Ahogos*. Vicente Verdú. (Madrid)

A todo el mundo le pasa que un amor le deja. Nadie puede decir, a poco que haya vivido, que se haya librado de este tremendo ahogo. Pero ¿cómo atenuarlo?

El recurso por excelencia procede del campo de la atención. O de la desatención. La atención lleva la mente a la piel del objeto y la pega a él. Mediante ese apego, en principio sólo físico o metafísico, imaginario o metafórico, se produce inesperadamente un apego adicional. El apego de la mente a la atracción de la ausencia, y de este hundimiento en el vacío brota una espesa energía que busca rellenar el hueco de lo perdido mediante una sobreabundante segregación de fluidos que apegan y, al cabo, una forma más insufrible de dependencia y dolor.

La liberación del ahogo no procede pues de la atención inteligente sino de la descuidada desatención. Tampoco provendrá del olvido que constituye una forma más o menos secreta de la memoria sino de la más boba desatención. La desatención da lugar a la distracción y ella cocina la receta más eficaz y casera para anular la atracción. Cuanta mayor distracción sea posible guisar y por los menores motivos, la atracción se aleja y a través de esa disipación se llega gradualmente al desapego.

La distracción, en el lenguaje de los cacos callejeros, no significa otra cosa que extraer del otro su mejor botín. Extraer del otro su botín que por su valor imanta. Nos imanta su recuerdo y nos atrae hasta que logramos saquear al sujeto de ese objeto, y con ello su figura pierde valor, color y la venal tibieza que nos arroba, nos abraza y nos ahoga.

*From--> http://www.elboomeran.com/blog/11/vicente-verdu/
Con la amable autorización del autor.