49ª Jornadas de la Ecole de la Cause freudienne

Mujeres en Psicoanálisis

París, 16 y 17 noviembre, 2019

Argumento

Incomparables

Analistas, analizantes, protagonistas de relatos de analizantes... ¡Sí que hay mujeres en psicoanálisis! Porque tienen una afinidad particular con esta ciencia del amor, de la sexualidad del deseo y del goce. La feminidad es aquello hacia donde se orienta un análisis para quien busca bien-decir el goce que lo perturba. Freud, el primero en considerar las verdades de las mujeres histéricas, constató que el «rechazo de la feminidad»1 era el punto límite de un análisis, otro nombre de la “roca del origen” de la castración. Esta roca es el último bastión que resiste a los efectos de la cura.

Acercándose todo lo posible del muro que encierra al hombre en la lógica fálica, Freud quiso tender el oído al otro lado, el del continente negro2. Salvo que detrás de este muro no se capta ninguna esencia de La mujer. Es lo que Lacan recogió en una fórmula: La mujer no existe. Fórmula que escandalizó pero que revela ese lugar vacío de sentido y de esencia, resistente a los enunciados universales - «Ellas son todas ... esto o aquello». Las mujeres no son «todas». Más exactamente, cada una es no-toda, versión única e incomparable que viene a alojarse en el lugar vacío de La mujer. Ellas se adicionan en una serie abierta de elementos singulares que tiende hacia el infinito. Si la pregunta ¿Qué quiere una mujer? quedó intacta para Freud, es porque no existe ninguna respuesta al deseo de una mujer que pueda ser verdad para cada-una.

Indecible, sentida

Desplazando la cuestión del deseo hacia el goce, Lacan nos invita a abordar la feminidad más allá del límite fálico. El goce femenino se experimenta en ocasiones, pero es imposible de decir3. Si se fuerza su decir, a decir la mujer, se la maldice mujer, se la almadice4. Sin embargo, Lacan les hizo a las mujeres analistas una demanda explícita, decir algo de este indecible que se siente, pues él apostaba al bien-decir sin el cual el psicoanálisis no tiene ninguna razón de ser. Si el goce femenino no puede decirse, se puede testimoniar de su experiencia sentida en tanto que acontecimiento del cuerpo.

Este goce suplementario es lo que en una mujer no está realmente concernido por la amenaza de castración5 y eso la marca de cierta infinitud. Una mujer puede buscar refugio del lado del tener fálico para bordear lo ilimitado de este goce y vestirse con los oropeles del propietario. Sin embargo, puede encontrar un partenaire enamorado que encarne un relevo y la convierta en «Otro para ella misma, como ella lo es para él»6. Se abrirá entonces para ella un amor infinito dirigido, no a un objeto de amor, sino a una alteridad absoluta en relación con este objeto. De ese Otro más allá del partenaire, una mujer esperará lo que él no tiene, una palabra o un signo, dando a dicho amor un matiz erotomaníaco. Pues el erotismo femenino no es sin amor. Muchas peripecias del amor femenino pueden leerse desde la dirección a ese Otro que Lacan llama el amante castrado7. Para una mujer un hombre puede ser la causa de un estrago, de una aflicción, de un goce sin trabas: sacrificio y don absoluto, identificación al objeto nada, caída en el abismo de la espera eterna, rabia y venganza ilimitadas hasta agujerear lo todo-hombre.

Fascinaciones, misoginias

Del lado hombre, sentir el goce femenino sin poderlo decir lo convierte en obsesión: se considera entonces a la mujer como un misterio cautivador y la relación a lo femenino puede declinarse en múltiples facetas que van desde la fascinación hasta el odio. El niño pequeño, marcado por el descubrimiento que su madre es una mujer, busca reducir este goce infinito a los contornos del objeto fetiche. Puede convertirse en el torpe que se imagina «que por tener dos [mujeres] la vuelve toda»8, en el fundamentalista imponiendo a las mujeres que se escondan, en el Hamlet predestinado al pasaje al acto, en el sordo que oye en la demanda de amor el signo de una frigidez, en el tonto traduciendo lo indecible y la inconsistencia en masoquismo, extravío o capricho.

Nuestro mundo se feminiza cada vez más, pero se masculiniza otro tanto también, como lo confirma la subida al cenit del objeto fetichista y pornográfico. A veces la misoginia ordinaria pasa al acto. El odio que se desencadena violentamente contra las mujeres puede entonces amplificarse con la voluntad totalitaria de lograr doblegar la resistencia del no-todo femenino al todo universal. Hoy en día las repuestas de las mujeres ya no esperan y lo ilimitado de la posición femenina se traduce, en ocasiones, en una potencia inédita de acción y de combate.

La ultimísima enseñanza de Lacan, tal y como Jacques-Alain Miller nos la transmite, extiende la singularidad no-toda del goce femenino al ser hablante como tal, es decir, a todos los cuerpos parasitados por el lenguaje. No obstante, la distinción entre el lado hombre y el lado mujer no desaparece. Pues si el goce femenino se encuentra situado también del lado hombre, «él se oculta bajo las baladronadas del goce fálico»9. A priori, los hombres se aferran más rígidamente a las estructuras preestablecidas del Otro, mientras que las mujeres se mueven más fácilmente por el mundo líquido del Otro que no existe. Esta relación sin mediación a la experiencia del goce en lo más singular de éste, las vuelve más propensas y se acomodan10 mejor a las soluciones sinthomáticas flexibles, improvisadas e inventadas, prescindiendo del padre si es necesario. Por eso, las mujeres en psicoanálisis pueden mostrarse más hábiles para encarnar una brújula en el mundo del futuro que hemos llamado después del Edipo11.

Si las 49 Jornadas de la Escuela de la Causa freudiana aspiran a un bien-decir respecto a las mujeres en psicoanálisis, también apuestan a demostrar que la investigación psicoanalítica sobre la feminidad ofrece una lectura pertinente del malestar en la civilización. Deseamos que estas Jornadas permitan extraer un saber nuevo. Pero habrá que estar ahí para experimentarlo.

 

Gil Caroz, director de las 49 J

Con Caroline Leduc y Omaïra Meseguer, co-directoras

Traducido al castellano por Adela Bande-Alcantud

 

Notas:

 

  1. Freud S., «Análisis terminable y análisis interminable», O.C., tomo IX, ( trad. Luis López Ballesteros), Madrid, Biblioteca Nueva, 1975, p.3363.
  2. Cf. Freud S., “Análisis profano”, O. C., tomo VIII , (trad. Luis López Ballesteros), op. cit., p. 2928 .
  3. Cf. Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, (texto establecido por J.-A. Miller, traducido al castellano por Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre), Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 90-91.
  4. Cf. Ibid., p.103. Homofonía entre dit-femme (dicemujer) y diffâme que condensa difamar y alma (Nota de T. D. Rabinovich).
  5. Cf. Lacan J., « Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina », Escritos, tomo 1, México, Siglo XX1, 1971, p. 298.
  6. Ibid., p.296.
  7. Cf., ibid., p.298.
  8. Lacan J., « El atolondradicho », Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p.493.
  9. Miller J.-A., « La orientación lacaniana. El Ser y el Uno ». Enseñanza presentada en el departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII, curso del 23 de marzo de 2011, in FREUDIANA 68, (Texto establecido por Pepa Freiría y traducido por Edouard Gadea), Barcelona, E. L. P., 2013.
  10. Cf. Lacan J., « Televisión », Otros escritos, op. cit., p.566.
  11. Expresión forjada por J.-A. Miller para el título del Congreso Pipol 6 «Después del Edipo, las mujeres se conjugan en futuro».

Web de la ECF: Femmes en Psychanalyse

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