Algunas notas sobre los pasadores*

He decidido tomar los dos escritos que dedica J.-A. Miller a los pasadores en el apartado V de su libro Como terminan los análisis1 : “Las notas del pasador”2 de marzo 94 y “El silencio de los pasadores”3 de octubre 95. Si el pasador según nos dice Lacan “está supuesto ser el pase”, entiendo que es una figura a poder repensar en el dispositivo del pase.

En el capítulo “Las notas del pasador” Miller comienza diciéndonos algo en lo que habría que detenerse, “las notas del pasador envenenan al pase” y aclara que no sabe cómo hacer con ello, que no tiene la respuesta. Aunque recalca que el procedimiento siempre tiene sus efectos y nunca ha visto desmentir su eficacia.

Los años de sesiones de análisis se concentran en unas pocas sesiones de pase con el pasador, donde luego el pasador aporta el resumen de una sola vez. Después se otorga una segunda oportunidad con un segundo pasador, también de una sola vez. Apunta con ello a como el pase muestra la deflación del deseo en la operación analítica, que su captura es la de un deser, quedan las cenizas, y en este punto evoca la sepultura.

El pasante va a hablar del que ha sido pero ya no es más, no es el mismo usted el que está allí en juego. Lo que proviene del pasador es una tombeau, referenciando a la literatura, ya que en el pase hay un texto escrito, al menos al nivel del pasador, no llega ningún pasador sin sus notas. El pasador dispone de su texto y de sus notas. Aporta el escrito al jurado y lo lee a veces como un texto de una verdadera declaración.

Parecería tratarse de un asunto de memoria y si se interrogara sobre ello aparecería el miedo al olvido. Es un saber precioso y basado en los detalles, sobre el que se cierne la demanda del cártel, a veces insaciable apunta Miller. Pero poco a poco esto bordea y encorseta el pase. El pasador ya sabe lo que va a decir, es a menudo simplemente el lector de sus notas. Al ser interrogado por el cártel relee y al solicitarle su opinión a menudo se evade, cree que no es de su competencia. La dinámica de lo escrito gana, se ha expandido: el pasante lee sus notas al pasador, que toma notas de ellas y las restituye a los miembros del cártel. Miller, con ironía, nos pregunta ¿qué creemos que hacen estos en las noches que consagran a escuchar al par de pasadores leer sus notas? Exacto, tomar notas.

Desesperados por no perder ni una, la palabra parece evacuarse del pase. El escrito ahuyenta la palabra. Allí está el veneno y podría ser que el pase se marchitara por ese miedo a la pérdida. Se aplasta con lo escrito el saber que la escuela espera del pase y por consiguiente su efecto de verdad.

Es por ello que el veneno ya está en el pase porque cede al dominio de lo escrito. Cierra el escrito alertándonos de que encuentra preocupante todo aquello que milita contra la sorpresa del pase y que las notas pueden hacer desaparecer la elocuencia del pasador.

Plantea que el inconsciente también es una memoria y le preocupa como articular la memoria del inconsciente con esta ayuda-memoria que son las notas. Si el pase en sí mismo produce el veneno que anula algunos de sus efectos, se pregunta Miller si no se necesitaría la contra-experiencia del pase.

En “El silencio de los pasadores” sigue por la senda de aclararnos quién recoge la experiencia de saber que es el pase. Desde el inicio del texto dirá que el saber del pase lo elabora el jurado.

El pasante testimonia, el cartel informa, el AE enseña y el pasador transmite. El pasador no es convocado a hablar por fuera del procedimiento sino a callarse, ya que él es el pase. Pero el pasador se dirige al cártel y eso es todo. Es el mudo del procedimiento, las consecuencias de la experiencia son para él. Hacerlo hablar por fuera falsearía todo y se debe velar por ese silencio, nos aclara.

Durante el apartado V se dan otros momentos donde apunta a los pasadores; en la página 263, Miller nos aclara que el pasador también es evaluado en el procedimiento

4. Su elección la justifica que esté motivado y habitado por la pregunta de su propio pase, y podrá decir de este modo si la respuesta del pasante es válida. Aclara algo importante en relación al jurado, si el jurado se cree todo saber o quiere saberlo todo taponará la enunciación. Por detrás se encuentra la demanda de la Escuela, que también pide y consume saber.

En la presentación online5 que se realizó del libro, se dedica una pregunta a la cuestión de los pasadores. Miller aclara la coyuntura por la que en el dispositivo del pase se dan las figuras de los pasadores, pero también la del jurado.

El pasador es un analizante, un sujeto en análisis; es decir, en situación de transferencia al analista, al análisis como práctica, al inconsciente. A nivel epistémico debe saber de psicoanálisis, estar informado y a nivel clínico debe tener la vista en el final del análisis.

Es el analista el que elige uno de sus analizantes como pasador, pero las defensas deben haber sido sacudidas y se debe estar al borde de la terminación, pero sin haberla franqueado. Está en el pase, pero no más allá. Por eso el pasador está supuesto a ser el pase. Al estar al borde del franqueamiento está en la mejor posición de reconocer que el pasante está por delante. La idea inicial de Lacan era confiar la nominación de AE a los pasadores.

El jurado lo componen analistas confirmados y experimentados pero en él no hay analizantes, ¿por qué entonces un jurado? Nos aclara Miller que Lacan cedió ante la rebeldía de los analistas experimentados contra su desautorización. Por no desautorizar a los viejos, aclara, ante su idea de dejar decidir a los jóvenes, cedió e introdujo el jurado, pero mantuvo a los pasadores. Quizás en este punto del menos experimentado/más experimentado, joven/viejo podamos enlazarlo en algún punto con la política de juventud.

El resultado fue la transmisión indirecta del testimonio del pasante. Miller nos dirá que le parece un defecto, una solución coja, ya qué entre las dos instancias de juicio, pasadores y jurado, el balance se inclinó hacia el jurado, tenía la última palabra, se dio la autoridad de los experimentados sobre los jóvenes.

Los pasadores se limitaron al lugar de escribientes. Cuentan al jurado el testimonio del pasante y responden a las preguntas. Se borró lo más novedoso de la propuesta inicial de Lacan, es decir, la elección por los menos avanzados y no por los que creían tener el saber absoluto del pase.

J.-A. Miller hace un paralelismo con las defensas de las tesis universitarias de doctorado donde los superiores torturan al candidato y concluye que por todo ello se ha producido la universalización del pase.

Termina planteando que su intención es llevarlo al próximo colegio del pase y proponer la supresión del jurado. Teniendo confianza de que los analistas elegirán bien a los pasadores, plantea poder llevar de nuevo la decisión final a los pasadores, para producir así que el pase se desuniversalice.

Un gesto de Miller de descompletar el dispositivo del pase y de ese modo la escuela. Acto que nos vincula de algún modo a la política de juventud, planteado desde la dificultad de la escuela, cuando se muestra completa, para producir un lugar.

*Presentación para el espacio de la Escuela, seminario de lectura de “Como terminan los análisis, paradojas del pase”, Comunidad de País Vasco de la ELP, el 8/11/2023.

 

Notas:

  1. Miller, Jacques-Alain. Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase. Grama, Buenos Aires, 2022.
  2. Ibid., pp. 251 – 256.
  3. Ibid., pp. 281 – 282.
  4. Ibid., p. 263.
  5. Miller Jacques-Alain. Presentación online del libro Cómo terminan los análisis.