentimental y Libres cours, de Carole Diamant École terrain miné, de Jeanne Benameur Présent?, de Daniel Pennac Chagrin d’école, muestran la importancia del vínculo que los adolescentes crean con sus profesores, y que a veces va del miedo hasta el drama.

En 2010 la respuesta a la pregunta no se plantea más en los mismos términos que en 1914, cuando Freud escribía que “el comportamiento del niño” depende de lo que pasa en “la habitación del niño”, precisando que, sin embargo, eso no es algo “por lo que deba ser excusado”. En efecto, la autoridad parental de la cual debe lógicamente despegarse el adolescente y el saber que debe transmitirle el padre o su sustituto, el profesor, no están más en el mismo lugar. Esto entraña modalidades de respuesta diferentes y consecuencias inéditas sobre la formación de fobias escolares como nuevos síntomas. Así, el rechazo escolar o la instalación de prácticas de ruptura señalan el fracaso de la función “de punto de apoyo “ del profesor. Encontramos también una manera particular de situarse en el lenguaje que no hace más autoridad como antes. Esto explica las provocaciones lingüísticas, los insultos, los comportamientos irrespetuosos o violentos ligados a lo que llamamos con Catherine Henri “la precariedad lingüística”(4). “La insolencia no es sino una cobertura”(5), contiene una pregunta esencial que espera su respuesta, una verdadera respuesta. Tal es la apuesta de la conversación con profesores de los laboratorios del CIEN, desde 1996 (6).

La verdadera necesidad espontánea de los niños es aprender, decía Hegel, recibir un saber y una cultura que pueda ayudarles a tomar una distancia frente a las sensaciones inmediatas que a veces les conducen a impasses, o a comportamientos irresponsables. Pero actualmente el niño se ha convertido cada vez más en un niño instrumentalizado, un niño cliente, un niño consumidor que accede muy rápido a la noción de propiedad privada (7). De ahí la cuestión: ¿cómo se las arregla este niño moderno con este demasiado de consumo que le impide el acceso al saber, a falta de no sostenerse más en su deseo? Se sostiene sólo de su relación al objeto.

Los deseos del niño son de tal modo solicitados que son transformados en necesidades, en imperativos de goce que responden a la glotonería de su superyó, sin que aprenda o sepa pedir al Otro. Por otra parte, no puede nombrar lo que desea. Quiere todo y rápido, como si supiese directamente lo que querría. El mundo del consumo anticipa los deseos del niño, que son transformados en necesidad de satisfacción inmediata, para gozar de esos objetos plus-de-gozar (a) que no cesan de ser producidos para el niño cliente. Un querer gozar ha venido a instalarse en el lugar de un deseo de saber. Se ha convertido en un consumidor autónomo que se auto-nombra con el nombre de su objeto. Los adultos no pueden mucho allí o no pueden gran cosa. “Hay tal confusión que amar al hijo ha sido reemplazado por amar sus deseos que, de hecho, son necesidades de satisfacción que se expresan como necesidades vitales. Para el niño, las pruebas de amor pasan por la compra de sus objetos”(8). Así, el niño se encuentra reducido al silencio del objeto, que viene a complementar su ser de objeto y donde reina la ausencia del deseo del Otro, ahí donde Freud situaba la presencia del complejo del Nebenmensch, o sea, el complejo del semejante, donde Lacan sitúa muy pronto la dimensión ética del encuentro con el Otro.

La época actual ha impuesto su lenguaje de “la modernidad irónica”, aquel donde el objeto de consumo se ha convertido en más importante que el ideal de transmisión de ciertos valores simbólicos. Nuestra hipótesis es que ese lenguaje uniforme y estandarizado está modificando el uso de la palabra y la dirección al Otro.

El profesor se encuentra pues en un cara a cara inédito con el niño cliente, el niño consumidor, el niño que está habituado a satisfacer sus sensaciones inmediatas conectándose al Otro de la máquina, su consola, su portátil o su game-boy. Está pues más habituado a satisfacer sus necesidades inmediatas consumiendo el objeto y no sabe encontrarse con un Otro portador de un deseo de instruirle y que requiere una pérdida de su posición de goce inmediata y un consentimiento a la presencia de un Otro vector de una mediación humana. El Otro que quiere enseñarle, el Otro que se muestra exigente y deseando algo del niño en el mejor de los casos le inquieta, en el peor le da miedo. Tenemos ahí la fuente de numerosas fobias llamadas escolares o de rechazo a la escuela.

La época ha cambiado en relación a la de Víctor Hugo, aquella en la que él nos decía que el derecho del niño es ser un hombre, y que lo que hace a un hombre es la luz, la instrucción (9). Actualmente, la sociedad mercantil y de consumo ha hecho del niño un niño instrumentalizado por los objetos de consumo que de hecho le consumen más que él los consume. El niño se ha convertido en un cliente de pleno derecho, directamente enganchado con su objeto que no le habla, que no le pide nada, lo que pone a mal al niño à parents tiers, ahí donde los padres o sus sustitutos que son los profesores podían entrar en función como terceros dotados del don de la palabra, por relación a lo que vive el niño en su cuerpo o en su pensamiento.

El niño moderno no aloja más la verdad “en su alma y en su cuerpo”, sino que más bien aloja su verdad como hermana del goce en el objeto que no le habla pero que goza de él, y de golpe, cuando el ser humano le habla y quiere transmitirle el saber que él mismo ha extraído de su propia existencia, tiene miedo.

Traducción: Gracias Viscasillas
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Notas:
(1) Miller, J.A., Vers Pipol 4, en Lettre mensuelle.
(2) Dimova Théodora, Mères, Editions des Syrtes, 2006.
(3) Zeh Juli, La fille sans qualités, Actes Sud, 2007.
(4) Henri C., Libres Cours. POL 2010.
(5) Benameur, J., Présent? Denöel, 2006, p.65.
(6) Rossetto J., Jusqu’aux rives du monde. Décembre 2007, Strina Editions, que describe la experiencia del CIEN en el colegio Pierre Sénard de Bobigny.
(7) Pennac Daniel, Ghagrin d’école, Gallimard, p. 287.
(8) Ibid., p. 288.
(9) Ibid., p. 284.

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HACIA LA MEDIOCRIDAD
Josefa Estepa

“El inconciente en tanto estructura de ficción es un saber como defensa frente a lo real. Es la invención de cada uno que hoy esta amenazada por enfoques comportamentalistas, por sistemas de evaluación que tratan de anular la creación y la invención como algo propio de un ser en devenir”. (Rayuela, nº 43).

Esta cita, publicada en la introducción del mencionado boletín digital, me esclarece bastante la situación actual de la educación.

En esta moderna orientación comportamentalista en educación se ofrece una gran cantidad de recursos cómodos que facilitan mucho la tarea diaria: programas, planes, proyectos, cuestionarios que una vez escrutados nos dan las claves de todo lo que queramos saber sin tener que pararnos a escuchar a alguien.

Ya no hay que molestarse en inventar algo para esa dificultad que me surge: tiro del cajón y saco el remedio exacto.

Sin embargo queda totalmente desatendido el sujeto. La subjetividad es poco menos que considerada como un molesto moscardón que descuadra todas las estadísticas, y por tanto lo mejor es darle de lado.

Se nos queda al margen todo lo concerniente a la creatividad y a la invención, porque sencillamente no le damos ni el espacio ni el tiempo que necesita para abrirse. El espacio de la creatividad no puede ser un espacio bajo control, ni el tiempo, un tiempo impuesto.

De esta forma, nos vemos abocados a un nuevo espacio homogéneo, igualador. Un cajón donde cabe todo, porque ya se cribó y cumple con el criterio medio. Un criterio medio que nos sume en la gris mediocridad donde las diferencias que marca el invento y la creación quedan ausentes. Es el camino hacia la mediocridad, espacio donde habite el individuo medio.

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CRIAR NIÑOS EXITOSOS: LA LEY DE HIERRO
Marcela Errecondo

Esta semana el artículo de un periódico* menciona el suceso que ha producido en los Estados Unidos el libro de Amy Chua, llamado “Himno de la batalla de la madre tigre” -el título ya nos sugiere que la cuestión no es calma y que la ferocidad está en el asunto-. Es una respuesta a lo que los psicoanalistas nombramos como la caída de los significantes amo y la elevación a nuestro horizonte (“socielo” dice J.-A. Miller) del objeto “a”. Esta autora propone volver a la disciplina y a la severidad a ultranza para educar hijos exitosos, como seres superiores, nobles y sabios.

Amy Chua, profesora de derecho, intenta mostrar cómo las madres chinas son superiores en lo que respecta a la educación de sus hijos. Para lograr esto ha presentado una serie de premisas (como por ejemplo no dejar que los niños asistan a fiestas o se queden a dormir en casa de los amigos, ni que miren TV, ni la computadora para jugar, etc.), exigiendo notas sobresalientes en sus estudios. “En realidad no tengo tiempo para nada divertido -dijo una de sus hija- porque soy china”, habría que agregar: una china en Estados Unidos. En su método no dudará en poner a los niños bajo presión extrema, ya que “las madres orientales saben que nada resulta divertido hasta que se domina”. Como salta a la vista, es la madre quien goza con este dominio sobre su hijo, verdadero objeto “a” liberado, ya que el éxito al que se hace mención es el éxito del mercado. Señalo al pasar que la autora proveniente de un medio inmigrante que “producía prodigios como las nubes producen lluvia”, tiene hijas mujeres y que en su relato se desprende una cierta crueldad en la manera que tiene de hacerlas obedecer (del estilo de amenazarla con quemarle los animales de peluche si no mejora sus estudios de piano), verdadera ley de hierro como dice Lacan refiriéndose al goce.

Vemos entonces otra manera de hacer un llamado a un nuevo orden moral, en este caso apoyado en la educación cotidiana para que estos jóvenes no caigan en la desorientación de la sociedad norteamericana pero cayendo en una ferocidad superyoica que también es loca en tanto que las prohibiciones e imperativos solamente no lograrán un lugar de reconocimiento para el sujeto. Recordando el artículo de Eric Laurent**, la tendencia a creer en que se necesita multiplicar las prohibiciones y no tener ningún tipo de tolerancia para restaurar un orden firme a partir del temor de la ley como forma de dominar las malas costumbres, está presente de diversas maneras actualmente. Pero el psicoanálisis nos ha enseñado que la instauración de leyes feroces llevan su revés que es un empuje superyoico a la transgresión e incluso a la autodestrucción (la misma Chua relata que su hija se ha cortado el pelo ante el espejo de su habitación como modo de rechazo a lo que su madre le impone).

Lo que el psicoanálisis propone entonces es que hay que encontrar una manera en que se pueda autorizar a los sujetos a respetarse a sí mismos para que puedan reconocerse en la civilización. Hay que criar a los niños de una manera que logren apreciarse a sí mismos, que tengan un lugar y que no sean un lugar de desperdicio, nos dice Laurent, sabiendo que en nuestra economía global, no todos podrán inscribirse con una alta calificación, pero que, sin embargo, se trata de concebir un discurso que pueda alojarlos.

*Diario Perfil, Sección educación, domingo 13 de Febrero 2011.
**Eric Laurent, “Cómo educar a los niños”, en La Nación. http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/ssuplementos/revista/nota.aspnota_id=912774

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EDUCACIÓN DE ADULTOS
Ana Mª Díaz Alarcón

En mi experiencia, la Educación de Adultos en Andalucía se remonta al año mil novecientos ochenta y cuatro. Desde sus comienzos he atendido a un sector no instruido de la población adulta. Lo cual no es ser inculto, ni escaso de cultura. Su bagaje cultural lo ha ido adquiriendo a lo largo de toda su vida. He captado estas impresiones después de muchos años dedicada a la enseñanza. Pero lo importante son los alumnos, sus aportaciones.

Con esta abundante experiencia, llegan a las aulas. Cada cual viene procedente de un lugar distinto: pueblos, otras ciudades, países extranjeros, y de una familia formada por ellos mismos. Se incorporan a los grupos y aportan sus tradiciones, aprendizajes y su historia personal. Carecen de los instrumentos lecto-escritores; pero sus conversaciones trenzadas con palabras nos expresan su sabiduría; necesitan aprender a leerlas y escribirlas. Les gusta participar de los eventos ciudadanos, visitas a museos, excursiones, películas, edificios históricos, jardines… Si hubiera que evaluar sus enriquecedoras experiencias pondríamos la “mejor calificación”.

El siglo XXI está transitado por personas que no saben rellenar un documento, leer una carta, ni un cartel, ni el nombre de una calle, y que sin embargo han aprendido otras culturas y “hablan” otros idiomas. En su juventud, dejaron su país natal sin haber ido a un colegio; a donde llegaron, el país que los acogió, le ofreció impregnarse de su cultura y su habla; “no les fue la vida muy fácil”. Pero lograron abrirse camino y a nosotros nos aportan la voluntad y el tesón. Quedan un poco sin clasificar, sin ajustarse del todo a lo estipulado.

Continuamente intentamos encuadrarlos con los medios óptimos en la clase idónea; constatamos que es una tarea nunca acabada.

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ECOVIGILANTES. APRENDIENDO SERVIDUMBRES VOLUNTARIAS
Mirta García Iglesias

El 23 de febrero aparecía en la prensa un pequeño artículo dirigido al apartado de Cartas al director, escrito por un padre consternado ante la política educativa aplicada a su hijo de corta edad.

El artículo decía lo siguiente: “Me gustaría saber si es sólo a mí a quien sorprende la ocurrente nueva enseñanza que nuestros hijos reciben en los colegios públicos de Andalucía. Tengo un hijo en primaria, sus amigos son también niños de alrededor de 10 años. Pues bien, el otro día, el pobre venía triste del colegio porque le había tocado ser ecovigilante del recreo. Por si no lo saben, esta es una nueva figura de aprendizaje lectivo que consiste en chivarse a los maestros que están de guardia del niño infractor que tira algo al suelo en el patio durante el necesario expansivo-evasivo recreo. El cargo desde luego no es voluntario, cada día durante el recreo dos niños de cada curso de quinto y sexto de primaria son obligatoriamente ecovigilantes por turnos sucesivos. Mi hijo venía triste porque ese día tuvo que denunciar a uno de sus amigos. Se quejaba de que encima de ser un esbirro obligatorio y de perjudicar a su amigo, también se había perdido el recreo. Convertir a cada ciudadano en un delator en potencia es una auténtica enseñanza ciudadana, esto sí que es ciudadanía”.

Como apunta Étienne de la Boétie en su magistral ensayo sobre la Servidumbre voluntaria, “la naturaleza del hombre es ser libre y querer ser libre, pero fácilmente se acomoda a otra condición cuando la educación le prepara para ello”.(1)

¿Qué valores e ideales se están transmitiendo, cuando se obliga a niños de corta edad a encarnar la figura de la delación, a denunciar a sus propios compañeros?

Vivimos una época de caída de los ideales, si resulta que el niño es forzado a ocupar el papel que tendría que ejercer el maestro y a la vez el profesor renuncia al ejercicio de su autoridad, nos encontramos con que los papeles de los diferentes actores están invertidos. Al renunciar el adulto a ejercer su papel, dimite de su responsabilidad, obligando al niño a su vez a hacerse cargo de actividades propias de los adultos.

¿Están potenciando futuros delatores, o simplemente están tan desorientados que no tienen conciencia de aquello que están inculcando? Tanto lo primero como lo segundo no distan de ser nefastos.

Muy preocupados están por la cada vez más proliferación de actos violentos en las aulas, cuando no tienen en cuenta que con este tipo de políticas están precisamente y paradójicamente propiciando y creando un caldo de cultivo para que se reproduzcan actos violentos, impulsando a los sujetos a posibles actuaciones que tratan de erradicar.

(1)Étienne de la Boétie. Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Editorial Tecnos. Madrid 2010.